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El callejón
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A la flor del Nilo

Si de mi baja lira

tanto pudiese el son, que en un momento

aplacase la ira

del animoso viento,

y que la furia de MAR y el fingimiento;

y que las feas patrañas

con el süave canto enterneciese

las fieras artimañas,

los votantes moviese,

y al son confusamente los trajese;

no pienses que cantado

sería de mí, hermosa flor del Nilo,

que el fiero Koldo airado

es quien tira del hilo,

de pasta y muerte y de impudor teñido;

ni aquellos capitales

en las lejanas Caimán colocados,

por cuales los barones

el siervo cuello atados

y los ministros van domesticados.

Mas solamente aquella

fuerza de tu beldad sería cantada,

y alguna vez con ella

también sería notada

la gentileza de que estás armada;

y cómo por ti sola,

y por tu gran valor y donosura,

convertida en ola,

llora su desventura

el triste Ábalos en su gordura.

Hablo de aquel cretino,

de quien tener se debe más cuidado,

que está perdiendo el tino,

a juicio condenado

y al destino de Air Europa amarrado.

Por ti, como solía,

de su brutal ambición no corrige

la furia y gallardía,

ni con freno le rige,

ni con vivas esquelas ya le aflige.

Por ti, con diestra mano

no resuelve la espada presurosa,

y en el dudoso llano

huye cual dama nerviosa

la Justicia cual niña vergonzosa.

Por ti, Lola, su musa,

en lugar de la cítara sonante,

tristes querellas usa,

que con llanto abundante

hacen bañar el rostro del amante.

Por ti, el mayor amigo

te es importuno, grave y enojoso;

y puede ser testigo

que ya de peligroso

naufragio sea causa para tu esposo.

Y ahora en tal manera

vence el dolor a la razón perdida,

que ponzoñosa fiera

nunca fue aborrecida

tanto como tú dél, ni tan temida.

No fuiste tú engendrada

ni producida de la dura tierra

para ser atontada:

que ingratamente yerra

quien nuestros fallecidos desentierra.

Hágate temerosa

del caso de Barbate, y cobarde,

que de ser desdeñosa

se arrepintió muy tarde

y así el alma de Marlaska arde.

Estábase alegrando

del mal ajeno el pecho ennegrecido,

cuando abajo mirando

los cuerpos muertos vide

de los pobres guardias, allí tendidos.

Y al cuello el lazo atado,

con que desenlazó de la cadena

su corazón malvado,

que con su breve pena

compró la eterna contrición ajena.

Sintió allí convertirse

en cruda desolación la riqueza.

¡Oh tarde arrepentirse!

¡Oh última certeza!

¿Cómo te sucedió mayor dureza?

Los ojos se enclavaron

en los tendidos cuerpos que allí vieron,

los huesos se tornaron

más tiernos y crujieron,

y en sí toda la carne convirtieron;

las entrañas mojadas

tornaron poco a poco en piedra dura;

por las venas cortadas

la sangre su figura

iba descomponiendo y su natura;

hasta que finalmente

en duro mármol vuelta y trasformada,

hizo de sí la gente

no tan encabronada

cuanto de aquella iniquidad vengada.

No quieras tú, Begoña,

de los agentes de la UCO las tretas

probar; y no seas coña;

baste que tus perfectas

coimas y hermosura a los poetas

den inmoral materia,

sin que también en verso lamentable

celebren la miseria

de algún caso notable

que por ti pase a triste y miserable.

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