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El callejón
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Un yanqui en la corte del rey Momo

Grabada en pleno auge de la ‘bossa nova’, esta “Ebony Samba” es una composición original del guitarrista Luiz Bonfá, quien la interpreta aquí junto al saxo tenor Stan Getz, el músico de jazz que mejor supo entender aquel bello sonido de Brasil.

De él se decía que era un virtuoso capaz de tocar todo lo que es humanamente posible con un saxo. Según su biógrafo, Donald Maggin, "poseía los talentos musicales de que carecen el común de los mortales". Fue un improvisador absoluto, gracias a una técnica escalofriante y a que estaba dotado de un oído perfecto.

Por la pureza de su sonido se ganó el apodo de "The Sound".

Naturalmente, con semejantes credenciales, Stan Getz, que nació en Filadelfia, ciudad de la fraternidad y cuna de la nación norteamericana (aquí las trece colonias decidieron independizarse de Inglaterra), el 2 de febrero de 1927, no podía ser otra cosa en la vida que músico, carrera que emprendería a la temprana edad de quince años y, antes de cumplir veinte, ya había tocado en las bandas de Jimmy Dorsey y Benny Goodman.

En 1949, su nombre alcanza fama mundial tras grabar el espléndido solo de Early Autumn, con la orquesta de Woody Herman.

Durante sus primeros pasos en solitario, Getz tocó en pequeños grupos. Eran años en los que el irreverente y vanguardista "bebop" afrontaba la recta final y en los que se aprecia la evidente influencia de Lester Young en el estilo del saxofonista blanco. Sin embargo, en una entrevista concedida poco antes de morir, Stan Getz negaba que  hubiese intentado imitar a alguien: "Cuando a los dieciocho años estuve en la banda de Benny Goodman su sonido era tan bueno que me influyó. Luego estaba Lester Young. Escucharle era como hacer una especie de viaje. Pero nunca me propuse hacer lo mismo que él, porque nunca intenté concebir mi música de forma consciente".

En la década de los cincuenta, Stan Getz fue situado dentro del "cool jazz" que cultivaban otros músicos blancos como el saxo barítono Gerry Mulligan o el trompetista y cantante Chet Baker. Sin embargo, el sonido de Getz se resistía a que le pusieran etiquetas, ya que poseía un instinto nato para exprimir al máximo las posibilidades armónicas de un tema. Además, su infalible sentido del ritmo le permitía expresarse con un "swing" inimitable y con una facilidad casi insolente.

En los labios de Stan Getz todas las partituras parecían mucho más hermosas. Su portentosa técnica transformaba en belleza todo lo que tocaba. Algo que se pone de manifiesto en el difícil terreno de la balada, en el que Getz fue, sin duda, uno de los más consumados maestros.

A su regreso de una gira por Sudamérica, el guitarrista Charlie Byrd convencería a Stan Getz para grabar un álbum con canciones de varios compositores brasileños que habían revolucionado la música de su país con un sonido diferente: la "bossa nova".

Aquel disco, Jazz Samba, no sólo sería uno de los más vendidos de 1962 sino que abriría un nuevo capítulo en la historia del jazz y en la carrera de Stan Getz.

A lo largo de la década de los sesenta el propio Getz intensificaría sus contactos con músicos brasileños como el pianista Antonio Carlos Jobim, los guitarristas Luiz Bonfá y Laurindo Almeida o el guitarrista y cantante Joao Gilberto. En compañía de éste último y de su esposa, Astrud Gilberto, Stan Getz alcanzaría la cumbre en 1965. Juntos grabarían un álbum premiado con dos Grammys: mejor disco del año y mejor single, por The girl from Ipanema.

Tras sus exitosos experimentos con la "bossa nova", que lo convertirían en un músico de jazz insólito, es decir, en un artista conocido que multiplicaba sus apariciones públicas en películas y programas de televisión, Getz se apuntaría a la moda del "post-bop" y ya en los años setenta probaría con el "jazz fussion".

En cada una de estas etapas su impronta personal se mantendría inalterada, así como su pasión por la melodía bien hecha.

Durante la década de los ochenta, Stan Getz grabaría numerosos discos. Títulos como The dolphin o Spring is here demuestran el talento de un coloso inagotable.

A pesar de padecer de un cáncer que lo devoraba por dentro, Getz continuó trabajando hasta tres meses antes de su muerte, acaecida el 6 de junio de 1991. Ese día el mundo lamentó la pérdida de uno de sus mejores poetas.

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