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El callejón
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El negro zumbón

Veinte años después de su última gira juntos, el músico panameño Rubén Blades volvió a reunirse con su banda Seis del Solar. Fue un viaje sentimental a un repertorio lleno de piezas maestras, como “Muévete”, un himno contagioso en contra del racismo.

A Miguel Ángel Carrillo Trujillo, mi padre, del que tanto sigo aprendiendo, en su setenta cumpleaños

"El racismo, esa enfermedad del alma…", dice Rubén Blades, cuando, durante la grabación en vivo de su concierto en el Lone Star Roadhouse, de Nueva York, a finales de octubre de 1989, junto a su banda Seis del Solar, presenta al público (en castellano y en inglés) la canción Muévete, una electrizante e irresistible diatriba contra la discriminación racial, escrita por el propio Blades y con música del bajista Juan Formell, popularizada por la orquesta cubana Los Van Van.

No se me ocurre una fórmula más entretenida y poética de cantar y bailar y, ya de paso (y sin perder el ritmo sabroso), de desenmascarar uno de los peores males que arrastra la Humanidad, como una dolorosa úlcera, desde que el primer simio articuló un sonido que fue lo más próximo a una palabra.

La última semana ha sido pródiga en incidentes derivados de este serio trastorno de la conducta individual que tanto contamina e intoxica el clima de convivencia social: tal es el caso de las imprecaciones dirigidas por aficionados del Atlético al jugador del Levante, Diop, del lamentable lanzamiento de un plátano al jugador del F.C. Barcelona, Daniel Alves, o de la desafortunadísima advertencia proferida a su joven novia por el aún presidente del equipo de baloncesto norteamericano Los Ángeles Clippers, en el sentido de que "ni se le ocurriera volver a la cancha del club acompañada por sus amigos negros".

La contundencia mostrada por la Liga de Baloncesto profesional de EE.UU. (NBA) con el impresentable dirigente californiano (se le ha impuesto una cuantiosa multa, la renuncia al cargo y la prohibición de entrar a un pabellón en lo que le quede de vida) contrasta con la nula respuesta adoptada por las autoridades deportivas de este país (qué raro, ¿no? ¿a alguien le sorprende?) contra la degradante agresión sufrida por el lateral brasileño, quien, en un gesto que habla mucho de su carácter extrovertido y de su acusada vena histriónica, optó por pelar la dichosa banana, darle un mordisco y, a continuación, botar el córner.

La escena, que de no mediar la gravedad objetiva de un hecho infame sería incluso jocosa, me recordó otra lamentable ofensa de la que fue víctima el defensa internacional Luiz Pereira, quien, al recibir el impacto de una naranja, en el estadio Luis Casanova (hoy Mestalla), decidió pelarla con las manos y masticarla gajo a gajo, mientras sorteaba a los delanteros rivales y esquivaba las embestidas de sus contrarios con el despreocupado donaire que le era innato.

A Pereira, que jugaba con la misma alegría y jovialidad con la que se desenvuelve fuera del campo, sus contarios lo llamaban, entre la quedada y el insulto, el "negro zumbón" y en sus cinco años de carrera en España sólo tuvo un conato de incendio la tarde en la que Goyo Benito, un durísimo marcador del Real Madrid, le espetó con su habitual chulería de matón de verbena: "Oye, negro, ¿y tú de qué coño te ríes?".

"De gente como tú, macho, que te tomas demasiado en serio todo esto", le contestó el líbero del Atlético y luego continuó el partido como si tal cosa.

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