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El callejón
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Palabras para Ainara

José Agustín Goytisolo (1928-1999) dedicó este hermosísimo poema, "Palabras para Julia", a su hija, a quien puso el mismo nombre que su madre, fallecida en terribles circunstancias, en un bombardeo, en la Guerra Civil. La versión es de Paco Ibáñez

Tus ojos grandes lo registran todo y todo lo abarcan. Y me miran, nos miran, envueltos entre los pétalos de tus graciosas pestañas y parecen hacer preguntas o acaso sólo muestran perplejidad ante los enigmas que se le vienen encima constantemente.

Ya ha pasado un año desde que llegaste. Un año… Porque algún día descubrirás que el tiempo es una más de tantas mentiras. Ya verás: te aturdirán con los minutos y los segundos y te harán creer que es algo que puedes acelerar o ralentizar a tu capricho, pero no es verdad. El tiempo es un rival duro, exigente, sigiloso, que te va quitando pedacitos de vida poco a poco y a traición, y cuando quieres darte cuenta es demasiado tarde. Siempre es demasiado tarde.

No dejes que te engañen con el tiempo. Olvídalo. Esa es una pugna perdida de antemano. Concéntrate en el presente y disfruta de cada instante, de cada bocanada de aire que respires, de cada paso que des hacia adelante, siempre adelante. Sin mirar atrás.

No te detengas en el pasado. La mayoría de las veces no merece la pena. Resulta un esfuerzo inútil, un castigo, un alongarse sin sentido al precipicio de la autocompasión y el martirio. Por eso, escúchate sobre todo a ti misma y aléjate de los remordimientos y de la culpa, que son un veneno para el alma.

Busca, en cambio, la sinceridad y líbrate de los compromisos que suscribas contra tu voluntad. Haz solo aquello en lo que creas y correrás menos riesgo de equivocarte. Aunque sin error no existe aprendizaje, así que no temas cometerlos.

No te olvides de amar. Jamás dejes de hacerlo. Entrega tu corazón a los otros con generosidad, que ellos sabrán como devolvértelo, y no te ofusques si no te ves correspondida. Piensa que la felicidad es la plenitud que se obtiene cuando se da y no se espera recibir nada a cambio y recuerda que no es más dichoso quien más posee sino quien menos necesita.

Manténte fuera del alcance del odio y del rencor y no recibirás sus dentelladas, ya que a través de ellas averiguarías que, en realidad, el mundo es un purgatorio hostil, plagado de seres infelices, egoístas, de desgraciados sin esperanza, y no tardarías apenas nada en convertirte en uno de ellos. Por tanto, trata de cultivar el buen humor y la alegría. No te tomes demasiado en serio a ti misma y verás que la vida no sólo resulta mucho más divertida sino que también aprenderás a eludir la tristeza y la melancolía cuando éstas traten de adueñarse de tus satisfacciones.

Nunca renuncies a tus sueños, son como la llama de un fuego que ha de permanecer encendido: aliéntalos, azúzalos, avívalos, que no se apaguen ni se extingan, porque en los momentos de mayor oscuridad te ayudarán a recordar la causa de que aún continúes aquí.

Valora tu libertad individual y tu autonomía personal como el bien más preciado y no lo canjees por ninguna bagatela que luego deberás pagar con intereses: un amor roto (como un espejo estallado), un trabajo miserable (como un regalo envenenado), una ideología equivocada (como una prenda trasnochada) o una vocación frustrada (como una oportunidad perdida).

Por último, te pido un único favor: no te rindas. Pelea, lucha, resiste, pero jamás arrojes la toalla. Sé fuerte y sé valiente, encara las dificultades como si fuesen la solución a futuros problemas. Que no te venza el desaliento. Busca la ayuda de los demás, porque no te faltará una mano tendida. Porque no estás sola. Porque, en el fondo, la vida es un ilimitado repertorio de posibilidades compartidas. Y la muerte, un sitio tranquilo en el que pararse a descansar para, después, seguir caminando.

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