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El callejón
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Don Álvaro o la fuerza del cretino

Hola, machangos y diputeros
de mi alcurnia y mi blasón,
mirad, como mal nacidos
de mi calaña y por la casta en pro,
que estas cuentas se defienden,
que no han de revisar ni la UCO ni Dios;
por ellas, quien no estuviere
más limpio que lo está la loca de Sol,
no se profane mi palacio
por ningún puto traidor,
que yo de putos sé mucho
y de bribones, como el que se exilió.
Pues si él es de reyes el primo
primo entre rufianes soy yo;
y soy de esta cochambre presidente
y él es el penúltimo Borbón;
llevándole de ventaja
que su hijo es naipe de baraja
que a mi antojo manejo
con ayuda de Villarejo.

Con gallardo y de roble talle,
con noble y tranquilo aspecto,
pese a su rictus circunspecto,
a Felipón el comisionista,
páter, prócer y líder socialista,
le fue impuesta por el bobo,
ese que sanciona y avala mis robos,
el Toisón de Oro pendiendo
de una preciosa cadena
en la mitad de su pecho
a aquel que se hizo rico vendiendo
a plazos esta tierra sin gloria ni pena
donde un estúpido como yo toca techo.
Y su majestad cubriendo,
rubio, con nevada barba y bigote,
bien agachado el cogote,
todo cuanto ando destruyendo
mientras mi potente diestra ha puesto
a tensionar a jueces y fiscales,
todos ellos ad infinitum discutiendo
en luengas causas procesales
que gastan y confunden al más diestro.

Y entre tanto pleito sin tino
me inhabilitan al cretino
de Alvarito, mi fiscal, mi Vyshinski,
que mi culo lame como el pito Lewinsky.
Aunque el muy pazguato,
que es gilipollas un rato,
fue cogido in fraganti
conspirando animus iniuriandi
contra el tolete del par de Ayuso
y a ser presa se expuso
quien no vale ni para limpiarle
el culo a un bebé ni el pañal cambiarle.
En los mentideros de la corte suenan
ahora rumores que hablan
de próximas elecciones
y yo digo que por mis santos cojones.
Con el semblante de azufre
y con los ojos de fuego,
bramando de ira y de rabia
y faltando a la justicia el respeto,
y con mi estomagante labia
y mi desatado y cruel ego,
acuso al Supremo de lawfare
y al PP de ser su GepPPetto.

Y el pueblo español tan domeñable,
tan ufano en su pereza,
esclavo de su deuda perpetua,
se arrastra, sumiso y miserable,
a suplicarme sin simular su naturaleza
mi aprobación y contento cual fiel recua.
Yo, su Sanchísimo poderoso y sin igual,
quedo indeciso y suspenso, sin rival,
y sin saber qué responder al desafío
de cinco jueces de los que no me fío.
Y, aunque mi interior se goza
con el proceder violento y se mofa
de toda esa puta gente fofa
que sus vanas esperanzas puso
en tenerse por vasallos de Ayuso,
me tengo por tipo listo y discreto
y en nuevos comicios no me meto,
que el margen del triunfo es estrecho
y, pese a que el Borbón me debe mucho,
su lealtad (y la de su gleba) es cartucho
de pólvora rancia y mojada
cuando la derrota es cantada.
Y es por ello que cito a un gentilhombre,
con el semblante lúcido y severo,
a ese mi amo y señor, de nombre
José Luis y de apellido Rodríguez Zapatero.

Sostenido por Bono y su paje Page
desciende este personaje
de familia republicana
con intereses hoy en Dominicana.
Es un tipo de inteligencia objetable,
cuerpo enjuto, cara incalificable,
con dos ojos de comadreja,
cargados de largas cejas.
Y con semblante de simplón,
más de fingido tontorrón
que de verdadera bondad,
ya que el tipo es mezquindad.
Todo en él es mentira y doblez
que oculta su mala jaez.
A España solo la luce en la cartera
porque un alma en extremo artera
solo se forra timando a quien lleva
a la ruina a su patria que es cueva
de ladrones que roban a pajera
aquí y en su tierra extranjera.

