Incluso en nuestras ciudades, tenemos la impresión de que de año en año se incrementan los sin techo, generalmente hombres de mediana edad y edad avanzada que duermen de noche en las aceras, protegidos por cartones y papel de periódico, a veces nos encontramos la sorpresa de que también hay alguna mujer entre ellos. Son seres a los que la vida ha conducido a la marginalidad. El centro de Madrid está cada vez más sucio y, pese a la crudeza del clima, cada vez más lleno de vagabundos. En las capitales canarias también se aprecia el fenómeno, en las calles próximas al Parque de Santa Catalina es muy visible. Claro que en los países nórdicos los vínculos familiares se destruyen con más facilidad que en la Europa del sur, en los países latinos no es tan cruda la realidad. Y detrás de cada una de esas personas suele haber un drama personal: alcoholismo, toxicomanías, divorcio, pérdida del entorno de familiares y amigos. Eran gente que llegaron a tener sus trabajos, sus mujeres y sus hijos, pero lo fueron perdiendo todo. Las contradicciones abundan en nuestro entorno: tenemos cada vez más tecnología pero como somos víctimas de los tiempos, también padecemos la hipercomunicación que lleva a la vaciedad, se nos vienen encima bosques de palabras escuchadas en las tertulias sin que sepamos claramente qué nos quieren decir. Tiempo de noticias falsas y de conspiranoias, ese cuestionamiento de la realidad. Por ejemplo: el hombre nunca pisó la Luna. Con tanta tecnología, cada vez nos comunicamos peor. Los expertos señalan que estamos pasando por una edad media de la información pues los soportes que utilizamos para almacenar datos se hacen obsoletos cada vez más rápidamente. La consecuencia es una pérdida de información masiva. Una paradoja ante nosotros: es más viable que sobreviva una carta escrita en el siglo XIX que un guasap o un correo electrónico de hoy.
La soledad es uno de los males de nuestro tiempo, y aunque exista la impresión de que estamos muy comunicados con nuestros semejantes, cada vez hay más solitarios. Por ejemplo, en las ciudades la gente acude poco a los velatorios y a los funerales, en cambio en los pueblos del interior, en los campos, todavía existe una solidaridad casi tribal. No es lo mismo un entierro en la capital que un entierro en Tijarafe o Tejeda, salvo que sea una personalidad muy conocida en la capital el tanatorio estará medio vacío mientras que en los pueblos rurales cada entierro genera un duelo comunitario. Con respecto a todo ello, hace un par de años se estrenó un documental titulado La teoría sueca del amor, realizado por un cineasta italo-sueco, Erik Gandini, que nos habla del terrible drama de la muerte en soledad de muchos habitantes del país nórdico. Según este documental, uno de cada dos suecos vive solo. Uno de cada cuatro suecos muere solo, y el problema es que nadie reclama su cuerpo. En 1972 se lanzó un proyecto del gobierno: La familia del futuro, una política socialista para la familia, cuyos resultados han sido terribles. Era el gobierno de Olof Palme y Suecia era el prodigio socialdemócrata, años después el propio Olof Palme fue asesinado en la calle cuando salía de un cine y su utopía familiar ha traído la consecuencia de la enorme soledad. Suecia, un país rico, paradigma de la sociedad del bienestar, organiza la vida de sus ciudadanos desde la cuna hasta el ataúd. Hay varios problemas en medio: por ejemplo el clima terrible, con inviernos muy duros, lo cual propicia el alcoholismo y también genera una alta tasa de suicidios. Pues la felicidad humana no puede programarse, porque para ser feliz no te lo pueden dar todo hecho, te lo tienes que construir tú con tus aciertos y errores. Dice el sociólogo Bauman, el autor de la teoría de la modernidad líquida, que la felicidad consiste en superar las dificultades, y ello se pierde cuando crecen las comodidades. Los humanos necesitamos luchar.
El documental al que nos referimos habla del manifiesto elaborado en el gobierno de Olof Palme y en el que se apostaba por despegarse de las estructuras familiares anticuadas y buscar la independencia, el valor más sueco de todos. Había llegado el momento de liberar a la mujer del hombre, liberar a la gente mayor de sus hijos, liberar a los adolescentes de sus padres elaborando un manifiesto La familia del futuro, dice el narrador de la película. La idea era que ningún adulto dependiera económicamente de ningún familiar. El principio es muy simple: cada individuo debe sentirse como un ente autónomo y no como un apéndice de su cuidador. Y para lograrlo hace falta crear las condiciones económicas y sociales. Y a partir de ahora solo las relaciones auténticas nos mantendrían unidos.
Ahora sabemos a través de ese documental que una de las primeras consecuencias de este ideal de Olof Palme fue el creciente número de mujeres que acudían a los bancos de esperma para tener hijos sin necesidad de mantener una relación. El banco de esperma más grande del mundo, una empresa danesa, envía por correo el líquido seminal de donantes voluntarios para su aplicación casera. Las mujeres suecas son sus mejores clientas, hacen el pedido y se quedan embarazadas en su propia casa, en estricta soledad. Podremos preguntarnos ¿para qué servirán los hombres en el futuro?
