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El callejón
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Tito

A pesar del difícil reto, Tito Vilanova (1968-2014) logró que el Barcelona no echase de menos a su amigo y predecesor, Pep Guardiola. Bajo sus órdenes, el club azulgrana se alzó con el campeonato de Liga, alcanzando por vez primera los cien puntos.

[Dedicado con todo el cariño del mundo a Fernando Torres, uno de los nuestros, que anoche tuvo que defender su dignidad profesional, a las órdenes de un auténtico hijo de puta (lo siento, señora, usted no tiene la culpa de haber parido a un impresentable)]
Pobre Mou. Qué duro tiene que ser sentir que eres un miserable y que todos lo saben y que te halagan porque ganas (no por lo que vales, que no vales un carajo), y que el miércoles, cuando te quedes eliminado -porque si existe justicia poética, vas a caer, cabrón, vas a caer, como te ocurrió el año pasado en la prórroga de la final de Copa contra nosotros, cabrón, contra los mismos de ayer y del próximo miércoles, y si no, tiempo al tiempo…-, no tendrás ningún hombro sobre el que llorar, porque tus esbirros y tus esclavos (estos tipejos jamás tienen amigos) te darán la espalda y te dirán: "¿Ves, bastardo, ves que no eres ningún dios, desgraciado, ves que no eres más que un triste mortal que pierdes la fuerza por la boca y que no posees ni un átomo de dignidad ni de integridad profesional, y que te vendes por un plato de lentejas, porque solo eres un puto perdedor, un patético perdedor, un pobre hombre que cree que ganar lo es todo cuando ganar no es nada porque nada te llevas de este mundo, imbécil, sino el placer de haber vivido, de haber amado y de sentirte amado y de haber combatido y de no ponerte de rodillas y chuparle el culo a tu jefe? ¿Lo ves, infeliz, lo ves?"
Pues eso, pobre Mou, pobre…

José Amaro Carrillo Rodríguez, texto colgado en facebook la tarde del 23 de abril de 2014

Todos sobrellevamos mal el cáncer. El rostro se nos contrae en una mueca lúgubre al escuchar esta palabra, como si el simple hecho de pronunciarla sirviese para convocar a la muerte, de la que este vocablo resulta ser un terrible heraldo.

En general, el ser humano está preparado para soportarlo todo: desde los exabruptos monstruosos de quien se supone que es tu compañero de trabajo y, en el fondo, no deja de ser una pobre y mísera alma atormentada en su propio infierno de mentiras, escoria y mediocridad; pasando por el doloroso vacío que te deja en las entrañas el rechazo definitivo de quien amas; hasta llegar a la inevitable pérdida de un ser querido. Estamos diseñados incluso para aceptar la idea de que más tarde o más temprano hemos de abandonar este mundo al que vinimos sin nada y del que, con muchísima suerte, apenas nos llevamos media docena de momentos verdaderamente felices.

Sin embargo, jamás terminamos de acostumbrarnos a afrontar esa lucha cruel, desigual y terrorífica contra la peor enfermedad de todas. Quizás porque sabemos que, de antemano, estamos condenados, que lo nuestro es una pelea que irremediablemente concluye en derrota. Y todos perdemos esa batalla. [Sí, todos, hasta tú, Fidel, vieja momia embalsamada y putrefacta: algún día tú también te subirás a la lancha de Caronte, tiranosaurio repulsivo y purulento]

No obstante, no deja de resultar admirable y digno de figurar con letras bien grandes en el código genético de esta especie, que es la única consciente de su propia vulnerabilidad y, por tanto, de su total insignificancia, el conmovedor coraje con el que muchos de nosotros afrontan tan seguro fracaso.

Levanto mi copa (que este año espero y deseo sea doble: Liga y Champions) por ti y los tuyos, Tito Vilanova. Olé tus cojones, macho, me quito el sombrero para presentarte todos mis respetos. Que Dios te bendiga, a ti y a quienes dejas aquí abajo, en este purgatorio donde sobran los cobardes y faltan hombres valientes y discretos como tú. Y cuando llegues arriba dale un abrazo muy fuerte a mi tío Fisco, que también es de tu misma estirpe, aunque él, en el fútbol, que le importaba un carajo, sólo era del Mensajero (hasta en eso era peculiar). Y ya puestos, y no te importa, dale recuerdos a Luis Aragonés y pídele que siga intercediendo por nosotros.

Moltes gràcies, Tito.

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