A Miguel Hernández Ventura (discreto artífice de tantos sueños), a Miguel González ‘Fife’ (leyenda del fútbol palmero y del Atlético de Madrid) y a Feluco Castilla Concepción (primo hermano de mi abuela Manola e inolvidable jugador que defendió con orgullo las camisetas de la Sociedad Deportiva Tenisca y de la Unión Deportiva Las Palmas) y a quienes -espero- Dios tenga en su gloria
A estas alturas, lo de menos es el resultado. O el sistema de juego. O el rendimiento individual o colectivo de la plantilla. Al borde de cerrar otro año espantoso, por tantas causas, por tantas cosas, por tantos tontos (y no me refiero a la veintena larga de goles encajados en lo que va de la presente temporada), uno sopesa con los ojos fijos en el fiel de la balanza y no le queda otro remedio que aceptar la evidencia: ganas por goleada, Cholo.
Cuando aterrizaste en el banquillo del estadio del Manzanares (que hoy es un socavón doloroso para los melancólicos y para los que sobrellevamos este horror gracias, en parte, a los recuerdos) la prensa del Movimiento (entiéndase, del Madridismo, que es ese vestigio entre hortera y fatuo que queda de los treinta y seis años de Franco), que es la misma que, diez años y ocho títulos después, sigue escatimándote el elogio y el reconocimiento, se descojonó de ti porque en su inmensa ignorancia (se ignora todo lo que se desprecia y viceversa) creían que eras una grotesca maniobra de distracción, un recurso desesperado para que la hinchada dejase de dirigir sus miradas (repletas de una desconfianza y un rencor plenamente justificados) hacia el palco: hacia el productor que hizo fortuna con el estraperlo de celuloide desechado y hacia el hijo del César iracundo y visionario que pereció consumido en su paradójica rebelión de farsante.
Los has derrotado a todos, Simeone, incluso (me atrevería a decir), sobre todo, a ellos, a esos que esperan la menor oportunidad para desquitarse y echarte en cara que cobras demasiado a cambio de tan poco. Que se pudran en su insignificancia. Y que se metan las trece Copas por donde les plazca. Esos, que te detestan porque no eres el panoli que esperan que seamos todos menos ellos (arrimados siempre al astro que más calienta y que mejor paga con el dinero de todos), no tienen ni la más puñetera idea de lo que significas para un club (cuya simple existencia exaspera a tanto cráneo vacío) que cogiste en la casi ruina deportiva y económica y lo has conducido (con muchísimos más aciertos que errores) a una situación absolutamente impensable hace tan solo una década.
Quizás el secreto de tu éxito radique en que sabes muy bien, como el poeta, que la dicha es corta y largo es el olvido. Y que la vida (y más en estos tiempos terribles) tiene un horizonte corto que se renueva cada día. Porque hay que ir paso a paso, verso a verso, partido a partido.
Y lo que me parece más aleccionador y determinante: tú mismo sabes que distas mucho de ser perfecto; que es el primer peldaño en la escalera que sube todo virtuoso.
Qué bueno que viniste, Cholo. Qué bueno que sigas aquí.