"Haberlos, había, televisores en color, pero escaseaban. Y el generalísimo Franco no había muerto. Y Abba ganó el festival de Eurovisión. Y se desbordó en Portugal la revolución de los claveles. Me refiero a 1974, el último año en que el Atlético de Madrid disputó una semifinal de Copa de Europa. Y una final también, de forma que la efemérides del 40 aniversario ha predispuesto un estado de sugestión y un entusiasmo cabalístico respecto al eje gravitatorio del número 14. Que era el número de Simeone. Y que sigue siéndolo, pues me consta o me ilusiona pensar que el míster lleva puesta la camiseta del doblete debajo de su traje italiano de gigoló o entrecosida en sus entrañas. Hasta aquí nos ha traído nuestro condotiero con la magia del chamán y la ortodoxia del psicoanalista. Se trataba de sufrir, pero no como una expresión de dolor arraigada en el malditismo y en estereotipo victimista del pupas, sino como un requisito de abnegación hacia la victoria. Éramos anoche los espartanos contra los atenienses. La subordinación del individuo a la solidaridad del equipo. Hasta el extremo de que ni siquiera se lamentaron las ausencias. Pensé que las bajas de Costa y del turco nos vendaban los ojos, pero los arreones que inauguraron el partido caricaturizaron al Barcelona y convirtieron a Pinto en un crucificado. Le redimieron las maderas, pero luego descubrimos que el Cholo escondía un rosario en la pechera con las muescas desgastadas. Cuestión de fe. De la fe que ha inculcado en el fútbol de acoso y derribo. De guerrilla. De pasión. Y de cabeza, pues Simeone puso las neuronas cuando la adrenalina abusaba del Barcelona. Enjaulamos a Iniesta. Y corrimos como nunca corrió ningún futbolista, abrasando la hierba. Y pudimos haber metido cuatro goles. Y cinco. Y defendimos con la coreografía de una legión. Y el corazón se nos salía cuando tocábamos a rebato en los contraataques de escaramuza. Nunca como ayer me llamaron antes del partido tantos amigos madridistas. Ni tampoco después. Entiendo y compadezco su oportunismo. Lo entiendo porque la aversión al Barcelona justifica un matrimonio de conveniencia con el Atlético de Madrid. Y lo compadezco porque la hipótesis de encontrarnos en semifinales la observan los merengones como un trámite, mientras que para nosotros es el rito necesario que permitirá jugar contra el Bayern dos finales en una sola: la de 1974 y la de 2014"
Rubén Amón, "El rosario del Cholo", publicado en elmundo.es, el 9 de abril de 2014
[Este rincón del apuron.com abre hoy sus puertas a un texto original de Miguel Ángel Carrillo Rodríguez. La calidad, el interés y, sobre todo, la pasión con que está escrito, lo hacen merecedor, con creces, de aparecer publicado en esta sección]
Para mis dos hermanos, atléticos de nacimiento: Jose, que me hizo del Atleti a los 10 años, ya que por cuestiones "deportivas" no me pude hacer antes: jugábamos a las cajas y el cogía al Atleti (yo me hice del Sevilla y del Farsa), y Carlos, que se hizo del Atleti por nosotros.
Para mi tío Anelio: que hizo del Atleti a mi hermano Jose.
Para Miguel FIFE: jugador internacional del Atlético de Madrid, vecino del barrio de El Pintado de mi abuela Manola, y que hizo que mi tío Anelio se hiciera del Atlético
"Para la prensa francesa, que asiste ajena y curiosa a los acontecimientos, el duelo Ocaña-Fuente es un asunto puramente español, tan español como el honor, los celos y la guerra civil. Tarangu, decidido, le planta cara a Ocaña y ambos mantienen una lucha homérica en el Télégraphe, y luego en el Galibier y el Izoard, hasta les Orres. 237,5 kilómetros y todos los grandes Alpes para ellos dos solos. En el Télégraphe, a 170 kilómetros de la meta, cuando ya sólo quedan en cabeza Ocaña, Fuente, Thévenet, Mariano Martínez y Michel Perrin, Tarangu demarra con fuerza. Ocaña le alcanza. Los demás se quedan y se organizan como pueden, como supervivientes de un naufragio arrojados al mar en un trozo de madera.
