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El callejón
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Refutación a un miserable

Como método para lograr la justicia (…), la violencia resulta, a la vez, poco práctica e inmoral. Resulta poco práctica porque es una espiral descendente que acaba con la destrucción total. La ley del ojo por ojo nos deja a todos ciegos. Es inmoral porque lo que busca es humillar al oponente más que comprenderle; busca aniquilar y no convencer. La violencia es inmoral porque se alimenta de odio y no de amor. Destruye la comunidad y hace imposible toda hermandad. Sume a la sociedad en un monólogo en vez de promover el diálogo. La violencia acaba por destruirse a sí misma. Crea amargura en los supervivientes y brutalidad en los destructores (…)

Históricamente ha habido un gran debate en torno a la cuestión de los fines y los medios. Desde el tiempo de los diálogos de Platón, hasta Maquiavelo y otros, hubo individuos que argumentaron que el fin justifica los medios. Pero realmente, la filosofía de la no violencia está diciendo que el fin ya existe en los medios. Los medios expresan el ideal en el desarrollo y en el final del proceso. Entonces, a través de historia, vemos que no se puede llegar a fines morales con medios inmorales. De alguna manera, debemos llegar a un punto en el que sintamos la necesidad de coherencia entre los fines y los medios, por así decirlo. Y esto es algo fundamental en la filosofía de la no violencia en su máxima expresión. Nos da una forma y un método de lucha que dice que se puede llegar a fines morales a través de medios morales. También dice que es posible luchar contra un sistema perverso e injusto con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro corazón, e incluso odiar ese sistema injusto, y aun así mantener una actitud activa de buena voluntad y comprensión, e incluso amor, hacia quienes ejecutan este sistema malvado. Este es el aspecto más incomprendido de la no violencia. Aquí es donde quienes no quieren seguir el método de la no violencia nos tratan muy mal a quienes hablamos de amor. Pero yo aún sigo creyendo en esto, porque aún estoy convencido de que el amor es lo que hace que el mundo gire y que, de alguna manera, este tipo de amor puede ser una fuerza poderosa para el cambio social. No estoy hablando de un amor débil. Esto no tiene que ver con tonterías emocionales. No estoy hablando de un atributo sentimental. No estoy hablando de una actitud cariñosa. Sería absurdo que instara a la gente oprimida a amar a sus violentos opresores en un sentido afectivo. Nunca he aconsejado eso. Cuando Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos”, me alegra que no dijera: “Sentid agrado por vuestros enemigos”. Hay gente por la que es bastante difícil sentir agrado. Pero el amor es mayor que el agrado. El amor es la buena voluntad comprensiva, creativa, redentora hacia todos los hombres. Los teólogos hablan de este tipo de amor con la palabra griega “ágape”, que es una especie de amor rebosante que no busca nada a cambio. Y cuando lo desarrollamos, nos eleva a la capacidad de amar a la persona que realiza malas acciones, aunque odiemos las acciones que la persona realiza. Y yo creo que esto es posible. Los psiquiatras nos dicen que el odio es una fuerza peligrosa, no sólo para quien recibe el odio, sino también para quien odia. Muchas de las cosas extrañas que suceden en el subconsciente, muchos de los conflictos internos, tienen sus raíces en el odio. Y por eso dicen: “Ama o muere”. Es por este motivo que Erich Fromm ha escrito un libro titulado El arte de amar, en el que sostiene que el amor es la fuerza suprema unificadora de la vida. Por eso, es maravilloso tener un método de lucha que nos permite enfrentar la segregación y enfrentar el colonialismo con todas nuestras fuerzas, pero sin odiar a los responsables de estos sistemas injustos. Y creo firmemente que es a través de esta poderosa acción no violenta, a través de este tipo amor organizado en acciones multitudinarias, que vamos a ser capaces de transformar las ruidosas discordias de nuestra nación y del mundo en una hermosa sinfonía de hermandad. Ciertamente, este es el gran desafío que tenemos ante nosotros”.

Martin Luther King Jr.

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