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Palmero de ida y vuelta
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¿Hacia una sociedad de solitarios?

En las sociedades rurales la gente era solidaria. En la isla de La Palma, por ejemplo, en mi remota infancia comprobé la cooperación instintiva de las gallofas, es esta una palabra medieval referida al Camino de Santiago que en La Palma ha pervivido como tantos otros arcaísmos. En el momento de la siega y de la trilla, de la siembra y la recogida de papas, en el vareo de las almendras, en la necesidad de construir una modesta vivienda a quien vivía en una cueva, en los entierros. En todos estos actos se manifestaba una sociedad instintiva que se autoconvocaba para unir sus fuerzas en momentos de necesidad, en momentos de necesidad.

Para construir una plaza o una ermita, para abrir un camino vecinal, como no llegaban los fondos públicos, la gente unía sus fuerzas, ofrecía su trabajo, lograba el objetivo. En las sociedades más pobres y rurales de la India, Tailandia, Africa o Latinoamérica, todavía subsiste este modelo de sociedad digamos poco evolucionada en la que todos luchan por todos.

En cambio, en nuestro desarrollado mundo occidental ahora cada vez abundan más los solitarios. El Día del Padre ahora en realidad conmemora el Día de los Padres Cabreados, una legión de divorciados que luchan por la custodia compartida. En las últimas décadas en todo el mundo se multiplican los hogares unipersonales. No solo habitados por ancianos que esperan la muerte, y que por cierto suelen encontrarla en la más estricta soledad. También están habitados por gente joven y de mediana edad. En Alemania, Francia, Japón o Gran Bretaña el 40 por ciento de las viviendas están ocupadas por una sola persona. En París el porcentaje sube al 50 por ciento, pero en Estocolmo y otras capitales nórdicas se sube al 60 por ciento. Por cierto: los países nórdicos tienen un alto índice de prosperidad económica, pero también de alcoholismo e incluso de muertes por suicidio.

En EEUU las cifras no alcanzan todavía las de Europa, pero el porcentaje asciende. Y España no queda al margen de esta tendencia. Y tanto en EEUU como en España muchos profesionales jóvenes quieren vivir solos en las grandes ciudades.

Según la Encuesta de Población Activa en diciembre de 2011 había 3.400.000 personas que vivían solas en nuestro país, en su mayoría población no activa, jubilados. Es llamativo que, desde el inicio de la crisis, el número de estos hogares no solo no ha disminuido sino que se sigue incrementando. Este crecimiento es mucho mayor que el del total de viviendas. Lamentablemente, también se ha disparado el número de personas que ocupan una vivienda en solitario a pesar de haberse quedado en paro. Los sociólogos dicen que este fenómeno seguirá en aumento, en primer término por el incremento de la esperanza de vida, cada vez hay más ancianos y, si la salud lo permite, muchos deciden vivir solos antes que con sus hijos o en una residencia. En islas rurales como La Palma no es exactamente así: son las familias las que incorporan al anciano.

(blogdeleonbarreto.blogspot.com)

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