Abundan en la naturaleza ciertos parásitos que viven en el interior de organismos animales o vegetales y se alimentan a su costa. Recientemente, aunque por muy poco tiempo, la mayor parte de los medios de comunicación de este país se hicieron eco de una noticia que tenía por protagonista principal a una de estas singulares criaturas. En concreto, se trata de José Ignacio de Juana Chaos, un ex etarra que en 1986 fue condenado por la Audiencia Nacional a treinta años de prisión por participar directa e indirectamente en la comisión de veinticinco asesinatos. Durante dieciocho años, a partir de enero de 1987, en que ingresó en la cárcel, este individuo no sólo recibió comida y alojamiento gratuitos por parte de la Administración Pública, sino que también pudo acceder a una formación académica y se le permitió la reducción de su condena mediante la prestación, intramuros, de determinados servicios laborales.
El ex jefe del tristemente célebre comando Madrid, especializado en descuartizar a través de violentas explosiones a ciudadanos de diversa índole y condición en lugares públicos, habría salido a la calle en 2005 de no haber incurrido en un delito de amenazas graves, proferidas contra funcionarios de instituciones penitenciarias en dos artículos publicados por el diario Egin, órgano de propaganda de la banda terrorista ETA. A pesar de que la Audiencia Nacional lo condenó entonces a otros doce años de reclusión, el 12 de febrero de 2007 el Tribunal Supremo rebajó dicha pena a tres años, a solicitud de la Fiscalía, que se vio muy presionada por el primer Gobierno de Zapatero, que trataba de mantener a cualquier precio la tregua declarada unilateralmente por el brazo armado del nazionalismo independentista vasco.
No contento con ello, De Juana Chaos, que jamás ha mostrado el más mínimo signo de arrepentimiento por el daño causado a tanta gente ("Sus lloros son nuestras sonrisas", llegó a afirmar en una carta, respecto al dolor de los familiares del matrimonio Giménez Becerril, asesinado en 1994), emprendió una controvertida huelga de hambre hasta que el 1 de marzo de 2008 el Ministerio del Interior le concedió una prisión atenuada y fue trasladado a un hospital de San Sebastián. El 2 de agosto de ese mismo año aprovechó un permiso penitenciario para salir ilegalmente de España, rumbo a Irlanda del Norte, en cuya capital, Belfast, se entregó a la policía en el mes de noviembre. Sobre él pesa ahora la acusación de haber incurrido en un delito de enaltecimiento del terrorismo por una carta que un simpatizante leyó en su nombre, en el curso de un homenaje celebrado en su honor, cuando De Juana salió de la cárcel.
El pasado 1 de marzo, dieciséis meses después de su huida, el juez del Ulster, Thomas Burgess, dio el visto bueno a su extradición, aunque sus abogados pueden recurrir dicha resolución ante dos instancias superiores: el tribunal de apelaciones de Belfast y, luego, el Tribunal Supremo del Reino Unido. El juez irlandés explicó que no le corresponde a él, sino a la Justicia española, decidir si hay motivos para imputar a De Juana y ha recordado que éste podría haber defendido esta posición si se hubiera personado en la Audiencia Nacional cuando se le pidió que así lo hiciera. Burgess, que manifestó no tener motivos "para desconfiar de la imparcialidad del juez español", también ha señalado que "presume que su veredicto no estará determinado por las intromisiones de las víctimas" y ha remarcado que "no tiene ninguna evidencia de que se vaya a perseguir a De Juana por otro delito que no sea el que ahora se le imputa".
Por su parte, el ex etarra, que ya ha anunciado en reiteradas ocasiones su voluntad de reiniciar otra huelga de hambre en el caso de que sea finalmente extraditado, había pretendido sin éxito obtener una licencia de taxista en la capital norirlandesa, a pesar de que no habla inglés, para así trabajar en la Asociación de Taxistas del Oeste de Belfast, una empresa vinculada al entorno del IRA y en cuyas oficinas trabaja su esposa, Irati Aranzábal. Sin embargo, la eficaz intervención de Willie Frazer, responsable de una asociación de víctimas del terrorismo del Ulster, que advirtió sobre el sangriento pasado del solicitante, impidió que pudiera ponerse al volante de un vehículo de transporte público alguien que siempre mostró escasa consideración por los automóviles, las furgonetas, los autobuses y los camiones ajenos, así como por sus respectivos conductores y pasajeros.
Sometido a una estricta libertad vigilada, al parecer cuentan que este combatiente por la soberanía de Euskadi anda sumido en una especie de depresión. Tal vez causada por la incomodidad que debe provocarle el saberse un huésped indeseable, mantenido por su mujer, beneficiario de trescientos euros que le proporciona el Gobierno de Irlanda del Norte con cargo al erario público de aquel país e inquilino gorrón en una casa propiedad del Sinn Fein. Ya que dudo muchísimo de que las cuitas mentales de tan repulsivo personaje tengan en absoluto nada que ver con escrúpulos morales ni con remordimientos.
Cuando Shakespeare escribió en Ricardo III aquello de que "incluso la bestia más inmunda alberga en lo más hondo de su alma un sentimiento de compasión" no se refería a José Ignacio de Juana Chaos. Porque, de haberlo conocido, el autor de Hamlet habría tenido que tragarse tan bellas e ilusas palabras.