El encargo, cuyo importe se eleva a 137.000 euros, se llevó a cabo el el pasado 7 de febrero, en una sesión de cinco horas, que tuvo lugar en el Palacio Real de Madrid, en concreto, en el Salón Gasparini, que era la cámara donde, desde el último tercio del siglo XVIII, el Rey se vestía y recibía a sus audiencias privadas (se desconoce si estas se celebraban por mediación de algún remoto antepasado de Víctor de Aldama).
Durante la ejecución de esta obra de incuestionable valía cremartística, el Palacio cerró sus puertas al público (siempre tan incómodo como confianzudo) y los monarcas mantuvieron libre su apretadísima agenda de apariciones públicas, fieles a la ancestral consigna de que los reyes aparecen y desaparecen como reinan y no gobiernan, en cumplimiento de las atribuciones que la propia Constitución les otorga cual pandorgas.
Conocedores del especial celo y dedicación con que la artista estadounidense se toma su trabajo, Felipe VI y Leticia Ortiz le dieron plena libertad a la fotógrafa, ya que en 2013 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Precisamente, en esa ocasión Leibovitz aseguró que le gustaría retratar a los reyes algún día. “Me encanta tomar fotos de familia”, declaró la veterana camarógrafa, que se ha erigido en una oficiosa retratista de cámara de clanes tan entrañables como el de la difunta Isabel II, los Clinton, los Obama o los Dalton.
Para darle un toque de mayor informalidad, la propia Leibovitz pidió a los actuales monarcas españoles que prescindiesen de cualquier elemento ornamental que recordase su condición. “Nada de coronas, diademas, cetros ni armaduras. Quiero lograr un real retrato real realista”, afirman que dijo la fotógrafa antes de estampar su firma en el contrato que apenas incluyó cláusulas de confidencialidad.
En cuanto al vestuario escogido, la reina Letizia ha vuelto a decantarse por su diseñador favorito, Cristóbal Balenciaga, y luce aquí un vestido de gala negro de tul de seda con escote palabra de honor, complementado con una capa de seda salvaje roja. Ambas piezas pertenecen a la colección privada de la Fundación Antoni de Montpalau, están expuestas en Sabadell y fueron cedidas a la reina para esta ocasión a petición personal. La reina también luce un collar y pendientes de las llamas joyas de pasar, procedentes de la colección de joyas de la bisabuela del rey, la reina Victoria Eugenia.
Por su parte, Felipe VI luce el uniforme de gran etiqueta de Capitán General del Ejército de Tierra, con las divisas de Capitán General a ambos lados del cuello y las insignias del Collar, la Cruz y la banda de la Real Orden de Carlos III y las Cruces del Mérito Aeronáutico, Militar, Naval y Aeroespacial. Llegados a este punto, hay que señalar que corren rumores en Zarzuela de que algún insensato pretendió ponerle la banda que lo acredita como presidente de honor de la Afilarmónica NiFú-NiFá, a lo que el jefe del estado se opuso con regias y finísimas formas, tal y como suele ser habitual en él, salvo que lo inviten a visitar Paiporta.
A juicio de Yolanda Romero, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Granada, Jefa de la División de Conservaduría del Banco de España y comisaria de la exposición La tiranía de Cronos (abierta al público en el Banco de España hasta el 29 de marzo de 2025, previa reserva de entrada, y con el co-patrocinio del África Center, Wakalúa y de la cátedra Begoña Gómez de Mecenazgo y Resiliencia de la Universidad Autónoma de Wakanda), “el estilo, la iluminación, la estancia y el posado parecen más propias de un lienzo que de una fotografía, algo completamente intencional, porque son unos retratos muy pictóricos en cuya composición encontramos alusiones a Velázquez, retratista de corte, y a Vázquez, dibujante de trazo sencillo y economía proteica”.
Estas fotografías de Felipe VI y la reina Letizia serán las primeras de unos reyes que formen parte de la colección del Banco de España, ya que las demás piezas consisten en pinturas: del cuadro de Carlos III retratado por Francisco de Goya a la pareja de óleos de Juan Carlos I y doña Sofía que la sevillana Carmen Laffón hizo en 1983 (se desconoce aunque no se descarta que Laffón realizara una versión adúltera de dicho retrato en la que Sofía de Grecia era sustituida por María García García de Totana).