cerrar
cerrar
Registrarse
Publicidad
Palmero de ida y vuelta
Publicidad

Nicolás Melini vuelve a la brega

Nueva edición de El futbolista asesino, del escritor palmero Nicolás Melini.

Acaba de reeditarse en la editorial Casa de Cartón la novela "El futbolista asesino" del escritor palmero Nicolás Melini. El 27 de mayo del año 2000 en el periódico La Provincia publiqué el texto que sigue a continuación, con el título "El tremendismo de Nicolás Melini" y como subtítulo llevaba este: "El comienzo del relato es espectacular y perfila el ritmo entrecortado de la historia." Como homenaje al escritor y a la literatura que están escribiendo los autores de la isla, lo reproducimos.

La primera novela de Nicolás Melini es un texto escrito con lenguaje chispeante y ritmo rápido, una novela de dimensiones más bien cortas por sus 146 páginas, en las que el autor impone un personaje que habla al lector en primera persona, Falo, una presunta víctima del aburrimiento vital. A través de él se conjugan experiencia de la narrativa contemporánea para exponer una visión del mundo en base al absurdo, la violencia, el humor negro y el sarcasmo. El futbolista asesino constituye un la última entrega de La Caja Literaria, la experiencia compartida por Ediciones La Palma y Cajacanarias, en cuya serie de prosa habían publicado anteriormente Ángel Sánchez, Isaac de Vega, Alejandro Cioranescu y Luis Alemany.

El comienzo del relato es espectacular y perfila el ritmo entrecortado de la historia. Diálogos vivos como si estuviéramos contemplando secuencias cinematográficas, una cámara que rastrea el horizonte con escasa adjetivación. Una pandilla de jóvenes afronta la vida como la única aventura que pueden emprender, pero lo hacen desde una profunda abulia, a través del desconcierto más absoluto. Estos personajes típicamente urbanos pueden entretenerse en romper farolas, tirarse a un estanque, hacer el amor o matar gente; caminan del amago de vitalismo a la reflexión sobre la muerte y los amagos de ternura. Por estas carreteras atlánticas de tantas curvas andan los guiños de Samuel Beckett, Sartre, Boris Vian, Ionesco, Kafka, Daría Fo, los existencialistas, los metafísicos y la herencia de tantos otros. Con todo ese mejunje, Melini rescata el paisaje bien conocido de su infancia y sobre él introduce una lúcida impostura, un juego de horrores en el que abundan las referencias culturales: cine, música y, naturalmente, literatura. La necesidad de respuesta frente al paso del tiempo lleva al protagonista a ejercer de un culto a la violencia, como salida a la fascinación que ella moviliza.

Tedio adolescente construido en base a los silencios, el sexo rápido ejercitado preferiblemente con sexo oral y mutuas masturbaciones en vez de con la tradicional posesión, amén del culto a los inevitables héroes musicales, las caídas en el alcohol, la sacralización del fútbol como escape colectivo o la afición a los juegos de rol con muerte incluida, el asesinato de las dulces abuelitas, el patetismo de la relación con el padre alcohólico y depresivo, la construcción de la locura, las invocaciones al suicidio y la tentación de ejercer la violencia, gratuita y compulsiva, desmedida y brutal, pero que podría presentársenos con la misma verosimilitud con que la contemplamos a cualquier hora en los telediarios de cualquier cadena, y eso que todavía no estaban las discusiones y tropelías de os enclaustrados del Gran Hermano. ¿Acaso encontramos aquí las notas de un cierto retrato de grupo generacional trazado con la técnica del realismo sucio y el afán del vacilón subtropical, tan nuestro y carnavalero? En todo caso, y como dice el autor con sus propias definiciones, la realidad es demasiado compleja para abarcarla con veinte datos presuntamente objetivos, así que hace falta tirar de oficio y construir la historia con los mejores recursos de la puta ficción. Además del síndrome de vaciedad y caos cotidiano, también se aprecia la claustrofobia de la pequeña ciudad con paseo marítimo y su maresía de madrugada, un lugar rodeado por los estanques y las innumerables copas de las plataneras sobre los que pica el ojo la luna. Orgiástico y provocador, el texto avanza entre sus meandros: se burla Falo del modo en que lo persigue la policía, se mofa de los ejercicios espirituales en los que pretende introducirlo su primo, se apiada de sí mismo hasta llegar a un final burlón. Hay un ejercicio de canibalismo ejercido por el protagonista, tal vez comerse a la persona amada es el más sublime acto de amor tal como ya vimos hace años en la película japonesa El imperio de los sentidos.

Nicolás Melini nació en Santa Cruz de La Palma en 1969 y desde hace años reside en Madrid, donde escribe cine y literatura, aunque hasta ahora lo conocemos prioritariamente por su dedicación a la poesía. Co-guionista del cortometraje La raya, galardonado en diversos certámenes, ha publicado recientemente un libro de cuentos y tiene pendiente de publicación otra novela así como un libro de poesía. Además ejerce como crítico de de cine en un periódico regional, y escribe con regularidad en algunas revistas, entre ellas La Fábrica. La primera novela de Melini constituye una sorpresa agradable por su perversidad de lenguaje y su afán iconoclasta. Una narración fechada en 1995, ahora en las librerías para acaso convertirse en el anticipo de otras.

 

 

Archivado en:

Publicidad
Comentarios (7)

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Leer más

Publicidad

Últimas noticias

Publicidad

Lo último en blogs

Publicidad