A mi hermano Carlos, que me inoculó la adicción a la cita semanal con el apocalipsis zombi
Hace trece años, la editorial norteamericana Image Comics sacó a la calle una nueva serie, de periodicidad mensual, centrada en la azarosa supervivencia de un reducido grupo de personajes en medio de una humanidad devastada por un virus que ha transformado a la mayoría de sus congéneres en muertos andantes. El gran éxito de esta novela gráfica por entregas (esta semana ve la luz el número 160) no pasó desapercibido al cineasta Frank Darabont (Cadena perpetua, La milla verde, The Majestic y La niebla), quien, en estrecha colaboración con el creador y guionista de las historietas, Robert Kirkman, trasladó a la pequeña pantalla las pesadillas en blanco y negro, de goyesca truculencia, dibujadas inicialmente por Tony Moore y, desde el séptimo capítulo hasta hoy, por Charlie Adlard.
Estrenada en la noche de Halloween de 2010, The Walking Dead no tardó en convertirse en un fenómeno audiovisual de proporciones extraordinarias. Prueba de ello es que, a pesar de ser emitida por un canal de pago, sus picos máximos de audiencia en Estados Unidos han llegado a alcanzar los diecisiete millones de espectadores y nadie duda de que, recién iniciada su séptima temporada y con la garantía de que habrá una octava, esta versión, descarnada y violenta, del apocalipsis zombi es el principal activo de la cadena AMC, cuya mayor contribución al catálogo de piezas maestras de la ficción televisiva, Breaking Bad, agotó su esplendoroso ciclo vital en 2013.
En la madrugada española del pasado lunes 24, arrancó la última entrega de esta odisea en clave gore, que mezcla con macabra precisión ingredientes tan dispares como el cine de terror de vísceras y antropofagia, las más célebres distropías literarias (de 1984 a Soy leyenda), el pesimismo existencialista o ese viaje oscuro al interior de la noche, que es el alma humana, que traza con admirable economía de medios Cormac McCarthy en La carretera. Y, en esta ocasión, el punto de partida no pudo resultar más espeluznante: atascados en mitad de ninguna parte, entre el lento tempo narrativo de los cómics originales y el escalofrío gozoso (y algo masoquista) que demanda en oportunas dosis semanales el multitudinario público del serial televisivo, al equipo de guionistas de The Walking Dead nos les ha quedado otro remedio que sacar a escena a Negan, el nuevo villano, un monstruo sin escrúpulos que, a golpes de su compañera favorita, un bate de béisbol recubierto de alambre de púas al que llama Lucille, revienta el cráneo a dos miembros del grupo de esforzados supervivientes, cuyas penosas y terribles peripecias venimos siguiendo desde hace ya seis años.
Este primer capítulo de la séptima temporada no deja indiferente a nadie y es una dura prueba de resistencia para los espectadores más aguerridos. Sin concesiones, sin apenas resquicios para el sentimentalismo o la esperanza, probablemente estos cuarenta y pocos minutos de puro horror sean el ejercicio de voyeurismo más despiadado y siniestro que jamás se haya ofrecido por la pequeña pantalla.
Tal exhibición de crueldad y crudeza, que deja en la retina el incómodo rastro de los peores sueños, tuvo, días después, su debida réplica a este otro lado del espejo, cuando unos cuantos diputados, en el legítimo ejercicio de su cargo, llevaron a cabo el feroz, indecente y repugnante linchamiento dialéctico del grupo parlamentario socialista, durante la definitiva sesión de investidura de Mariano Rajoy Brey, una vez que el PSOE había quedado partido en dos y abandonado a su triste y desgraciada deriva, tras la inevitable renuncia del secretario general, Pedro Sánchez: líder fallido y héroe fatal de la izquierda, devenido hoy en muerto andante, cadáver viviente que se esfuerza con insensato afán en cavar su propia sepultura.
Juanf
The Walking Dead se queda pequeño después de oír al Sr Rufian llevando su odio al Parlamento español, pena ajena diría yo que no puedo comulgar con aquellos que asesoraron al difunto Chavez y hoy Venezuela esta llena de walking dead por sus calles donde el gatillo alegre o el bate con púas deja huérfanos a niños sin sentimiento alguno por parte del malhechor, nadie puede dudar que no es loable hoy día como lo comenta el Sr Rufian que su madre que lo trajo al mundo siga fregando pisos, prueba de que el no a sido suficiente capaz en darle una mejor vida con su trabajo que de seguro nunca tuvo y hoy se desplaza en odios sobre los demás congresistas quienes con todos sus derechos opta por decidir por quien votar, el reclamar al otro no es otra cosa que prueba de incompetencia, hoy encontramos a muchos ciudadanos que optaron por votar a este grupo que irrespeta las normas de una lugar tan sagrado como es donde se legisla para todos los españoles, cierto que entre tantos que son no son todos tan honestos como quisiéramos que fueran, aun cuando la justicia que allí en el Parlamento se legisla bien puede corregir entuertos, hoy damos pena ajena escuchar al Sr Rufian el cual de seguro se sentirá orgulloso del mal olor de sus palabras contra sus colegas del lugar, con estos señores cerca del poder bueno es tener las espaldas protegidas pues los cuchillos que demuestran llevar van mas allá de lo que nosotros los ciudadanos del común queremos como futuro para nuestros hijos y nietos por venir tener como representantes, señor José Amaro si el pueblo español alguna vez decide que estos rufianes hoy cerca del poder solo me quedaría decir que dios nos agarre confesados, pues Venezuela a la cual ellos inculcaron maldad y de la cual ellos recibieron el dinero para fundar un partido con malas intenciones para recordarle al rey aquello que le espetó al difunto. “Porque no te callas”, una venganza desde las profundidades del infierno al cual hoy tiene sometidos a los habitantes que equivocadamente le pusieron en el poder y ya todos sabemos hasta donde a llegado el infortunio de esa mala decisión que a llevado a la ruina con miseria hospitalaria, hambre y muerte por doquier.
Leer más