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El callejón
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A tono con humor

"Es duro ser amado por idiotas", afirma Mahoma, en esta portada de la publicación satírica "Charlie Hebdo". ¿Quién en su sano juicio puede considerar ofensiva esta viñeta y mucho menos una prueba inculpatoria para una sentencia de muerte?

Sus muchos amigos y discípulos, que en el caso de tipos así vienen a ser la misma cosa, cuentan que "Tono", pseudónimo del comediógrafo, escritor, guionista, director de cine y dibujante Antonio de Lara Gavilán, recibía a las visitas en su último lecho hospitalario (el enfisema pulmonar lo tenía bien atrapado entre sus garras y ya no estaba dispuesto a soltarlo), tratándose de incorporar sobre la almohada y diciendo, muy formal:

"Disculpe que no me levante, pero es que me estoy muriendo…"

            Íntimo y cómplice de Miguel Mihura hasta el final (sobrevivió al fundador de La Codorniz apenas unos meses), Tono, como todo individuo que es extremadamente inteligente, poseía un refrescante y revolucionario sentido del humor, lo que consiste en no tomarse uno demasiado en serio ni a sí mismo ni a los demás. De él, que frecuentó a la aristocracia de Hollywood en sus años de guionista para la Metro, que le pagaba un dineral por chiste, y que trabó amistad (junto a sus contemporáneos Enrique Jardiel Poncela y Edgar Neville) con Charles Chaplin, se relatan infinidad de anécdotas jocosas, como aquella fiesta en la que sus colegas observaron desconcertados cómo intercambiaba confidencias y carcajadas con Albert Einstein.

            -¿Se puede saber que te tenías entre manos con ese loco? -le inquirió uno de los presentes.

            -Estábamos comentando que en la vida todo es relativo.

            De estas y otras tonerías me he estado acordando estos últimos días, en los que se ha vuelto a demostrar, con nefastas consecuencias, hasta qué punto la estupidez humana, azuzada por el miedo al miedo (lo que resulta más absurdo aún que el miedo a la nada), está reñida con el sentido común y, sobre todo, con el sentido del humor, que es el menos común de los sentidos y del que carecen por completo todos los incautos, papanatas e infelices que prefieren vivir en la dudosa certeza de que están en posesión de la verdad, cuando todo el mundo sabe, desde que alberga un mínimo de raciocinio en la sesera, que la verdad no existe, que es la red de mentiras que tejemos bajo nuestros pies para no caer en el abismo de la desesperación.

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