-¿Dónde vas, Tarangu? No ataques, vente conmigo, colabora, releva, sígueme, que yo te haré segundo en París.
Fuente no responde. Vuelve a atacar. Plato grande, las venas reventando en sus gemelos. Así hasta 20 veces. Veinte veces ataca Fuente, 20 veces aguanta Ocaña. Resiste tranquilo hasta que Fuente no puede más. Entonces, Ocaña se siente Merckx.
-Sígueme si puedes.
Fuente se agarra a su rueda como quien se agarra al rabo de un toro y se deja llevar. Así suben el Galibier desde Plan Lachat, a 135 kilómetros de la meta. Y después suben el Izoard y atraviesan la Casse Déserte, donde se sienten no en la luna, que eso es el Ventoux, sino en Marte. Y siempre Ocaña delante, con solo el horizonte ante su vista. Y nunca mira atrás. Para él, Fuente no existe. Solo le ve cuando el asturiano le esprinta en la cima del Izoard para puntuar. Tarangu aguanta hasta que pincha su bicicleta. A 30 kilómetros de Les Orres, en el valle del Guil, se queda parado Fuente y Ocaña, que es Merckx en busca de la inmortalidad, pero un Merckx en cuyo pasado están su padre serrando árboles y destrozándose las manos, y sus tíos bajando ligeros el Escabas en troncos y luchando en la guerra, y Cescutti entrando en Berlín, y las derrotas de Menté, del Aubisque, del Balón de Alsacia, y de hambre y de miseria, un Merckx hecho de carne y hueso, de victorias y derrotas, de dolor, y no solo de gloria. Sigue como antes, como si siempre hubiera estado ascendiendo solo. A Les Orres Fuente llega segundo, a 57 segundos. El tercero, Martínez, a quien Thévenet acusa de chuparruedas, llega a 6 minutos y 57 segundos. El sexto de la etapa es Zoetemelk, a 20 minutos y 24 segundos. El último, Tabak, llega a 59 minutos y 22 segundos, fuera de control, pero es repescado, como el penúltimo, Pustjens, que había llegado a 58 minutos y 36 segundos. Doce corredores son expulsados por agarrarse a los coches de sus equipos. Un parte de guerra del que habría estado orgulloso Merckx.
-Es increíble, es increíble -dice Ocaña en la meta-. Nunca había sufrido tanto. Fuente sube mejor que nadie, pero en el Télégraphe le he derrotado. He hecho 150 kilómetros solo, con un parásito a rueda, contra el viento, por todas las montañas, eso es muy duro. Dejadme, estoy cansado.
-Nos has hecho recordar a Coppi, a Koblet, a Merckx -le adulan los periodistas.
-Yo soy Luis Ocaña.
-Ha sido una masacre, una aniquilación colectiva -le dice Pierre Chany, cronista de L"Équipe.
Y por los altavoces, en la meta, se oye la emisión de la radio Europe 1, se oye la voz de su gran comentarista, la voz de Anquetil. "Ha sido una de las mayores hazañas de la historia del ciclismo", exclama Anquetil, su amigo Jacques, incontenible. "Ha sido más grande aún que lo de Orcières-Merlette. Y sí: hoy también Luis Ocaña habría derrotado a Merckx".
Ocaña va directo al hotel y se mete en la cama con maillot y culotte sudados, sin cambiarse, sin ducharse, sin haberse quitado el linimento ni el dorsal, sin cenar.
A la una de la mañana se despierta con hambre y pide cerezas".
Texto sacado del libro Ocaña, de Carlos Arribas
Esta mañana me hice otro "pico del Inglés" y después de empezar a subir los primeros 3 kilómetros en los que destupo un poco las piernas, llorando durante un minuto (que me diga alguien que no llora a solas ni se toca manuelas viendo vídeos porno, ja, ja, ja).
