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El callejón
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Sesión triste en San Jerónimo Street

Y lo reconoció el hijo de doña Rogelia:
“Esta es la sesión más triste de la historia
desde aquella de infausta memoria”.
Pero nadie allí reconoció el aire de tragedia
sobre esta España estrellada y endeudada
en la que tiritan, rojos, los balances a lo lejos
y el viento de la noche atemoriza a los viejos
de una economía atrozmente pensionada.
Y el líder mioPPe insiste en la sesión más triste
mientras los suyos comen del mismo alpiste
que los otros les tienden abiertos los brazos
aunque luego los traten a trallazos.
Pero cómo no amar las grandes primas fijas,
pensar que lo hacen por el futuro de nuestras hijas,
hijos e hijes, sentir que la legislatura es inmensa,
intensa, y que el tiempo pasa y nadie piensa
lo que importa la palabra dada cuando cumplirla
no es relevante, sino mudarla, cambiarla,
como quien la piel reemplaza, para liarla
por otra que permita luego armarla.
Por eso no busques la verdad entre tantos timos:
ni estos, ni los de entonces, son ya los mismos,
pese a que sí sean idénticos cretinos.
 Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Porque hoy todo es falacia y cuentos de Alvise.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan largo el curso, y es tan corto el recreo.
 Porque en sesiones como ayer todo está perdido
y mi alma se revuelve contra tanto mal nacido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
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