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El callejón
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La Sagrada Familia de la coletita

Fotomontaje publicado por la revista eljueves.com, en el que se recrea la escena más insólita de cuantas se produjeron en la sesión constitutiva de las Cortes que tuvo lugar la pasada semana.

En un efectista y (por qué no decirlo) exhibicionista intento por llamar la atención sobre la necesidad social de conciliar la condición de madre y la de trabajadora, la diputada Carolina Bescansa (Santiago de Compostela, 13 de febrero de 1971) convirtió a su hijo Diego, de apenas unos meses de edad, en el protagonista inesperado de la sesión de constitución de las Cortes.

Como no podía de ser de otra manera, la aparición del bebé en brazos de su progenitora atrajo el interés de cuantos se encontraban en el interior del hemiciclo. La inocente presencia del infante fue, de inmediato, objeto de esa especie de adoración, entre supersticiosa y epifánica, que los seres humanos (tal vez por empatía, ternura o por instinto de protección) dispensan, por regla general, a sus crías.

En consecuencia, los informativos de televisión y las páginas de los diarios se hicieron eco de esta escena de laica religiosidad, en la que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, encarna la figura del padre del niño (de quien, por ciento, nada se sabe) y su compañera de bancada, Carolina Bescansa, desempeña el papel de abnegada madre que cambia los dodotis mientras recoge el acta de diputada.

Sin embargo, fueron los redactores de la revista El Jueves (heroico semanario satírico que sobrevive en estos tiempos de zozobra y de casi absoluta ausencia de sentido del humor) los que consiguieron, con soberbio acierto, elevar esta inusual estampa parlamentaria a la categoría de retrato de temática navideña que evoca el idealizado realismo, la hermosa y apacible dulzura de una Sagrada Familia pintada por Bartolomé Esteban Murillo, en cuyos lienzos lo devoto o lo sobrenatural se inscriben en un contexto de encantadora cotidianeidad.

Características que ustedes pueden apreciar en el fotomontaje que acompaña a este texto y que, sin duda, nos recuerda a un conocidísimo episodio del nacimiento del Hijo de Dios: la adoración de los Reyes Magos, reemplazados aquí, con deslumbrante ingenio, por los entrañables payasos Fofó, Gabi, Miliki y Fofito, cuyo rostro se vislumbra, oculto, tras ese bebé que pasa de unos brazos a otros, en feliz metáfora de una democracia (la española) que, visto lo visto, aún continúa en pañales.

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