cerrar
cerrar
Registrarse
Publicidad
El callejón
Publicidad

Los puercos de Pfizer

“Ya en 1937, Alexandre Kojève, a despecho del cataclismo inminente, y el grado sin igual de desconfianza hacia el laissez faire que había desembocado en las soluciones totalitarias encarnadas entonces por el Führer y el Padrecito, adivinó que la humanidad se estaba viendo llevada a un “zoológico global confortable”. Allí habría guerras solo periféricas y cada vez más anacrónicas, merced a la constelación de factores que reeditó la sociedad comercial, cuya ciudadanía es el resultado de dejar atrás la escisión entre amos y siervos, conciencias nobles y conciencias viles, personas reales y solo aparentes. […] Lo que no imaginábamos del zoológico confortable -Kojève quizá sí- es cómo reeditaría la dialéctica amo-siervo bajo moldes light/débole, consolidando un rebaño dócil guiado por pastores miserables, electorado los unos y casta política los otros […] Rico en eventos instados por analfabetos funcionales presas de alguna idea fija, 2021 incluye borrar el nombre de Hume entre los licenciados ilustres de la universidad de Edimburgo y de la torre erigida en su honor por sus (inexistentes) “vínculos con la esclavitud”. […] Por primera vez los movimientos antisistema están financiados por el propio sistema, y cómo en muchos países -empezando por el nuestro- gobiernan los desprovistos de razón y lógica”.

Antonio Escohotado, prólogo a El rebaño, de Jano García

En la realidad actual, que es ese relato entre distópico y desquiciado que se reescribe cada día desde el poder y que es difundido como verdad absoluta por su legión de vasallos mercenarios (tal y como Sócrates tildaba a los profesionales de la enseñanza), los términos se invierten (cuando no se pervierten, directa y obscenamente, como el lenguaje: y se llama vacunas a unos medicamentos en fase experimental, que fueron en su momento descartados para tratamientos de graves enfermedades infecciosas, que nada tienen que ver con el COVID 19 -¿o sí?- y que ahora se aplican sin receta y sin garantías, contraviniendo la jurisprudencia de los Tribunales de Nuremberg), los antiguos valores se deprecian (y se desprecian, como todo lo que se ignora con lucidez analfabeta) y el progreso es una feroz huida hacia atrás (a la pulsión infantiloide e involucionista de regresar al útero), que vacía de contenido la democracia para instaurar un engendro incomestible (alogocracia, la ha bautizado en feliz hallazgo Jano García) e inaceptable que reduce el pensamiento crítico a un siniestro vertedero de eslóganes y consignas pestilentes que nutre a perezosos, siervos, adictos, adeptos y pusilánimes, y a quienes se pretende transformar no ya en chimpancés (lo que sería el eterno retorno a los ancestros) sino en cerdos, en marranos, en cochinos -como en el episodio de la Odisea- con los cuales, por cierto, empezamos a compartir hasta el músculo cardíaco, por obra y milagro de la ciencia médica, neorreligión que eleva a sus oficiantes a la categoría de demiurgos, chamanes o hechiceros que habrán de ofrecernos la vida eterna en la inmensa macrogranja orwelliana en que deriva esta humanidad a la deriva: rebaño ciego, silencioso y obediente, en el que  todos los animales son iguales aunque unos más que otros.

Publicidad
Comentarios (6)

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Publicidad

Últimas noticias

Publicidad

Lo último en blogs

Publicidad