Cada verano estás muy pendiente de las previsiones meteorológicas. A ti, que a fin de cuentas sabes mucho de esto, te complace comprobar que en años cada vez más secos la alerta amarilla pronto se vuelve naranja. Cuando viene la calima sahariana, cuando la humedad baja al 30 por ciento, es el gran momento de coger la camioneta o el coche todo terreno y aprovisionarte bien. Material combustible, garrafas de gasolina, mechas. Puede que seas un experto en extinción de incendios, quién sabe si un agente forestal que han dejado en paro, acaso un bombero profesional o voluntario.
Cada vez hay más gente sin trabajo, víctima de los recortes. Y tú quieres demostrar que falta personal, que haría falta contratar mucha más gente. Además, y esto lo sabes bien: los incendios son casi siempre por la tarde, al atardecer, cuando se extienden las sombras. ¿Y por qué? Porque entonces ya han terminado los turnos de la mañana de los servicios y el movilizar gente para apagar el fuego supone muchas horas extras a las instituciones. Lo tienes claro: sabes que no van a ahorrar ni un céntimo. Sabes bien que tienes que recorrer kilómetros, de poco vale prender solo un foco. Tienes que prender en varios sitios, para que el efecto sea más determinante. Además, actúas por contagio. Puede que el primer fuego del verano sea en el Pirineo, el segundo en Valencia, el tercero en Tenerife, el cuarto en La Palma, el quinto y más devastador en La Gomera. Sin olvidarnos de que tú o tal vez otros amigos tuyos en pocos días volverán a pegar fuego en los montes de León, otra vez en Tenerife, otra vez en La Palma, otra vez en La Gomera.
Dicen los expertos que la piromanía es un trastorno psicológico raro, pero tan raro no debe ser cuando tú sabes muy bien lo que debes hacer. ¡Cómo explicar el gozo que sientes al sembrar las llamas, relajación, placer, intensidad emocional, casi un orgasmo al presenciar cómo crecen, incluso al extinguirlas participando en las brigadas como si tú no hubieses tenido nada que ver con ellas! Nadie te descubre, nadie te delata. Tienes la suerte de vivir en un país donde destruir lo público no importa mucho, penas irrisorias y beneficios penitenciarios. La piromanía es un desorden mental muy raro, dice internet, y los pirómanos nunca van a hospitales psiquiátricos. Así nos va.
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PedroLuis
"Diarpe", desde mi punto de vista, toca usted al menos dos temas vitales, ambos difíciles (no imposiobles) de resolver en el mundo que vivimos.
1.- En la época de "nuestros abuelos" (para los que somos mayorcitos, incluso padres), no se habí producido el éxodo rural y la gente vivía en entera comunión con su entorno ambiental, que utilizaba, cuidaba, explotaba… porque era en gran medida su medio de vida. Se producian muchos conatos, pero había menos que quemar, a menos que los incendios alcanzasen a las grandes masas forestales (en general monte público), que solían estar aisladas del entorno rural (ahora abandonado y convertido en un polvorín). Conseguir invertir esa tendencia es deseable, pero en absoluto fácil, menos cuando a nuestros ganaderos-agricultores (campesinos) potenciales se le ponen las cosas difíciles por criterios conservacionistas, ecologistas, economicistas (REA), etc. En cualquier caso, este es un asunto que precisa análisis, reflexión y, al menos, intento de solución. No es fácil, porque nos gustan los cabritos, el queso, los tunos, las uvas, los higos… menos atender las cabras, las vacas, las tuneras, la viña o las higueras… Sobre todo cuando es un trabajo (duro, muy esforzado, por cierto), en el que los beneficios económicos del producto se reparten más en la cadena de distribución que en el campesino que los genera.
2.- Hipertrofia burocrática y política en los actuales medios de extinción. Desde luego. Con verdadera voluntad política este es un asunto que "parece" más fácil de resolver. Pero somos una "especie" que complica las cosas. A la vista está. Vamos a dejarlo así.
También yo me he extendido más de lo que pretendía. Disculpas y saludos.
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Diarpe
El problema, a mi entender, es que casi nunca se detiene al culpable, si lo hay. Por muy grande que sea la pena, si no hay a quién aplicársela, de poco puede servir.
