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El callejón
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Carta de san Pablo a los liliputienses

Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en vuestro rey Felipe Felpudo VI de Borbón, Grecia, Malta, Golbasto, Momaren, Evlame, Gurdilo, Shefin United, Mully Ully y Caballero de la Orden de la Perpetua Felonía.

Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido elegidos. Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo y de toda clase de drones. Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. Y ustedes, a su vez, imitaron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de PPitufolandia. En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Baskonia y Catalunya, en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. Hasta los minions cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos y el Cambio Climático, para servir al Dios vivo, verde y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el mar: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera y de la libra esterlina.

Ustedes saben muy bien, hermanos, que la visita que les hicimos no fue inútil. Después de ser maltratados e insultados, en Blefuscu, por medios de marcada orientación derechista y ultraderechista, Dios nos dio la audacia necesaria para anunciarles su Buena Noticia en medio de un penoso combate contra la galaxia digital ultraderechista. Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño. Al contrario, Dios nos encontró dignos de confiarnos la Buena Noticia, y nosotros la predicamos, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones. Ustedes saben –y Dios es testigo de ello– que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. Nunca hemos tenido apego a los cargos. Sí lo tenemos al deber, al compromiso con la palabra de Dios y el servicio al semejante. Hacemos valer la legitimidad de nuestras altas responsabilidades para transformar y hacer avanzar al Pueblo de Dios al que queremos. Tampoco hemos ambicionado el reconocimiento de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, si bien, como Apóstoles de Cristo, tenemos el derecho de hacernos valer y de hacer valer la Sagrada Agenda 2030.

Sin embargo, la gravedad de los ataques que estamos recibiendo mis hermanos en la fe y yo mismo y la necesidad de dar una respuesta sosegada nos hacen pensar que esta es la mejor vía para expresar nuestra opinión. Os agradezco, por tanto, que os toméis un poco de vuestro tiempo para leer estas líneas. Como hermano vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar; porque yo, como hermano vuestro que soy, os aseguro que para pagar todo esto ni un denario ha salido de las arcas públicas, porque en las arcas jamás ha habido un denario.

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de la coalición de intereses derechistas y ultraderechistas que no toleran la Buena Noticia, que no aceptan la Palabra de Dios y que están dispuestos a esparcir fango con tal de: primero, tapar sus palmarios pecados de corrupción y su inacción ante los mismos; segundo, esconder su total ausencia de respeto al Hijo, más allá del insulto y la desinformación; y tercero, valerse de todos los medios a su alcance para destruirnos. Se trata de la vieja alianza de intereses derechistas y ultraderechistas que se extiende a lo largo y ancho de Judea y a las que responderemos siempre desde la razón, la verdad y la fe en Nuestro Señor Jesucristo.

Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mis hermanos en la fe. Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir nuestra sagrada misión apostólica.

Todo ello me lleva a deciros que, en cuanto a nosotros, hermanos –físicamente separados de ustedes por un tiempo, aunque no de corazón– sentimos un ardiente y vivísimo deseo de volver a verlos. Por eso, no pudiendo soportar más, hemos resuelto irnos unos días a Quintos de Mora a orar y a afianzarnos y confortarnos en la fe, de manera que nadie nos perturbe con estas tribulaciones. Ustedes saben que estamos para eso. Cuando todavía estábamos con ustedes les advertimos que íbamos a tener dificultades, y así sucedió, como ustedes pudieron comprobarlo. Por eso, no pudiendo soportar más, sacrificamos al hermano Ábalos a fin de que expiara sus propias faltas, ya que el Tentador lo había puesto a prueba y la carne es débil y, en su caso, blanda en extremo, así que no podíamos permitir que todo nuestro trabajo hubiera resultado estéril.

Esperemos que el hermano Pepe Luis nos traiga en los próximos días buenas noticias sobre la fe y el amor de ustedes, ya que él nos cuenta cómo nos recuerdan siempre con cariño y tienen el mismo deseo que nosotros de volver a vernos. Por eso, hermanos, a pesar de las angustias y contrariedades, nos sentimos reconfortados por ustedes, al comprobar su fe. Sí, ahora volvemos a vivir, sabiendo que ustedes permanecen firmes en el Señor. ¿Cómo podremos dar gracias a Dios por ustedes, por todo el gozo que nos hacen sentir en la presencia de nuestro Dios? Día y noche, le pedimos con insistencia que podamos verlos de nuevo personalmente, para completar lo que falta todavía de su obra.

Que el mismo Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, nos allanen el camino para volver de allí cuanto antes. Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre.

Les rogamos, hermanos, que reprendan a los indisciplinados, animen a los tibios, convenzan a los imbéciles y sean generosos con los sindicatos y medios de comunicación afines. Procuren que nadie devuelva mal por mal. Por el contrario, esfuércense por hacer siempre el bien entre ustedes. Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien los decretos leyes; examínenlo todo y quédense solo con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas. Ya lo dijo el gran escritor francés Jean-Paul Sartre: “La derecha son los cabrones”.

Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en torno al Partido –espíritu, alma y cuerpo– hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.

Hermanos, rueguen también por nosotros. Saluden a todos los hermanos con el protocolo correspondiente. Les recomiendo en nombre del Señor que hagan leer esta carta a todos los hermanos, sobre todo, a los analfabetos, que también son hijos de Dios y votan.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con ustedes y con Emiliano García-Page.

Amén.

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