Todo lógico tras la emoción de anoche. Me viene a la cabeza ya en el km 4 lo que tantas veces me imaginaba cada vez que le mandaba a los pedales mientras subía esta escalada de entrenamiento, la cual es mi favorita y la que intento hacer una vez a la semana (22 kms al 5% con tres descansillos intercalados en tres subidas):
"Algún día subiré por aquí y estaré entre los cuatro mejores equipos de Europa… pero cuándo será, me cago en la puta".
Cuarenta años son muchos años, pero todo ese tiempo se esfumó en tan solo 90 minutos.
Un partido para nuestro recuerdo y emoción, para los que llevamos este equipo y estos colores en el tuétano.
Luis Ocaña siempre fue uno de mis deportistas favoritos. Conocía algo de su historia, de su enfrentamiento con el hijodeputa de MERCKX. De que fuera el "español" para los franchutes y el "francés" para los españoles. Pero, leyendo su vida en el libro que me regaló mi hermano Claudd (gracias, Claudd), ya ha pasado a la primera posición de mi altar de figuras que me "inspiran".
CAMPEÓN forjado tras el hambre, la emigración, la incomprensión, la indiferencia, la mala suerte, las caídas, las lesiones, las enfermedades…
Un luchador, un tío con 2 COJONES, que le plantó cara al caníbal y a su todopoderoso equipo (el único, pues los demás se limitaban a chupar de su rueda), que se escapaba 100 kms en solitario y que corría a su bola.
LUIS OCAÑA debió de ser del Atlético de Madrid.
A seguir soñando, que es gratis.
El Atleti nos hace cada vez más fuertes y seguimos soñando más fuerte que los demás.
PedroLuis
Está claro: es una epidemia familiar… Lo de escribir bien, me refiero. Llorar solos o hacerse manuelitas, es como lo de admirar al Atlético de Simeone, un mal (o bien) generalizado.
Por cierto: ¿será para Contador el próximo Tour?
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Pintao
Supongo que le pase a mucha gente, que el Tour de France les llama mucho más la atención que cualquier otras prueba ciclista.
Desde los setenta he sido un fiel seguidor ya bien por radio, ya por tv del desenlace de cada etapa, y he de confesar que el interés se convertía en pasión cuando se trató de Ocaña, Pedro Delgado e Indurain, pues tenían algo de épica nacional. Era como si se confirmara eso de "nosotros también podemos".
La época de Bahamontes la tengo en la nebulosa, pero los buenos ratos que nos hicieron pasar los otros tres a golpe de pedal subiendo como hormiguitas las peladas cumbres de Los Alpes o Los Pirineos no tienen parangón alguno.
Como a base de emociones se nos han quedado grabados los míticos nombres por donde a paso de tortuga y sudando la gota gorda, se moldeaban los triunfos que después se podían mostrar con orgullo en los Campos Elíseos,
Qué me dicen del Tourmalet, y del Galibier, qué? Pues no es nada el Alpes d´Huez y el Aubisque.
Que si Monte Ventoux, que si La Madeleine y el Izoart, para no hablar del Puig de Dome o del Telegrafe.
Cómo me recuerdan al Julio de todos los veranos y a eso de la hora de comer.
En una ocasión de principio de los setenta en mi época de emigrante europeo coincidí con "la serpiente multicolor, acompañada de toda la tramoya como si de un gran circo se tratara. Creo que el lugar se llamaba Nantua en alguna parte del Jura entre Lión y Ginebra. Principalmente lo recuerdo porque era 14 de Julio cosa que en Francia no pasa desapercibida y todo el mundo estaba en la calle y con aspecto endomingado al son de la marsellesa.
A menudo un artículo le hace pasar a uno un rato agradable como en este caso suele suceder y a mayor abundamiento si coincide con imborrables recuerdos personales.
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redaccion
Muy bien señores carrillo
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