Este es un tema del que todo el mundo opina, con mayor o menor tiento. Incendios siempre los habrá, por lo que deberemos estar preparados para sofocarlos, pero me parece que la actuación de nuestros políticos, no nos aporta nada bueno para el futuro.
¿Por qué no dejan de pasarse la pelota de unos a otros y se sientan a estudiar cómo hacerlo mejor en el futuro? ¿Quizás no interesa? Yo, a veces ya pienso mal, cosa que antes no solía hacer, pero hay tantas evidencias…
Antiguamente no había medios, ni motosierras para cortar un pino, ni palas mecánicas para abrir una buena trocha, ni cubas de agua con mangueras a presión, ni helicópteros, ni hidroaviones, ni UME, ni bomberos profesionales, ni nada, pero si había bastantes conatos de incendios y, sin embargo era muy raro que un incendio alcanzara las dimensiones de los actuales. ¿Por qué no estudiamos lo que hacían nuestros abuelos para su extinción? A lo mejor, si hacemos ese estudio con detenimiento y voluntad de aprender, sin menospreciar aquellos métodos por antiguos (aunque eficaces), podríamos llegar a algunas conclusiones interesantes.
Cuando el Incendio de la Montaña de Enrique, en El Paso, estuve a las doce bastante cerca y veía una pequeña columna de humo, que el viento en ese momento desviaba hacia el Norte, por lo que pensé que lo apagarían en poco rato, pues estaba muy cerca de los vecino. Poco tiempo después fue grande mi indignación, cuando vi la fuerza que le dejaron coger, y recalco que lo dejaron, porque tengo noticias de que llegaron efectivos con bastante rapidez, pero según tengo entendido, hay que seguir estrictamente el protocolo, que si llega la 1ª cuadrilla, que se hacen una idea de la situación, que llaman e informan a sus superiores, que si éstos tienen que informar a otros de más arriba, hasta que les llega la orden de actuación a los que están al lado de el fuego, pasan una hora o dos que son cruciales, pues en ellas el fuego coge fuerza y si sube a las copas no hablemos. Mientras no haya unas brigadas de actuación rápida que e media hora estén efectivamente trabajando en la extinción, estaremos perdidos.
Pide disculpas por haberme extendido tanto, pero es tal mi indignación que me saolgo de quicio. Abrazos
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ificrates
Conozco dos casos concretos en La Palma:
Hace unos años, hubo un incendio en Tijarafe, por una parrilla mal apagada. El individuo fue a juicio y resultó condenado.
El incendio de hace dos años en Fuencaliente y Mazo, lo provocó un volador. La responsabilidad fue del ayuntamiento que autorizó lanzarlos. No se ha movido el proceso, no se porqué.
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lleon
Perdón: también hay quien me reprocha que no diga que en los incendios canarios se quema mucha propiedad privada; ha sucedido en La Palma, La Gomera, Tenerife y en todas partes. El efecto es el mismo: nunca hay presuntos culpables. Solo en Gran Canaria fue a la cárcel quien pegó fuego en la cumbre hace cuatro o cinco años, un incendio devastador.
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lleon
Gracias, amigos, por las valiosas aportaqiones. El "desorden social", que comenta magníficamente Pedro Luis, es más visible que nunca. Amigo Ifícrates: ignoro si tenemos las penas más altas de Europa para los pirómanos, pero lo cierto es que por aquí todos se van de rositas. Los hidroaviones no se quedan en Canarias, tardan más de un día en llegar, Paulino y Soria se odian a muerte porque ahora les conviene, lo cual no excluye que se vuelvan a querer pronto. Somos víctimas de la mala gestión de nuestros representantes. Somos un país mal gobernado: da igual que esté el PSOE o el PP. Y somos una sociedad en la cual solo funciona bien el fútbol. Y pare de contar.
