A Domingo Acosta Guión, in memoriam
Pues a ti te conozco, vividor,
¿es que no te voy a conocer?
Di tú con exaltado fervor,
ruin haciendo de redentor,
o te veo mañana, o te vi ayer.
Si hoy detrás de un mostrador,
áspid convertida en mercader,
neto de la NATO el ladrón mayor;
coño mama, no has dejado de ser
hijo de lo que en un principio has sido,
es que has creído,
zoquete, por dártelas de humano
o de líder ciudadano,
de ser “hombre de partido”,
idiota que huyes la pelea
a bordo de tal o cual idea,
¿a mí me la vas a dar?
España no te perdona, farsante,
sociópata, traidor, microbio pensante:
para ti, todos son monerías,
arte o postura de comediante:
ñepa o dignidad de rumiante,
así es tu penosa condición.
La tuya y de muchos más
que presumen de “avanzados”,
pero siempre has ido atrás
de los cuartos mal ganados.
Ni ayer, no hoy, ni mañana
has de ser mejor sujeto;
contigo pierde el que gana
el prestigio y el respeto.
Eres masa de la peor levadura,
muy indigesta y malsana;
en la cabeza, caradura,
y de alma sucia y liviana.
Eres de esa morralla podrida
sin juicio y sin redención
que no comprende la vida
si se tiene corazón.
¿Que si te conozco? ¡Y bien!,
pues nunca me has engañado,
gañán fatuo cien por cien,
que hablas solo de prestado.
Quien mire en ti un convencido
del credo de más cartel,
ese no te ha conocido,
ese es tuyo y tú eres de él.
Tu opinión es muy obscura
sobre el verbo creer;
no te da esa calentura;
¡no, porque no puede ser!
Ni esperes que yo respete
lo que en ti hay de más altura
bajo el nivel del membrete;
no tienes más estatura
que un muñeco de juguete.
Ni quieras que me convenza
de tu actitud levantada,
que tú nunca has sido nada,
nada más que un sinvergüenza.