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El callejón
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La indignación

Esta es la impagable secuencia de la asamblea del Frente Popular de Judea, de la irreverente “La vida de Brian” (1979), la obra maestra de los Monty Python, el irrepetible sexteto de cómicos británicos.

A nuestra directora, Digna Martín, que cada día demuestra que se puede hacer un periodismo más que digno, en medio de tanta indignidad y sin que la indignación le nuble ni el rigor, ni el juicio, ni la fe en que puede y debe existir un mundo más digno 

Una ola de indignación recorre Europa, Oriente Medio e incluso el Callejón del Combate. Por un lado, están los autoproclamados indignados, que han emprendido un movimiento cívico de reivindicaciones varias, que se pueden sintetizar en la exigencia de un mayor grado de representatividad democrática, de un aumento del gasto público en coberturas sociales y de la búsqueda de alternativas al modelo socio-económico capitalista, cuyos desajustes y desequilibrios propician que menos de un tercio de la Humanidad viva a costa del resto. Por otra parte, están los indignados con los indignados (los contra indignados), que son todos aquellos que deben soportar los desórdenes públicos y el deterioro que las protestas de los primeros ocasionan en el mobiliario de calles y plazas y en los negocios de particulares, que se han visto seriamente afectados por la infinidad de campamentos de la indignación que se han levantado en este país, con la sospechosa permisividad de un gobierno indigno, a raíz del ya célebre 15-M. En un tercer lugar, habría que ubicar a los indignados con unos y con otros indignados (los recontra indignados), que sólo desean vivir en paz, sin molestar a nadie con sus propias indignaciones y que empiezan a estar hasta las narices de todos los indignados. En un cuarto grupo hay que incluir a los indignados con los indignados con los indignados con los indignados (ya conocidos como los macro indignados o indignados al cubo), a los que les indigna la indignación ante la indignación ajena y que comparten algunas de las demandas y reclamaciones de todos ellos, menos las de los recontra indignados, a los que ni entienden ni pretenden comprender. Finalmente, en una quinta facción, figuran los indignados con la indignación misma (los llamados meta indignados), o sea, aquellos que protestan porque se pueda protestar aunque, en su obcecada fobia anti-indignación, no comprenden que si protestan contra cualquier forma de protesta se debe a que ellos también protestan. Éstos últimos preferirían vivir sin protestar, pero, en España, desde los tiempos de Viriato, semejante paradoja no entra en cabeza humana, salvo en la del insigne estadista Manuel Fraga Iribarne, que fue siempre muy poco tolerante con las protestas de los demás.

Y a usted, estimado lector, ¿qué es lo que más le indigna?

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