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PedroLuis
Más que “desorden mental”, paréceme a mí que la piromanía actual es una clara consecuencia del “desorden social” que padecemos, más proclive a incendiar que a apagar. Incendian:
– los resentidos sociales;
– los ignorantes malintencionados;
– los gandules; los delincuentes;
– las alertas naranjas y rojas;
– los programas espectáculos;
– los políticos oportunistas e irresponsables, siempre más preocupados por un puñado de votos que por el monte que se quema;
– la burocracia inútil o injusta; el REA que engorda a los que menos les interesa el campo; el desencuentro con la naturaleza y con el medio rural ajenos del mundo urbano;
– la ausencia de armonía y corresponsabilidad entre los servicios de vigilancia y la administración eficiente de la justicia;
– los técnicos que hemos olvidado que la silvicultura y la gestión del territorio, en un mundo antropizado, pesan tanto como las estrategias yo medidas de conservación.
– los ecologistas, que confunden el querer con el poder o el saber.
– el clima mediterráneo, con al menos tres meses de sequía estival. Más cuando se está al lado de esa inmensa estufa, el Sahara, que con frecuencia nos envía episodios de siroco, seco y cálido.
– Finalmente, sí, existe algún enfermo mental, poquitos, que como Nerón es posible que sientan el placer de las llamas. Pero estos casi siempre hacen una hoguera casera. No incendian el monte en tres o cuatro puntos diferentes. ¿En equipo?, no lo creo, no hay tantos pirómanos. Volvemos entonces a los primeros epígrafes.
Repito, eso me parece a mí, que no descarto estar equivocado, al menos en parte, porque esa es otra… De los incendios, como del fútbol y del tiempo, todos hablamos y opinamos. Hacerlo con tino y buena literatura, como don Luis, es un mérito al alcance de pocos.
Saludos para todos.
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pevalqui
Tema tan complicado como complejo de solucionar. Antes de ayer circulábamos desde el Tanque hasta Santiago del Teide en dirección Sur, y se nos fue el alma al suelo.
¿Soluciones?. Haberlas, haylas, al menos para ponérselo más difícil a ésta lacra de gente. Ciertamente, es desolador.
En ésta ocasión, coincido mucho con las tesis de mis antecesores contertulios. y por supuesto con la tuya, Luis. Yo me he hecho la misma reflexión: una pena convertida en fatalidad.
Buenas noches. Saludos cordiales.
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ificrates
Siento no coincidir, pero somos el país con las penas más duras de Europa y la población carcelaria más numerosa después de Usanolandia, en proporción.
El recurso al endurecimiento de penas es una salida muy manida ya de nuestra clase política. Solo refleja una clara pereza mental y escasas conexiones dendrita-axon.
Eso si faltan peritos formados en detectar la causa de un incendio y poder probar su origen y autor. Así es complicado obtener condenas.
Ademas el presupuesto en prevención de incendios pasó, en Canarias, de 160 000 euros el año pasado a 0 euros este año.
Los incendios se previenen en invierno. La mejor manera es hacer el bosque rentable, para que lo mantengan limpio, sin gasto público. Es lo más barato, pero también puede acometerse por parte del Estado, en su forma autonómica municipal o de defensor del pueblo con motosierra.
Hemos perdido, miles de cabezas de vacuno los últimos años. ¿Cuantas toneladas de pinocha que antes se recogia y ahora no se recoge supone eso?.
Otra es, que no adquirimos un helicóptero Kamov, que carga 4 500 l por los 5 000 l y pico de un hidroavión, pero de agua salada del mar. Quien dice uno, dice dos o tres. Aunque medios hay.
Otro tema es la escasa coordinación en la extinción de un incendio. ¿Hay simulacros, cursos? , lo dudo mucho.
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dumilde
La piromanìa debería estar penada mas duramente. No hablamos de penas como a los terroristas o asesinos, pero si bastante ejemplares. Sobre todo, deben pagar por lo quemado. Queman 1000 hectareas pues X años de càrcel, queman 10 mil hectàreas pues lo que corresponda. Ademàs exigiéndoles un pago económico por los daños y ciertos trabajos a la sociedad cuando salgan, pues avanzariamos mucho en el tema.
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rvalcarcel
Interesante reflexión sobre la mente de los pirómanos.
Una realidad que se produce todos los veranos y nos hunde en el pánico y en la miseria.
Un beso grande, grande.
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