No sé decir tus obras: no el riente
fruto de tu pensar claro y tranquilo:
porque me lleva el corazón en vilo
la sonoridad de tu voz ausente.
Tu obra es magna, exacta, resiliente.
Tu vida es un recóndito sigilo.
Tu obra es pureza: y es tu vida un hilo
frágil que, aún vivo, te hace ya el Ausente.
Y esa es la gran verdad: esa que llena
tu vida de tu ser más hondo y serio.
Esa: la duda, la ilusión, la trena,
la gangrena, el odio, el cementerio.
La obra tuya es involución serena.
La de Dios en ti… ¡qué vil, cruel misterio!