En unas islas con un territorio tan frágil por la superpoblación, la presión turística y por la fiebre constructiva, el hecho de que de manera sistemática cada verano se produzcan incendios que en solo unos días calcinan la masa forestal tan precariamente conservada demuestra que hay manos criminales empeñadas en destruir el patrimonio común. Y es que la mayoría de los incendios declarados en las islas se producen en una orografía complicada, de difícil acceso. Los largos y cálidos veranos, el abandono del campo y la abundancia de pinocha y de plantas secas actúan como disparadores de estos desastres. Con la idea de ejercer el mayor daño posible, este último incendio de las cumbres de Gran Canaria se inicia en los altos de Tejeda, nombrado uno de los pueblos más bellos de España, el incendio se ramifica, se hace muy difícil de controlar, los daños se multiplican en la medida en que el fuego no está dominado. Aprovechando las circunstancias meteorológicas de sequedad y de vientos, las manos criminales prenden varios focos que tardan mucho en ser controlados. No es por desgracia una historia nueva, y ya era raro que estando a punto de acabar el verano no se hubiese producido una catástrofe ecológica de este nivel en nuestras islas, tan acostumbradas desde siempre a que los desalmados se muevan a sus anchas. En los grandes incendios de los últimos tiempos tan solo dos culpables han sido capturados, el de Gran Canaria y el de la isla de La Palma. Ambos están en prisión, pero ello no parece actuar como disuasión suficiente para sus imitadores.
El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, en este mismo mes de septiembre, tras la reunión semanal del gobierno de su región, reclamó un cambio en el Código Penal para equiparar el delito de incendio forestal con el de terrorismo. No pasaría nada por reformar el Código Penal para asimilar el delito ambiental de provocar un incendio forestal con el de atentado terrorista, declaró. Los incendiarios ponen en grave riesgo la vida de las personas, sobre todo en los incendios próximos a las viviendas. Por todo ello, dice Feijoo, deben pagar sus acciones como si fuesen un delito de terrorismo. Feijoo ha recordado que en la época de Alberto Ruiz Gallardón como ministro ya se incluyó la responsabilidad civil del coste de la extinción de un incendio intencionado. La elevación de las penas debería ser una prioridad, recalcó.
Hay evidencias de que el clima está cambiando en todo el mundo, en muchas regiones disminuyen las lluvias y en otras zonas los huracanas son cada vez más devastadores, con pérdidas de vidas humanas, destrozos en propiedades y destrucción de viviendas. Aunque Donald Trump y otros gobernantes sigan negando estas evidencias del desastre climático, la mayoría de los científicos estiman que se está produciendo un calentamiento global, con ascenso constante de las temperaturas y uno de los factores más importantes sería el consumo de combustibles fósiles. La ONU tiene una agencia especializada en el estudio del cambio climático, y recomienda disminuir las emisiones. Ante la actitud obstruccionista de Donald Trump, que se niega a cumplir tratados ya firmados por su predecesor, China y la Unión Europea tratan de aunar sus esfuerzos.
Los veranos son cada vez más cálidos y la elevación de la temperatura se aprecia también en las aguas de los océanos. En este contexto tan peligroso España, Portugal, Grecia, Argentina, Chile e incluso Estados Unidos han padecido en los últimos años incendios muy dañinos, con docenas de muertos, pérdida de viviendas y destrozo medioambiental. Recordemos recientemente los incendios de la isla de Madeira, con cientos de fuegos prendidos simultáneamente en diversos puntos del territorio. Hasta Lisboa ha llegado con frecuencia esa niebla calurosa, densa y amarilla, que es consecuencia del espeso humo procedente de los fuegos declarados en el norte y el centro del país. En un solo día las autoridades llegaron a registrar 455 conatos en lugares distantes, y la virulencia de estos fuegos obligó a cerrar autopistas en las zonas centro y norte del país. Ante ello, los bomberos y los voluntarios que acuden a colaborar tienen ante sí una labor muy complicada. Portugal vive periodos estivales muy largos y muy calurosos y, según datos de la Unión Europea recogidos en un estudio de la Universidad de Vila Real, el país vecino ha registrado más de la mitad de los fuegos declarados en el sur de Europa (Portugal, España, Francia, Italia y Grecia) entre 2000 y 2013, con 10.000 de los 19.000 incendios registrados ocurriendo en suelo luso. Pese a ser uno de los países más pequeños de la UE en tamaño geográfico, también fue dónde el mayor número de hectáreas ardieron durante este periodo: 1,3 de las 3,5 millones de hectáreas que se quemaron en Europa se encuentran en Portugal.
En febrero de este año el periódico The Wall Street Journal habló de la virulencia de los incendios forestales en Chile; en el verano austral los fuegos fueron devastadores, con más de cien incendios en el mes de enero. Se dijo que una parte de esta destrucción sería probablemente atribuida a accidentes de quema de desechos, vientos y sequía. Pero el gobierno reconoció que hubo evidencias de que los incendios fueron intencionados en algunos casos y fueron capturados 43 sospechosos como parte de la investigación. Asimismo, en Argentina y otras zonas de América Latina los incendios son muy devastadores. En noviembre del año pasado el primer ministro de Israel calificó la actuación de los pirómanos en su país como actos de terrorismo. Los incendios azotaron la parte central y el norte de su territorio. Evacuaciones masivas y destrozo medioambiental se sucedieron tras estos desastres, alimentados por fuertes vientos y una humedad muy baja.
En España, tal como sugiere el presidente de la Xunta de Galicia, debería haber una revisión de la ley con objeto de que los pirómanos sean castigados con mayor rigor que hasta ahora. No basta con el arrepentimiento posterior, cuando el daño ya es irreversible. Las masas forestales tardan tiempo en recuperarse, y nunca se regeneran del todo. Hay lugares emblemáticos como la Caldera de Taburiente que han padecido terribles fuegos y, aunque el pino canario tiene un corazón resistente, no cabe duda de que la continuidad de los incendios va degradando el bosque, y en isla como Gran Canaria –tan deteriorada a nivel medioambiental– los daños son de difícil y lenta recuperación. En este sentido, es de esperar algún pronunciamiento del parlamento y del gobierno de Canarias.
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