Ahora que los (grandes) asuntos del estado español se empezarán a dilucidar (sin cámaras, ni taquígrafos pero con verificadores de sobrada neutralidad y relevancia internacional) en Ginebra, en una casi idéntica reedición de la conferencia de Yalta, conviene recordar aquí lo que, al respecto de la Confederación Helvética, comentaba el personaje de Harry Lime (un siniestro embaucador escrito por Graham Greene y encarnado por Orson Welles, quien, por cierto, era un intérprete tan genial que la crítica francesa, siempre tan equidistante como gilipollas, pensó que el malnacido que traficaba con penicilina adulterada -hoy trabajaría de alto ejecutivo en Pfizer- era el héroe de la función y no su oponente, el mediocre autor de novelas baratas del oeste, Holly Martins, al que daba vida en imágenes un extraordinario Joseph Cotten) y quien, en un arrebato de miserable cinismo, nada más bajarse de la noria del Prater, en la inolvidable secuencia de El tercer hombre, le espeta a su cariacontecido amigo: “Recuerda lo que dijo no sé quién: en Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento; en Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz y ¿cuál fue el resultado? El reloj de cuco”.
Martelero
Le noto un tanto molesto con la farmafiacéutica Pfizer.
El consejo del escarmiento las más de las veces llega tarde.
Francisco de Quevedo
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GALVA
Gran película…
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