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La insoportable levedad de la política

Hace mucho tiempo, Javier Tusell publicó un libro titulado Tiempo de incertidumbre, en el que se hablaba de los primeros tiempos de la transición en España inmediatamente después de la muerte del dictador y con Arias Navarro todavía ejerciendo de presidente provisional del gobierno junto al Rey Juan Carlos. Hace también mucho tiempo el escritor checo Milan Kundera publicó una novela referencial que hablaba de la inutilidad de la vida y la teoría del eterno retorno de Nietzsche, según la cual todo lo que hemos vivido ha de repetirse eternamente. Uno de esos libros que marcan una época, cuando los países del Este querían cambiar su modo de vida. Un texto muy logrado con su toque filosófico y psicológico, con su pesimismo existencial. Así, la novela titulada La insoportable levedad del ser destrozaba la vida en pareja, el amor, el compromiso, la fidelidad, y tantas otras cosas. Vivimos una sola vida, una sola vez, y muchas veces la asumimos tan aturdidos que resulta muy fácil cometer errores. Es lo que dice esta obra maestra: siempre vivimos a oscuras, siempre somos taciturnos y contradictorios porque el sentido de la propia vida se nos escapa. No tenemos respuestas para las grandes preguntas tipo de dónde venimos, por qué vivimos y hacia dónde vamos. Es lo que ocurre con los acontecimientos políticos de nuestro país: ahora sabemos que nos han tocado vivir años de incertidumbre, de volatilidad y de fuga precipitada hacia adelante en los que nada parece claro ni seguro, porque ya no hay esencias permanentes e inmutables sino que todo es líquido y variable. La propia transición que creíamos felizmente dejada atrás vuelve a plantearnos sus luces y sus sombras. Y entre el juicio del “procés”, que podría durar hasta casi el verano, la pugna encaminada a conseguir la difícil aprobación de los presupuestos, las negociaciones y contubernios de última hora a varias bandas, la constatación de que todo estaba en el aire y con ello la propia convocatoria o no de elecciones generales, el ánimo del pueblo llano está desconcertado.

No es para menos. Hubo una manifestación llena de banderas como si las banderas fueran elementos arrojadizos que pudieran ser lanzadas al contrario, y las cifras de asistentes no cuadraban fácilmente. El panorama está inundado de esto que llamamos fake news, noticias mentirosas, manipulaciones aquí y allá.  Las informaciones vienen marcadas por el partidismo de quienes las generan. Grandes palabras, manifiestos con algún que otro exabrupto, el ambiente de manifiesta exaltación recuerda otros tiempos, sobre todo los tiempos de la explanada del Palacio de Oriente, donde Franco hablaba, según las crónicas de la época, ante un millón de españoles. Además, la levedad de nuestros mediocres políticos queda en evidencia cuando se ponen a hablar de esto y de aquello. A falta de verdaderas argumentaciones, la manifiesta levedad de la política adopta recursos teatrales, golpes de efecto, guiños. ¿Quiénes les asesoran para que el esperpento nacional haya llegado a tamañas proporciones?

Como si la transición hubiera sido un paréntesis inútil, el tiempo de los extremos ha regresado para quedarse. Todos los escenarios confluyen en una representación grotesca: un juicio de calado mayor, unos presupuestos difíciles de negociar, unas elecciones anticipadas. El clima de crispación se asienta para no marcharse como consecuencia inevitable tras las soflamas, y de este modo llegan las profanaciones de las tumbas y otros gestos que creíamos superados por el inexorable paso de los años Pero ahora los ultras campean por doquier, en una vuelta atrás sin concesiones. Estamos en un tiempo de muros contundentes: los que levantan Donald Trump, el Brexit, Putin, los nacionalismos envenenados, la desaceleración de la economía, etcétera. La extrema derecha cunde en media Europa, en Francia por ejemplo tienen ya una parte de las instituciones en su mano y tiende a crecer, la llegada a la presidencia parece estar a tiro de piedra, a la hija de Le Pen le ha venido muy bien el caldo de cultivo creado con la inmigración, la dificultad de adaptación de parte de esos inmigrantes, los golpes del terrorismo islámico. Por todas partes crecen las acechanzas, y puede que estemos viviendo uno de los momentos peores de la historia reciente de la humanidad.

Llevamos unos meses terribles, en que han desaparecido grandes valores de la actividad cultural. Desde Pepe Rivero, fundador del Museo dedicado a su abuelo el poeta Domingo Rivero, a los poetas José Rafael Hernández Santana, Francisco Tarajano y Juan Jiménez y ahora nos ha golpeado la temprana muerte de Antonio Lozano, con solo 62 años, ese hombre del sur. Antonio Lozano, nacido en Tánger de origen andaluz pero establecido en Agüimes como enseñante, fue un entusiasta y emprendedor en el mundo de la cultura. No solo fue un catedrático de Francés en un instituto sino que ideó cosas importantes para la comunidad. Ese espíritu de servicio, su afán por organizar cosas, le valieron el reconocimiento de sus convecinos. Eran los tiempos en que el alcalde Antonio Morales consiguió la rehabilitación estética de Agüimes, que hasta entonces casi era tan solo un lugar con viento en la áspera y seca geografía del sur de la isla. Morales logró un espectacular cambio de imagen del municipio, con casas hermoseadas, museos, esculturas y hasta un teatro. En ese caldo de cultivo Antonio Lozano tenía tiempo para estrechar lazos con África, traducir a algunos de sus escritores, promocionarlos en Casa África, hacer su propia obra literaria que casi siempre consistió en retratar esa realidad cruel y hermosa a un tiempo del continente vecino.

El festival de teatro que Antonio Lozano consolidó ha tenido numerosos reconocimientos dentro y fuera de las islas. Con el paso de las sucesivas ediciones, tanto el Festival del Sur y como el festival de Narración Oral fueron objetivos que han multiplicado su prestigio. Como autor, su debut con la novela Harraga, del año 2002, recibió el premio Novelpol a la mejor novela negra publicada en España y una mención especial del premio Memorial Silverio Cañada 2003 a la mejor novela negra, convocado por la Semana Negra de Gijón. También debemos citar obras como El caso Sankara, premio internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona, así como Preludio para una muerte, La sombra del minotauro y El desfile de los malditos, la última de sus obras. Los derechos de autor para la creación de una serie televisiva sobre su personaje el inspector García Gago fueron adquiridos hace poco. A Lozano le gustaba investigar la injerencia imperialista en los gobiernos de África, las terribles injusticias sociales.

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