Apenas transcurridas unas horas del bochornoso espectáculo montado en Valencia, para escarnio y humillación de los vivos y de los muertos, el repugnante sujeto que ostenta la segunda máxima autoridad del estado volvió a protagonizar en el senado (cámara de representación territorial y de segunda lectura de los textos normativos remitidos por el congreso) otra de sus estrepitosas comparecencias públicas. Aferrado en esta ocasión a unas lentes impostadas (cuyo coste viene a equivaler, más o menos, a la mitad del Ingreso Mínimo Vital que estos canchanchanes reparten con entusiasta alborozo para multiplicar la miseria y la pereza) y que le permitían mantener las manos fijas en algo y así no revelar el temblor de esos dedos largos y esbeltos de empleado de pompas fúnebres de un pueblo en mitad de la nada de, pongamos, Wisconsin, y dopado hasta las cejas de relajantes musculares, el individuo volvió a hacer gala de todas de sus cochambrosas virtudes en el noble arte de la oratoria; o lo que es lo mismo: se negó a contestar por aquello que se le preguntaba, alargó marrulleramente el tiempo de sus respuestas, trató de irse por los cerros cenagosos de la desvergüenza y de la propaganda (hijas bastardas de la misma furcia dialéctica: la falacia), se rió con descaro de sus interpeladores e interpeladoras (a uno de ellos, concretamente al portavoz del PP, quien, encantado de conocerse, creyó por momentos encontrarse en el plató de Algunos hombres buenos aunque sin la planta de Tom Cruise ni las réplicas escritas por Aaron Sorkin, le llegó a calificar de “Torquemada”) y mostró un desprecio absoluto hacia la sede parlamentaria en la que permaneció ayer durante más de cinco horas; que es lo propio de alguien de tan torva como mezquina naturaleza: la de un tipo mediocre, zafio, violento, de un ego y ambición desmedidas y que es la perfecta encarnación de esa España imaginaria que solo habita en su hueca cabeza de estadista de burdel, a la que presume defender y a la que destruye con la convicción decidida y enfermiza de los tiranos, de los miserables, de los cobardes, de los tóxicos y de los maltratadores.