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El callejón
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Rondó a la turca

Cuando, en el verano de 1959, el pianista Dave Brubeck (1920-2012) se encerró en los estudios de la CBS en Nueva York, durante tres sesiones en otros tantos días, en compañía del saxo alto Paul Desmond, el batería Joe Morello y el contrabajista Eugene Wright, su cuarteto ya se había convertido en una de las principales atracciones universitarias en todo el país y había grabado con éxito varios de estos conciertos ofrecidos en campus y high schools. Sin embargo, a esta formación le faltaba apenas un paso para erigirse en uno de los conjuntos instrumentales más célebres de todos los tiempos y dicho salto, gigantesco, sobre todo en lo cuantitativo, se coció a fuego lento en las sesiones discográficas antes mencionadas.

Influido por autores europeos de vanguardia, como Milhaud (de quien fue alumno), Hindemith, Stravinsky o Schoenberg, Dave Brubeck se atrevió a reforzar los componentes melódicos del jazz para así hacerlo más asequible al gran público. La fórmula tendría una enorme aceptación y su mayor mérito radica, precisamente, en haber aproximado esta música minoritaria a las clases medias de Norteamérica. Auténtica proeza que se cimentó a raíz de la publicación del álbum Time Out, del que se llegaron a vender más de un millón de copias en todo el mundo: algo insólito para un vinilo de jazz.

Concebido inicialmente como una especie de experimento, con un riesgo calculado y asumible para la compañía discográfica, esta obra maestra de la música contemporánea integra piezas compuestas en compases inusuales en el jazz (de 9/8 y de 5/4), así como valses y valses de doble tiempo, que no obtuvieron buenas críticas tras su lanzamiento. Sin embargo, la espectacular acogida dispensada a su primer single, Take Five, original de Paul Desmond (hoy en día uno de los estándares jazzísticos por autonomasia) revertió esa mala primera impresión y demostró que el cuarteto de Brubeck había dado de lleno en la diana.

La primera de las composiciones de este disco emblemático, titulada Blue Rondo à la Turk, con su pegadiza melodía, es una clara demostración de lo inhabituales que son los compases con los que están escritos los temas de este álbum. Dicha pieza, de casi siete minutos de duración, arranca con un compás de 9/8 (y el mismo ritmo de la danza turca zeybek, similar a la griega zeibekiko), pero con la poco tradicional subdivisión de 2+2+2+3 (el patrón normal para el 9/8 es 3+3+3), mientras que los solos de saxo y piano están en un compás de 4/4. Este rondó, estructura musical en la que se repite una misma melodía, le fue sugerido a Dave Brubeck cuando, en el curso de un paseo por calles de Estambul, escuchó a unos músicos ambulantes ejecutar una danza popular extremadamente jovial y pegadiza. Al preguntarles a estos anónimos intérpretes de dónde provenía el ritmo que empleaban, los artistas otomanos respondieron que, para ellos, procedía de algo parecido al blues.

La circularidad y naturaleza repetitiva que Brubeck imprimió a esta exquisita joya de mestizaje musical adquiere, no obstante, un cariz macabro si atribuimos a la siniestra coreografía orquestada por Recep Tayyip Erdogan (con la clara intención de confeccionarse una República Turca a su medida), para desarticular lo que a todas luces (e infinitas sombras) parece ser un autogolpe de estado, el esquema del funesto rondó que tantas veces ya ha hecho tocar el Departamento de Estado de EE.UU. en su cruzada contra el Terror Rojo (antes) y la Amenaza Fantasma del Islamismo Radical (ahora).

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