En el Congreso de Ámsterdam
hay socialistas que cantan
la Internacional con el puño
y dan su palabra que es truño
mientras agarran la cartera
de los demás cual banda cualquiera.
En el Congreso de Ámsterdam
solo hay delincuentes que roban
con la honradez por bandera
y contabilidad de ramera.
A lo largo de las orillas tristes
de esta Europa de chistes
sin gracia hay sueños que mueren
llenos de promesas que duelen
y con los primeros resplandores
del día se ven todos los horrores.
En el Congreso de Ámsterdam
los charlatanes tan solo hablan
para los públicos que ellos pagan
con el dinero que les mangan
bajo el tórrido calor espeso
de esta farsa de lujo y exceso:
y ellos, ellas y elles en burdeles
retozan entre cuidadas pieles
de meretrices de pies mimados
como peces de colores mojados
dentro de un acuario de oro
que recuerda a una jaula sin decoro.
A Ámsterdam han ido a su fortuna
contar estos lacayos de la media luna
mientras para nosotros son las mortajas,
las sobras, las mondas y las rodajas
a la que estos canallas te invitan
a la par que te ofenden, te irritan.
En el Congreso de Ámsterdam
hay delegados que bailan
al son que otros tocan
como el sonido desgarrado
de un acordeón desinflado
que asemeja el constante atropello
de los que nos están retorciendo el cuello
sin que nadie tenga el gesto valiente
de frenar la caída de esta tierra decadente.
Ya solo quedan súbditos que nacen,
trabajan, cotizan y mueren.
Y jóvenes sin presente ni futuro
y países endeudados y sin un duro.
Y líderes amorales y embusteros,
delincuentes y vende-obreros,
y, para más inri, ineptos y puteros,
que han hecho de las ciudades cagaderos.
Estos granujas se ríen en tu cara,
te venden y te pasan la factura
para que la pagues tú, tolete,
que estás en el fondo del retrete.
Y seguid con la testuz en el suelo:
como la avestruz, de espaldas al cielo.
Hundid bien honda la cabeza
igual que el que reza
y no actúa por pereza
y más temprano que tarde
lo pierde todo por necio y cobarde.
