Al amigo y hermano Ruyman Afonso Higuera, por su cumpleaños
El tráfago de noticias relacionadas con la consulta electoral celebrada en toda España este fin de semana no ha podido sepultar el hecho de que, a varios miles de kilómetros de distancia del Viejo Continente, la alta jerarquía de la iglesia católica (Papa Francisco mediante) reparaba (aunque fuese a título póstumo) la deuda pendiente contraída con aquel sector de su apostolado que sufrió, en la década de los setenta y ochenta y en América Latina, el doble escarnio de la persecución criminal perpetrada (con toda impunidad) por las fuerzas de ultraderecha y el vergonzoso abandono del Vaticano.
La multitudinaria y emocionante beatificación del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, acribillado a balazos mientras oficiaba misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer, al norte de la capital, la infame mañana del 24 de marzo de 1980, viene a ser un reconocimiento oficial (y con la cabeza ligeramente flexionada sobre el pecho) de la ingrata labor de evangelización que tantos y tantos religiosos, religiosas y seglares, desarrollan (en muchas ocasiones, en la más absoluta soledad) entre la cruel y salvaje jungla de la Humanidad, mientras muchos de sus colegas (y un número indefinido de sus superiores) deshonran el hábito que no merecen llevar y manchan de abyección y vergüenza el cristianismo cuyos principios presumen de cumplir y divulgar.
A mí, la terrible muerte de monseñor Romero me cogió en el interior del Toyota Corolla de mi padre, aparcado junto a la iglesia de la Virgen de La Luz, en Santa Cruz de La Palma, a la salida de una visita dominical a mis abuelos paternos. Aquello me pareció un sobresalto atroz en medio de una época saturada de sucesos atroces (los atentados diarios de ETA, el ametrallamiento de Sadat en plena parada militar, el asesinato de John Lennon…) y no entendía nada. Absolutamente nada. ¿A cuenta de qué cargarse a un cura? ¿Qué habrá hecho ese buen hombre para encima acabar con él cuando estaba en la eucaristía? Me resultaba el peor crimen posible, ya que no se trataba tan sólo de matar a un hombre sino de atentar gravemente contra el Dios a quien se supone que éste representa.
Aquel espanto, como los retazos de una pesadilla, se fue disipando con el tiempo, arrollado por el vértigo de la vida que jamás se detiene. Hasta que una noche, hace unos veinticuatro años, mi hermano Miguel Ángel (que siempre ha tenido un excelente gusto musical) me insistió para que escuchase una canción de su gran ídolo, un artista panameño del que servidor apenas había oído una nota con anterioridad.
En los altavoces de su equipo empezó a sonar El padre Antonio y casi enseguida me convertí en un nuevo feligrés de Rubén Blades (que pasó a ser uno de mis referentes literarios, musicales y éticos), al mismo tiempo que entendí que quien había muerto una década antes en San Salvador no había sido el mártir sino sus verdugos.
arodriguez
Precioso artículo, Jose. Vas de lo general a lo particular -lo personal- con suma elegancia. Romero se merece recordatorios como este.
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ENANAPATUDA
Y los BEATLES…
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eqn
No es la primera vez que descubro que compartimos emociones parecidas en relación a algunos acontecimientos del pasado. No imaginé que alguien, además de mí, escuchase “El padre Antonio” y que se acercara como yo a la vida de Óscar Arnulfo Romero. Cuántos recuerdos me traes…
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ificrates
https://laradiodelsur.com.ve/2015/05/23/obispos-espanoles-no-participaran-en-beatificacion-de-romero/
" evento religiso en el que se congregarán delegaciones de todo el mundo no contará la presencia de religiosos españoles ya que estos lo consideran como un acto “político”.
La decisión no cayó en gracia al nuncio apostólico de España, Renzo Fratini, quien de inmediato mostró su desacuerdo con la decisión de los obispos españoles.
Antes de confirmarse la noticia, los obispos enviaron sus excusas al nuncio asegurando que debido a sus apretadas agendas no participarían en el evento.
Aunque algunos intentaron cambiar la decisión, ya era tarde, por el tiempo que toma volar desde España hasta El Salvador.
Según la publicación de Religión Digital, Rouco ha sostenido que la “beatificación de Romero es un acto político” y poco le importó “hacerle el feo a la Iglesia Católica salvadoreña y al mismo papa”."
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ificrates
Este hombre, de ideas conservadoras, ante el asesinato de curas y las atrocidades que le contaban, cambió de forma de pensar. Siguió siendo conservador, pero la situación no era admisible.
Fue a pedir audiencia al Papa, a JPII, al que quiere todo el mundo, menos Romero, al que no recibió.
Entonces se puso en la cola, junto a miles de fieles para recibir la bendición papal, y al final llegó hasta el Papa y le reclamó atención.
Pero el Papa venía de Polonia, de un pais comunista y creyó hablar con un obispo comunista, no le escuchó, no supo distinguir las diferentes realidades. Romero volvió a casa y lo mataron, JPII nunca manifestó por ello, cargos de conciencia.
Una cosa tiene buena el comunismo, en cuanto dejó de funcionar en Europa, aquello se disolvió pacificamente, casi sin conflicto.
El capitalismo no funciona y no hay manera de sacárnoslo de encima. Es una ventaja evidente en la que pocos reparan.
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