Salen las distintas especies de monos aulladores en las tertulias, en las televisiones, en los programas de telerrealidad. Son tribus dispuestas a defender el territorio, a ganar territorio ajeno, y para ello se zarandean, compiten en sus alaridos. Hay que aullar para marcar el territorio, para advertir a los intrusos. Ninguno quiere bajarse de su árbol, nadie puede llevarles la contraria, y, naturalmente, en la selva el mono más chillón es el que se lleva la audiencia. Manejando el mando de un canal a otro de los 200 disponibles, uno también se siente mono aullador que se deleita con la farsa cotidiana, pues en tertulias políticas, deportivas, concursos varios o Gran Hermano resuena el alarido de nosotros, primates. Todo es teatro, espectáculo vociferante. Pero tuve la suerte de pertenecer a una generación de periodistas que ejerció su trabajo en un periodo excitante.
Éramos jóvenes y atrevidos, y el futuro era nuestro porque Franco tenía que morir, eran tiempos de libertad vigilada y por eso padecimos algunas sanciones, multas, fichas de la policía que nos generaron dificultades a la hora del servicio militar. Pero el régimen tenía los días contados, no se puede ir contra las leyes de la biología y llegó noviembre de 1975. No sin sustos ni el temor que siempre nos generaba la casta militar, contemplamos el nacimiento de la democracia. También padecimos después la angustia que algunas mañanas nos generaba ETA matando a diestro y siniestro, yo era redactor-jefe de Diario de Las Palmas y llegaba a las ocho de la mañana cuando los teletipos empezaban a vomitar los atentados del día. Dicho esto, me reafirmo en que mi grupo generacional tuvo mucha fortuna, pues pudimos ejercer el periodismo en el periodo más hermoso de la historia contemporánea. Las dos Españas que según Antonio Machado helaban el corazón de los recién nacidos confluían al final de los setenta en una voluntad de concordia, y de este modo la reconciliación fue posible más allá de los deseos de venganza. El periodismo se convirtió en el Parlamento de Papel, consolidada la libertad de expresión fueron entrando una a una las leyes de la modernidad, por ejemplo antes las mujeres necesitaban la firma del marido si querían comprarse un coche, tardó en llegar pero fue reconocida la capacidad plena de la mujer, la ley del divorcio, el aborto, etcétera. En tiempos todavía de censura previa, padecimos alguna que otra represión por el hecho de informar, sobre todo en nuestro paso por la redacción de El Día de Santa Cruz de Tenerife, cuando éramos estudiantes en la Escuela de Periodismo de La Laguna, pero ya estábamos acompañados de nombres tan señeros como Alfonso García Ramos y Ernesto Salcedo, y de compañeros que han hecho historia.
El periodismo es el más noble y hermoso oficio, solía decir Gabriel García Márquez. Él, como otros escritores, se inició a través de los periódicos. Fue redactor, reportero de calle, corresponsal en el extranjero. Pero hoy estamos en tiempo de rebajas, la sociedad ha cambiado, los avances técnicos han modificado el modelo, desaparece la publicidad que sustentaba la prensa escrita y nada será ya como antes. Una pregunta clave es si los medios de comunicación fabrican a la sociedad o más bien son consecuencia directa de ella. Evolucionamos velozmente, todo es rápido, todo es efímero, la pasarela se agota en cuanto pasan los quince minutos de gloria de cada cual. La realidad se vuelve una farsa grotesca, una parte de los medios son aulladores, porque hemos cambiado, estamos en los tiempos del espectáculo mediático, los medios fabrican personajillos del teatrillo cotidiano como si fueran gestores de pensamiento. En aras de conseguir audiencias a cualquier precio se lanza a la fama a toda esa gente banal e ignorante que es reverenciada hasta la saciedad. Menos mal que podemos contemplar el renacimiento de la radio, un medio fiable.
La pregunta sería ¿cómo tener una colectividad menos estúpida? Podríamos pensar que con un mejor modelo educativo, podríamos deducir que la gente, es decir nosotros, debería tener un ocio más activo con un mayor consumo de bienes culturales: lectura, arte, teatro, cine de calidad. Esto es complejo, aunque si existieran unos códigos morales en los medios, las cosas irían por mejor camino. Además, en lugares como nuestras islas -donde parte de la clase política es endogámica, se retroalimenta y se sucede a sí misma- el analista independiente puede caer en el punto de mira de quienes mandan. Estamos en la época de lo efímero, los acontecimientos son veloces, hay multiplicidad de mensajes. Pero la prensa canaria siempre tuvo un nivel de dignidad, fue refugio de escritores durante el siglo XIX y buena parte del XX.
