Conscientes de nuestra fragilidad de débiles criaturas al albur del destino y del arrollador empuje de la naturaleza, la gran tribu humana rinde una extraña pleitesía (mitad superstición, mitad rigor científico) a la figura del médico, que es la versión contemporánea del chamán o hechicero, a quien la convicción popular atribuye el don de conciliar el mundo físico (o real) con el mundo (no verificable) de los espíritus.
Mucho ha evolucionado la medicina desde los primitivos asentamientos de homínidos, quienes aún ni siquiera habían descubierto el fuego. Sin embargo, el respeto (e incluso veneración) que los profesionales de la salud continúan despertando entre su clientela tal vez se explique porque éstos sean los únicos capaces de demorar "sine die" el "momento mori".
Como en todos los oficios, ocupaciones y actividades laborales, también en el ejercicio de la medicina legal uno se puede encontrar con excelentes facultativos, genios del laboratorio, prestidigitadores con el bisturí, eminentes especialistas, doctores competentes y auténticos matasanos.
Entendemos que el querido paisano, Andrés Hernández Sánchez (Santa Cruz de La Palma, 1953 – San Cristóbal de La Laguna, 2014), recientemente fallecido tras una inmisericorde enfermedad, figura, por méritos propios, entre la extensa nómina de ilustres galenos que ha brindado la isla de La Palma desde los tiempos del Bachiller Pedro Ortiz, que es el más antiguo del que se tiene noticia en la capital palmera, ya que, gracias al testamento de Gaspar de Socarráz, se sabe que prestó sus servicios antes de 1554.
Licenciado en Medicina por la Universidad de La Laguna, en 1976, el doctor Hernández Sánchez comenzó su trayectoria profesional como médico residente en el Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Universitario de Canarias, dirigido entonces por su recordado y también apreciado colega (y maestro) Damián López Mederos. Entre 1980 y 1994, Andrés, que es como lo llamaban sus muchos amigos y tanta gente a la que desinteresadamente ayudó a lo largo de su carrera, ocupó la plaza de médico adjunto de Medicina Intensiva en dicho centro sanitario. Con posterioridad, pasa a formar parte del equipo que puso en marcha el Servicio de Urgencias Sanitarias 061 (más tarde, Servicio de Atención de Urgencias y Emergencias 1-1-2 de Canarias), del que fue su primer director médico, en Santa Cruz de Tenerife, y luego en todo el archipiélago.
Director regional del Servicio de Urgencias Canario hasta que los problemas de salud empezaron a pasarle una cruel factura, Andrés era un buen médico que, como todos ellos, amaba la vida por encima de todo y se sentía profundamente unido a la tierra que un día lo vio nacer: contaba con una completísima biblioteca sobre la historia de su isla; peleó por fundar la Casa Regional de La Palma, en Tenerife; encabezó durante dos décadas el equipo sanitario que acompaña a Los Enanos, en la noche mágica de cada Bajada de la Virgen y jamás -al menos que se sepa públicamente- le dijo que no a ningún compañero ni a ningún paciente.
Se ha ido discretamente, casi en silencio, soportando el dolor sin molestar a nadie, ligero de equipaje y con la conciencia tranquila.
Descanse en paz, doctor.
Y espérenos arriba por muchos años.
AGenova
Andrés era una persona esenciamente buena -lo que no es poco- que encontraba su razón de ser dándose a los demás.
Gracias, amigo, por honrarnos con tu amistad y cariño a Chary y a mí. Gracias por tu ejemplo.
Ojalá encuentres ahora lo que en vida se te negó.
Te extrañamos y te queremos.
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arodriguez
Gracias, Jose, por homenajear a esta extraordinaria persona. Somos muchísimos los que de alguna u otra forma estamos en deuda con él. Ahora mismo estará reencontrándose con algunos de sus buenos amigos, como Damián López y Pepe Santos, otros dos grandes médicos palmeros.
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spica
A Andrés, aparte de ser una gran persona, un gran amigo y un buen médico, la principal cualidad que lo caracterizaba era la de hacer siempre y en todo lugar el favor a cualquier persona que lo necesitase. Dentro de esa multitud de bienestares que ayudó a proporcionar, me consta que infinidad de ellos, y por razón de paisanaje, tuvieron por incontables beneficiarios de sus bondades a sus conocidos palmeros. Sin embargo, con todo mi pesar he de decir, porque así lo siento, que todo esto no se vio reflejado ni durante los muchos días de su hospitalización así como tampoco en el acto de su sepelio: mucha gente se olvidó de Andrés justo en los momentos más difíciles y en los que él más los necesitaba. Pero nadie mejor que él sabía lo que había. Gracias, Andrés, y que te vaya bien, amigo.
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