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El callejón
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El séptimo sello

“¡Qué vergüenza! A “Victims of Communism" stamp would be far more appropriate. These symbols represent imperialism, genocide, poverty, and gulag. Will a swastika stamp be next?”, Garry Kasparov.

“¡Qué vergüenza! A “Victims of Communism” stamp would be far more appropriate. These symbols represent imperialism, genocide, poverty, and gulag. Will a swastika stamp be next?”, Garry Kasparov.

 

Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto”

Apocalipsis, capítulo 8

En cuestión de minutos, el Congreso de los Diputados rubricó, con el voto mayoritario de la cámara, el inicio de una nueva fase en el proceso que, abierto hace siete años (justo con la llegada al poder del más nefasto dirigente que ha conocido este país en cuarenta años de régimen constitucional), tiene por único objetivo la completa desintegración del estado social, democrático y de derecho que tantos muertos, esfuerzos y sacrificios, costó consolidar, después de una cruel guerra civil, de una tiranía aún más despiadada, de una transición con no pocas zonas de penumbra y de la amenaza permanente con la que una banda de criminales nazis nos ha estado sojuzgando durante décadas, agazapada en la impunidad, el miedo y la cobardía.

La exitosa cruzada emprendida por el ex diputado Pedro Sánchez, que en apenas doce meses ha pasado de vagar en el extrarradio de su partido a reemplazar a Mariano Rajoy, trae consigo, como carga añadida al delirante deseo de legítima reivindicación individual cueste lo que cueste y caiga quien caiga, la imposible empresa de conciliar sectarismos incompatibles.

Se abre ahora, por tanto, un inquietante (como poco) periodo de incertidumbre que, casi con toda seguridad, habrá de horadar, con estrépito y contundencia de tuneladora, en las heridas abiertas dentro de la ya maltrecha integridad institucional, financiera y territorial de la nación española, que es patria común e indivisible y no concatenación de naciones, como algunos tratan de postular con el atrevimiento propio de ilusos e iluminados”.

* * *

Los párrafos anteriores aparecieron en este mismo blog hace ahora cuatro años y cinco meses, que es el tiempo que lleva aupado en la cúspide de la soberanía nacional (como el que se sienta en la taza del váter, para defecar cada día sobre ella) un indeseable, sin otro mérito que satisfacer sus propios instintos primarios (única fuerza motriz de una masa encefálica infecta, débil y profundamente rencorosa: no olvidemos que el resentimiento es la energía principal de los perturbados y de los mediocres).

Al carecer del menor atisbo de conciencia, remordimiento ni empatía, este individuo sin escrúpulos, incapaz de albergar el más mínimo rastro de compasión hacia nadie, a lo largo de esa longilínea estructura ósea, que sustenta un sistema orgánico pestilente, acata, obedece, con su mezquina y traidora condición de siervo de los amos que le dictan qué es lo que debe hacer, y prosigue, con la siniestra determinación de un Ahab enloquecido, en su propósito de destruir todo de cuanto bueno pueda quedarle a este país, al filo no ya del precipicio, sino de una cada vez más factible disolución.

Sin embargo, sería sumamente injusto (para la criatura de Melville) tratar de esbozar siquiera una tenue semejanza entre el capitán del Pequod (siempre digno en su suicida empresa de dar caza a la Ballena Blanca) con este miserable, este líder de pacotilla y estadista de Segunda Regional, que ha traicionado a la patria que un día prometió defender, guardando y hacer guardar la Constitución (la misma que ha incumplido con obscena y grosera arrogancia desde el mal día que entró por la puerta de La Moncloa, con el paso romo y corto de los puercos en un jardín) y que no pasa de insignificante testaferro, melifluo y vanidoso adláter y obediente servidor de fuerzas antidemocráticas, mayordomo bien pagado de poderes e intereses que pretenden reventar no solo nuestro actual régimen de libertades (emergido de las cenizas, de los odios ancestrales y de la reconciliación pactada tanto por los vencedores como por los vencidos), sino que tratan de asegurarse que España sea un vertedero, un capítulo arrancado de la Historia, condenando a varias generaciones a la ignorancia, la miseria y el subsidio.

No obstante, para mayor ignominia, esta horrible labor de demolición, programada y obediente, la continúa llevando a cabo tan infame espantajo con la aquiescencia, entre cómplice y liberticida, de quienes le siguen riendo las gracias a este tirano ágrafo y analfabeto disfuncional, mientras nos aproximamos al borde del abismo.

Luego, cuando ya se haya consumado el desastre y el hundimiento sea definitivo, muchos, muchas y muches, que no miren hacia otro lado buscando culpables: les bastará, si tienen arrestos, con plantar su hocico de animales domésticos ante el espejo.

Y, por favor, que no digan que nadie les avisó. O que este desastre no se veía venir.

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