El político debe entender que la labor del informador, del escritor, del intelectual es analizar, contradecir incluso, navegar contra corriente. Aquí hay un pleito insular indefendible, un territorio fragmentado y una clase dirigente analfabeta funcional e hipersensible. No quiere aguafiestas, prefiere cortesanos, pero la palabra crítica viene del griego y significa ser capaz de discernir, se refiere a la reacción o el juicio personal ante un tema.
En la globalización hay multiplicidad de fuentes, blogs, guasaps, Facebooks, todos aullamos y el exceso de información genera desinformación. El aluvión de internet deberíamos recibirlo con reserva, pues sale barato manipular en la red, sabemos que los rusos la emprendieron contra Hillary Clinton afirmando que tenía graves enfermedades, que no iba a sobrevivir si llegaba a la presidencia, siempre quedará la sospecha de que Donald Trump ganó ayudado por los del Este. Tantas cosas han cambiado que no recordamos el prestigio del que gozábamos. Hoy los toreros escriben libros, las presentadoras de televisión ganan premios literarios, los futbolistas son los gladiadores del gran circo; triunfa la barahúnda. Y las tertulias y los rifirrafes corroboran que el noble oficio se ha emputecido, no solo a nivel salarial sino en contenidos y aspiraciones. Pero también hay profesionales del periodismo dispuestos a resistir, igual que los libros y los diarios en papel.
Blog La Literatura y la Vida
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Van pasando los días, y el temporal de levante que parecía que se había levantado por lo del el pisito de marra con las proyectadas mejoras en marcha, ya se va calmando.
En este santo país es habitual que lo evidente y que además va quedando más claro que el agua dadas las controvertidas “explicaciones”, va quedando atrás pues no es que levante muchas urticarias en las conciencias del común.
No en vano tenemos unas anchas tragaderas a la hora de juzgar al poder establecido, pues en el fondo acostumbrados durante siglos al absolutismo más absoluto, siempre terminamos pensando que “así es la cosa” y que mejor malo conocido que bueno por conocer.
Es nuestro sino, hay a quien les va peor.
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Desde luego el papel de la prensa en una sociedad desarrollada que pretenda ser minimamente justa, es determinante
No en vano se le ha definido como el cuarto poder, por lo tanto debería poder funcionar con la libertad que se le suponen a los otros tres poderes.
Cómo, si no, podrían ejercer el imprescindible papel que les toca en la marcha del sistema democrático y que no es otro que el de INFORMAR a la sociedad de los entresijos que se van produciendo en la cotidiana toma de decisiones de los que han sido elegidos para ello.
Luego vienen las circunstancias que rodean a todo lo humano en la faz de la tierra. Habrá países donde este papel se de por senetado, y habrá otros donde no hay la más mínima cultura de transparencia informativa, y por lo general todo lo que se mueva ha de ser al gusto del que ostenta el poder.
En mi opinión creo que a la generación de españoles que nos ha tocado vivir en los tiempos que el artículo glosa, nos ha sido de gran provecho una parte de la prensa que sin duda fue valiente a la hora de abrir caminos hacia la democracia y con ello ir creando conciencia colectiva de la importe que era pasar de súbditos a ciudadanos de pleno derecho, cosa que todavía queda bastante labor por hacer.
Luego existe la imprescindible dependencia que tienen los periodistas al medio que les paga el sueldo, pues medios de más o menos libertad de informar, haberlos hailos, y esto se nota fácilmente haciendo zaping o ojeando la prensa.
Lo de la voz de su amo sigue estando vigente, aunque esperemos que con el tiempo y una caña vayan siendo cada día más minoritarios los medios que nos quieren vender el cochino dentro del saco y la, en otros tiempos, generalizadas adhesiones incondicionales, sea algo residual, que seguro que siempre habrá gente para todo.
Por otro lado, no hemos de ser masoquistas y reconocer que calidad media de nuestra prensa, no es mala, y que las nuevas tecnologías de la información redundarán en beneficio de la libertad a la hora de verter opiniones. Para muestra un botón, pues veamos lo que le pasó al flamante Director General de Tráfico con el apaño del pisisto, pues en tres días se levantó un temporal de levante que en otros tiempos hubiera pasado desapercibido.
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