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El callejón
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Un Rayo de esperanza

Excelente fotografía de Andrés Kudacki, cámara de Associated Press, que ilustra la noticia, publicada por "El País" la pasada semana, del desahucio de la octogenaria Carmen Martínez Ayuso, que ha recibido la solidaria ayuda del Rayo Vallecano.

Al guionista Pablo Olivares, in memoriam, y a Cesare Zavattini, maestro de todos nosotros 

            Mientras la España rancia, apostólica y romana, rendía culto a las cenizas de la duquesa de Alba ("de la tierra fuiste hecho y a ella vuelves a parar", viene a decir el Eclesiastés), a varios miles de kilómetros de Sevilla, concretamente, en el número 10 de la calle Sierra de Palomeras, en el madrileño barrio de Vallecas, el pasado viernes, la señora Carmen Martínez Ayuso, de 85 años, era obligada, por efectivos de la Policía Local, a abandonar la modesta casa en la que ha vivido los últimos cincuenta años.

La mujer, que avaló sin su conocimiento -no sabe ni leer ni escribir- un préstamo de su hijo, Luis Jiménez Martínez, con un particular, Francisco M., por 40.000 euros, ha visto cómo la cantidad de la deuda se eleva ya a los 77.000 euros y el acreedor se ha negado durante el último mes a aceptar un alquiler social para ella, según denuncia la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Vallecas. La anciana ha tenido que irse a vivir, provisionalmente, a la casa de la novia de su único hijo, un domicilio en el que residen otras ocho personas. Su vivienda está valorada en 160.000 euros. 

"Al ser un prestamista particular, la negociación es más complicada porque este tipo de gente va directamente a por la casa. No les interesa cobrar la deuda porque judicialmente la casa es suya", aseguran indignados los portavoces de la Plataforma, quienes, hace unas semanas, impidieron un primer intento de desahucio. Sin embargo, el viernes se personaron en la citada dirección hasta siete furgonetas de la Policía Municipal, que tuvieron que hacer frente a las increpaciones, forcejeos e incluso algún que otro salivazo por parte de casi un centenar de enfurecidos vecinos.

"Tenemos que ir a asuntos sociales para ver dónde la podemos realojar. Mi mujer y yo tampoco la podemos meter en mi casa porque yo estoy de mudanza y tenemos dos niños. La podemos tener algún fin de semana, pero no hay hueco para ella", se lamentaba su nieto Luis Miguel, de 30 años. 

Se da la desdichada circunstancia de que el causante de este enésimo sainete que acontece dentro del esperpento, entre berlanguiano y arnichesco, en que ha derivado la España actual (que es una estampa tenebrista pintada por el Goya más siniestro, por mucho que algunos desaPPprensivos pretendan hacernos creer que vivimos en un escaparate de El Corte Inglés), no informó a su madre de la cruda situación hasta dos días antes del primer lanzamiento. Fueron su nieto y la mujer de éste los que han luchado por salvar el hogar de la abuela y pidieron ayuda a PAH Vallecas y a la organización no gubernamental Stop Desahucios.

Al parecer, el hijo único de Carmen Martínez Ayuso, la anciana ahora desahuciada, pidió prestado el dinero hace cuatro años, debido a los problemas económicos que atravesó tras su separación, generados al perder su trabajo como agente inmobiliario. Por otra parte, Carmen, que ha sido ama de casa durante toda su vida y que ganaba dinero como limpiadora en domicilios particulares, sobrevive con una pensión de 630 euros mensuales, ya que su esposo, agricultor, falleció, víctima de un cáncer de garganta, hace siete años. Fue entonces cuando el hijo Luis se hizo con la escritura de la vivienda, sobre la que pesaban impuestos sobre sucesiones y plusvalías. "Mi padre no ha querido decir nada y nos enteramos tarde del desahucio. A última hora se ha preocupado y ha hecho lo que ha podido", explica Luis Miguel, el nieto. Fue él quien se reunió en persona con el prestamista, Francisco M. "Vino con su abogado y le dio igual que le pidiéramos un alquiler, dijo que él tenía que irse a vivir allí. Tuvo que marcharse porque los vecinos empezaron a tirarle piedras".

Desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca denuncian que el drama de Carmen no es el único: "Hace días hemos vivido un caso similar en Tetuán. Este tipo de gente [los prestamistas] se parapeta en que su función es sacar dinero y muchos son conscientes, cuando te dan el préstamo, de que no vas a poder devolverlo".

El lamentable estado de indefensión de Carmen Martínez, a la que apenas le permitieron llevarse lo imprescindible (ropa y medicinas), incendió las redes sociales y el curso de los acontecimientos experimentó un giro inesperado cuando, al día siguiente, en la rueda de prensa previa al partido de liga, entre el Rayo Vallecano y el Real Club Celta de Vigo, el entrenador local, Paco Jémez, anunció que el club (el segundo con menos presupuesto de toda la Primera División) iba a pagarle de por vida un alquiler a la anciana octogenaria:

"Nosotros no nos vamos a quedar parados, vamos a ayudar a esa señora. No solo yo, sino el cuerpo técnico y los jugadores. Dentro de nuestras posibilidades vamos a ayudarle y a echarle una mano para que encuentre un sitio para que pueda vivir dignamente y no se sienta sola. Estoy muy orgulloso de poder echar una mano. Me gustaría ayudar a más gente, pero esto es imposible. Nosotros, como club, no podemos pasar la oportunidad de ayudar. Que no se preocupe ni ella ni la familia porque vamos a hacer lo posible. Hablé con el presidente, con los jugadores. Lo que esté dentro de nuestras posibilidades, lo haremos", declaró Jémez.

Tal vez abochornada ante una resolución administrativa tan indefendible, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, confirmó este lunes que los técnicos municipales le estaban buscando una vivienda social a la protagonista de esta historia, que no pudo ocultar su emoción al conocer el ofrecimiento desinteresado hecho desde el club rayista:

"Me ha parecido precioso, son encantadores, les doy mucho las gracias. Son maravillosos. ¡Aúpa el Rayo!".

Aúpa, señora, aúpa. Y permítanos que, citando a Charles Bukowski, le diga que sí, que el mundo fue y será una porquería, pero, al menos, "no todo está perdido, siempre nos quedarán las camareras sensatas" y un rayito, rojo sobre blanco, de esperanza.

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