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El callejón
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El mono sabio

En su constante búsqueda de la verdad informativa, el diario "El País" ha divulgado esta fotografía en la que, por vez primera, se revela la identidad de los miembros, miembras y miembres que integran el célebre Comité de Expertos que lleva más de dos años asesorando al ministerio de Sanidad.

En su constante búsqueda de la verdad informativa, el diario “El País” ha divulgado esta fotografía en la que, por vez primera, se revela la identidad de los miembros, miembras y miembres que integran el célebre Comité de Expertos que lleva más de dos años asesorando al ministerio de Sanidad.

En estos dos últimos años, que pasan y pesan como décadas, la ciudadanía de este malhadado país ha asistido (primero, estupefacta; luego, apocada; después, confinada; a continuación, deprimida; con el transcurrir de los meses, resignada; y, finalmente, indiferente) a una interminable sucesión de infortunios, negligencias, arbitrariedades, engaños, calamidades y agravios, sin que apenas unos cuantos, cuantas y cuentes, nos atreviésemos a pedir cuentas a tanto charlatán soez y mentiroso que ha hecho verdadera fortuna con el cuento sin fin de vivir a cuenta de los fondos públicos y de condenarnos al pozo sin fondo de una deuda cuyas quebradas cuentas habrán de pagar nuestros nietos, nietas y nietes.

Y semejante oprobio, vileza y expolio jamás hubiera sido posible sin el cómplice silencio de unos medios de comunicación mercenarios (por no emplear el término prostituidos), sin la sonrojante cooperación de la cúpula empresarial, sin la omertá sindical y sin la mayoritaria apatía de una opinión pública en gran medida amedrentada, amordazada y acobardada.

Todo régimen despótico y totalitario necesita, para perpetuarse, de la colaboración necesaria de una legión (bien pagá, no famélica) de esbirros, lacayos y operarios que con su interesado esfuerzo contribuyen a la causa común de la tiranía. En nuestro caso, la insoportable y repulsiva pervivencia del sanchismo (que es una gangrena tumefacta que devora con ferocidad impecable no solo nuestra riqueza sino nuestra democracia) se ve garantizada por un inmenso aparato de agentes a su servicio (entre los que militan infinidad de empleados públicos), siempre prestos y dispuestos, en todo momento y lugar, a mirar hacia otro lado, con tal de seguir percibiendo la correspondiente dádiva, sobresueldo o mordida (en catalán: tres per cent).

De entre tal masa apelmazada e indigerible (e indefendible) de parásitos, de mentalidad gregaria y ética dudosa, ninguno encarna más y peor la grosera mansedumbre (en el fondo, ruin y abyecta) de este permanente estado en descomposición, cochambrosa y empobrecedora, que destruye lo que tanto esfuerzo costó lograr con la ciega voracidad de las termitas, que ese individuo, ese mamarracho con jersey de bolitas, presunto galeno que deja sin sal y pimienta los mejores chistes que Jardiel dedicó al gremio médico (“Son los profesionales que más trabajo proporcionan a los mediums para seguir en contacto con su clientela”) y que ahora vaticina con desvergonzada impunidad (cobra unos ciento treinta mil euros anuales a cambio de ocultar sus gravísimas responsabilidades penales -y las de sus superiores administrativos- en la tardía y desastrosa respuesta sanitaria que se dio a la primera y más letal ola del Coronavirus-19) la poca relevancia que a su juicio (?) va a tener el brote de viruela del mono en España.

Más próximo al monosabio (mozo que en una corrida de toros cuida del caballo del picador, está al servicio de este, limpia el ruedo de equinas boñigas y desempeña otras labores propias de su oficio) que al homo sapiens, este innombrable, este impresentable, este miserable, hace tiempo que debería haber declarado ante un juez, jueza o juece, y estar a la espera de ser procesado por varios delitos.

Sin embargo, no descarten que el siniestro personaje (digno de formar parte del equipo de expertos carniceros que acompañaba a Josef Mengele en sus visitas a los barracones de Auschwitz-Birkenau) termine sus días al frente de la Organización Mundial de la Salud. O de la Cruz Roja Internacional. O de la división europea de Pfizer. O del Ministerio de Sanidad de Namibia. O de secretario general de la NATO. O de asesor para cuestiones fitosanitarias del Grupo Jesuman. O Premio Nobel de Medicina, ex-aequo con los doctores Carballo y Amós.

Tiempo al tiempo.

Mientras tanto, no se pierdan las trascendentales polémicas en torno a la actuación de Chanel en el reciente Festival de Eurovisión, al espionaje de Rubiales a altos cargos del deporte nacional o al retorno del rey emérito (viejo león desgreñado, gallo desplumado, donjuán en chándal, calamitosa y bochornosa sombra de sí mismo): todas ellas, ellos y elles, maniobras de distracción, humo para incautos y alimento desechable para espíritus yermos y conciencias huecas como la cabeza de los sonajas, que asienten, consienten y pacen (sin levantar la testuz) a la par que rumian una especie de soniquete infantil (que empieza con los versos: “Historia que tú hiciste / historia por hacer…”) en este país que hoy más que nunca es a un tiempo dehesa y abrevadero.

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