Con paso tardo, aunque firme,
sube por las escaleras,
y, al verle, las alabardas
un golpe dan en la tierra.
Golpe de honor y de aviso
de que en Moncloa entra
un grande, a quien se le debe
todo honor y reverencia.
Al llegar a la antesala,
los asesores que están en ella
con respeto le saludan,
abriendo las anchas puertas.
Con grave paso entra el citado,
sin que otro aviso preceda,
salones atravesando el vividor
hasta el lugar donde un servidor le espera.

Pensativo aquí está el monarca,
discurriendo cómo pueda
componer un nuevo apaño
sin hacer a nadie más daño.
Mucho al de Borbón le debe,
aún mucho más de él espera,
y a este quien habla mucho
considerar le interesa.
Dilación no admite el caso,
no hay quien dar consejo pueda,
y Pumpido y Garzón por si acaso
aguardan a que se levante la veda.
En el sillón asentado,
y el codo sobre la mesa,
al personaje recibo,
que, comedido, se acerca.
Grave el ex presiente saluda
y al rey lo mismo le hace
mas como republicano no le place
hacerlo con decoro pues se la suda
el protocolo y lo que diga Teodoro,
el emperador que aquí no pinta nada
salvo que sirve de rima consonada
a la hora de versificar tanto desdoro.
Y, entre severo y afable,
al cabo el nota manifiesta
que sea el Borbón quien aloje
voluntad suya resuelta.
Con tono muy profundo,
pero con la voz entera,
respóndele Felpudo
intentando salir de tal embudo:
«No soy, señor, vuestro vasallo;
vos sois el que ha de dar el callo,
a vos ordenar os cumple
sobre este particular lío fiscal.
Y hacedlo pronto, por Tutatis
o por las chatis, que no quiero que Abascal
ponga en duda mi decencia
ni apele a mi falta de conciencia.
Mi casa Borbón prevalecerá
puesto que es voluntad nuestra
pese a que gobierne la siniestra
y esta sus blasones envilezca,
que a mí me sobra en el orbe mundial
donde vivir sin declarar un real
y sin ensuciarme los pantalones
como aquel que me toca los doblones
y que de Paiporta huyó con los talones
al culo pegados cual rata en pleno naufragio
y que ahora rechaza el sufragio».

Quedéme absorto tras oír el alegato
y de ver en el monarca un arrebato
de tamaña hombría y a Zapatero
pedí que amansara al majadero.

“No tema vuesa Majestad
que la suerte de su estirpe
tieneme también preocupado
y podéis iros con tranquilidad
a ver las ofertas navideñas de FIRPE,
comercio de precios botado”,
le conmino Pepe Luis al soberano
quien así marchóse feliz y campechano.
“Y tú, déjate de hacer el pinga,
que este tonto de capirote
puede ser a la larga tu ruina
y la mía quiebra de rebote,
que la DEA me ha cogido inquina
y el otro loco me corta la minga
si descubren que en Venezuela
en lugar de defender la democracia
me he entregado a la vil cleptocracia
como un rufián de mala zarzuela
-espetóme aquel que fue mi espejo
en zafio sottovoce de tipejo-.
Y ya puedes hablar con quién sea,
que me vale Putin o el presidente de IKEA,
Lula, Petro, Erdogan o el chino,
o Mohamed, tu grande amego.
A todos diles que los riego
con aquello que haga falta
e incluso les doy mi Cruz de Malta”.
Dicho esto, ZP se fue y dejóme confuso,
pues, si a mí recurre quien me puso,
quién será el que cobertura
me dé a mí en cuanto mi desventura
empiece y todo mi yo sea objeto
de despiece como vulgar sujeto
a causa penal humillado y sometido
sin la intercesión salvadora de Pumpido.
¡Ay, mísero de mí! ¡Ay, infelice!
¡Quién pudiera estar en Belice!
Decidme, qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del traidor es haber nacido.

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