A Julio Cortázar, a quien tanto queremos, en su primer centenario de vida
Escribo estas líneas para que los demás sepan que, con esta prenda, con este revestimiento entre fatuo y anodino con el que cubren de pudor su falta de vergüenza para otras cosas (y otras causas), las que de verdad importan, viaja un pedazo de mí mismo (y de otros muchos, muchísimos como yo), que penamos en esta suerte de infortunio perpetuo, que nos obliga a permanecer quince horas al día, dentro de un tiempo bajo tierra, inapelablemente abajo, donde ya perdimos la fe y donde los perros o los cerdos reciben mejor trato, ya que al menos ellos desconocen por naturaleza el sentido de la palabra esperanza, que aquí, atrapados en la tupida tela de araña que escupen las máquinas de coser, no es más que una herida dolorosa, aullante, enloquecedora, que sólo se puede callar con la muerte.
Por favor, ayúdame. Ayúdennos.
arodriguez
La esclavitud, o mejor dicho el sistema esclavista, se ha ido transformando con el paso del tiempo hasta asentarse, gracias a la globalización y sus ajustes de "deslocalización", en esos talleres textiles en que se trabaja de sol a sol sin que se vea el sol. Es verdad eso que aquí se apunta sobre la falta de vergüenza.
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