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El callejón
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Siesta habanera

Fidel Castro

Cuando Oliver Stone se despertó, emergiendo del sopor plúmbeo y pastoso de su enésima cabezada, el tiranosaurio todavía seguía allí, sentado frente a él, mientras hablaba sin interrupción, en aquella letanía monótona, caduca y fúnebre, de pellejo cadavérico y aliento pestilente.

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