Una agencia estatal se ocupa de buscar a los familiares de los fallecidos a los que nadie reclama. Es duro no tener a nadie que te acompaña en la agonía, solo en un hospital, abandonado en un parque o una cuneta. Los refugiados sirios acogidos se preguntan: ¿Dónde están los suecos? No hay manera de conocerlos. Son casi herméticos, no comunican sus emociones. Pueden estar casados o vivir en pareja, aunque cada uno en una casa diferente. También allí se dan divorcios entre gente muy mayor, por ejemplo en España parece raro divorciarse cuando tienes 75 u 80 años, pero en Suecia sí se observa. Hay grupos que se han ido a vivir a los bosques en comunidad, también hay batidas de voluntarios que buscan a personas desaparecidas los fines de semana. Un famoso cirujano sueco se ha ido a vivir a África, Etiopía concretamente, porque allí se siente acompañado. El sociólogo Bauman dice que estos nórdicos han perdido la habilidad de la socialización, y al final les queda el vacío, la insignificancia de la vida y el aburrimiento. El dinero y el confort no hacen la vida mejor.
Blog La Literatura y la Vida
idafe
Un apunte de la Europa del futuro,a primera hora de la mañana veo mujeres con pañuelo llevando al colegio tres, cuatro niños y a mujeres sin pañuelo paseando a su perro.
Saludos.
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pevalqui
Gracias Luis, por ofrecernos la oportunidad de intervenir en un tema de tan candente actualidad. En un futuro próximo lo será en mayor medida. España es actualmente el octavo país del mundo en cuanto a políticas sociales se refiere; el segundo en la donación de trasplantes de órganos. Y todo ello a pesar de no haber cumplido con los acuerdos acordados por el anterior gobierno de Rajoy respecto de la política migratoria de la UE, una de las causas principales de la eclosión del populismo y de la extrema derecha en Europa. Países como Hungría y Austria son una buena muestra de ello. Pero también tenemos el caso de Polonia y otros países del entorno mas cercano como Gran Bretaña y su Brexit (si bien con otras peculiaridades más afines al Reino Unido). Se están viendo las nefastas consecuencias, no solamente para el resto de Europa sino especialmente para la ciudadanía británica.
El progreso de cualquier sociedad, se mide también por la adecuada implementación de políticas sociales, en las que la atención a los mayores como a las personas con movilidad reducida, deben ser contempladas como uno de los principales renglones. Hay determinadas comunidades autónomas que tienen programas de acogida en familias (no solamente en fechas navideñas). Podríamos señalar muchas más anécdotas fuera de España. Valgan los ejemplos anteriores. Saludos compartidos. Y buena estancia en tu isla natal.
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lleon
Gracias, gracias Historias humanas en La Habana o en Copenhague, muestran la sensibilidad del autor de este comentario, que es también un viajero constante, y sobre todo un observador de las realidades sociales y humanas Gracias Pedro
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pevalqui
/Mi soledad se siente acompañada/ por eso a veces sé que necesito/ tu mano, tu mano/ eternamente tu mano/…, canta Pablo Milanés; Pablito, como cariñosamente se le conoce en La Habana. Allí vive en una modesta vivienda, en El Vedado. Numerosas edificaciones de casas terreras unifamiliares precedidas de pequeñas zonas ajardinadas, cuya desgastada pintura exterior, muestra el paso del tiempo y la desatención propia de la precariedad con la que se vive en la Isla Esmeralda. Las palmeras que las circundan te ayudan a protegerte de la luz solar del trópico. Ir y venir de gentes ausentes del bullicio que late algo más allá, en la zona conocida como La Habana vieja, donde la Salsa y el Son reviven diariamente a través de los trovadores callejeros, a la espera de una moneda que otorgue más colorido a sus sonrisas y a sus muestras de espontánea alegría ante la curiosidad de los turistas, interrumpidas por un “gracias papá” o un “gracias mamá”.
Una soledad acompañada alejada del bienestar nórdico, de la infancia o la vejez británicas. Una soledad fiel al dicho de que “las penas compartidas son menos”. Allí, en las calles, con tiempo soleado, ese que con frecuencia deslizaba la frescura de la narrativa de Soledad Puértolas, anunciando esperanza. A diferencia del bienestar del que se rodea la soledad en soledad nórdica, la que presagia tristeza, en la que la crudeza del clima, con un invierno que se prolonga desde Octubre hasta Mayo con escasez de luz solar, te encierra en tu casa, en tu jaula de oro. Donde aumentan esas frías y tenebrosas estadísticas que nos hablan de violencia de género. Donde el vodka y el gin tonic ahogan las penas, y la depresión conduce al suicidio a tantos ciudadanos.
Allí, como nos sucedió en una ocasión con una viejita de forma ocasional, tomándonos un cortado en una terracita en Copenhague, aprovechando la bonanza del tiempo, aquella mañana agosteña (nublada y con escasos quince grados); esas viejitas dispuestas a contarte retazos de su vida con nostalgia y tristeza -a poco que muestres señales de acercamiento y empatía-, de aquel pasado que nunca volverá, con el consuelo de la visita ocasional de uno de sus tres hijos, mientras su existencia se consumía en medio de cuatro paredes con calefacción, y los beneficios que otorga la Social Democracia nórdica. /Si alguna vez me siento destrozado/ /Renuncio a ver el Sol cada mañana/ /Rezando el credo que me has enseñado/ Veo tu cara y digo en la ventana/ /Yolanda, Yolanda, eternamente Yolanda/. El dilema está servido. https://youtu.be/ijIfPabCBoI
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