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El callejón
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"Sí o no sí"

Yes or no yes, that’s the question!

¡Sí o no sí, he ahí la cuestión!

¿Por qué debe más dignamente optar el juez noble:

entre aplicar la nueva ley impía a redoble

de consigna pamema y favorecer al contumaz agresor

o contra un par de políticas memas echarle valor,

enfrentarlas y contra ellas con honra perecer?

Juzgar, dimitir, más nunca ejercer,

poder decir todo acabó y en un “¡No!”

sepultar para siempre el doloroso sino

del corazón, los mil y mil quebrantos

que heredó la patria, hoy todo llantos,

por lelos y por siquiera saber tirar penaltos.

¡Quién no ansiara concluir así!

Irse… Desaparecer… Decir no al sí

y sí al no al sí es sí… Morir… Tal vez soñar…

¡Ay! Allí hay algo que detiene incluso al mejor.

Cuando el mundo esté aún peor

y no percibamos ni un grato rumor,

¡qué pesadillas vendrán si solo cuenta el pecunio!

Eso es, eso es lo que hace al infortunio

planta de larga vida. ¿Quién querría en el cogote

sufrir del tiempo el implacable azote,

la deshonra de la injusticia, del zelote

el áspero desdén, las amarguras

del digno que es despreciado, las impuras

penas de una mala ley, del inepto la insolencia,

la hostilidad que los mezquinos y su indecencia

juran al orden corrupto, la democracia pudriendo

y el futuro de tantos hipotecando, pudiendo

de tanto mal librarse ellos mismos alzando

la voz cual punta de acero que pateando,

a Dios rogando y con el mazo dando,

permitiría seguir en esta cansada vida cargando

su fardo tan abrumador? Pero hay espanto

ante el coraje de gritar: ¡Aquí me planto!

Que es: ¡Que os jodan!, en inglés y esperanto.

Es la muerte de aquel país que maltrecho

renuncia ruin y adocenado al estado de derecho

y en todo arruinarse y pudrirse aún está por descubrirse

viajero alguno de aquella nación que así dejó irse

y que de aquesta lóbrega frontera,

que es pozo sin fondo y no pradera,

regresare tras en el averno hundirse.

Porque la falta de voluntad que padecemos,

por obra y gracia de podemas y podemos,

es soportar los males que sabemos

y no querer encarar lo que no ignoramos.

Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos

haces unos inanes pseudopodos

y la ardiente resolución original

decae en cobarde acatamiento anal.

Así también enérgicas empresas,

de trascendencia inmensa, a esa mirada

torcieron rumbo, y sin acción murieron,

como las grandes naciones que perecieron

antes que la nuestra, igual de presas

de tan sumisa mentalidad acobardada,

que hoy solo polvo son, sueño, nada.

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