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Palmero de ida y vuelta
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El Paraíso de Antonio Arroyo

Breve noticia de otro escritor palmero: Antonio Arroyo, profesor de Lengua y Literatura en el instituto de Guía, Gran Canaria, nació en Santa Cruz de La Palma en 1957, y es el secretario de la Asociación Canaria de Escritores, ACAE.

¿Sigue habiendo abundancia de poetas en Canarias? Sí. Pero para Antonio Arroyo la poesía actual no puede ni debe ser el resultado de un recetario académico. Para el autor antes que la poesía está la vida concreta de quien la escribe y el entorno que lo rodea y permite una suerte de transmutación. En la creación poética no se trata de decir la verdad sino, como dice Olvido García Valdés, de no mentir. Que no es lo mismo, pero es más efectivo. Así pues, hay que buscar otra realidad, transfigurarla o subvertirla: Aunque caves la tumba del lenguaje, / vendrá otro lenguaje de otra lluvia. / Y si cavas en ti saldrás tú mismo / a llenar tu agujero de luciérnagas, dice Arroyo en Caballo de la Luz.

Licenciado en Filología Hispánica por La Laguna, intervino en tertulias en el Ateneo, en recitales en el Paraninfo, en revistas diversas. En 1984, con el novelista Roberto Cabrera, músico del grupo de jazz Gato Gótico, y la también poeta y músico Olga Luis Rivero, crea la revista La Menstrua Alba. En 1991 publicó su primer poemario, Metamorfosis, en la revista Azul, texto que fue elogiado por el crítico Jorge Rodríguez Padrón. Su libro más reciente, Esquina Paradise, publicado en 2008 por El Vigía Editora, nos trae sus versos desgarrados, rotos, que son un vómito de luz.

Para él escribir es algo imprescindible, una lucha sin cuartel con el lenguaje, esa desazón, esa alegría vinculada a la vida. Luis Feria, Carlos Edmundo de Ory, Rafael Arozarena, Valery, Manuel Padorno, Domingo Rivero, Alonso Quesada son sus nombres imprescindibles para acotar la vida que sale al paso, con sus continuas metamorfosis. Estima Roberto Cabrera que este autor es voz y paisaje, lengua viva y profunda donde el silencio se hace signo. "A mi lado no hay nadie, ni yo mismo", señala. Sobre la Cueva Pintada de Gáldar escribe Arroyo lo siguiente: La casa de la luz / es la casa de todos, / los rostros invisibles que soñaron / con el destello azul del horizonte. / La casa de la luz / enciende el farallón de su mirada / y alimenta esta tierra de sosiego / pues el grano retoña en el olvido / y el fruto del mocán no endulza auroras.

Este grupo de Arroyo, Roberto Cabrera y Olga Luis Rivero nos ofrecen su propuesta de una literatura alternativa, cocida en el fogón de un pensamiento propio, fructificada en revistas literarias y en tertulias de Santa Cruz de La Palma y La Laguna. Como dice Cabrera, "la universalidad de la poesía canaria está fuera de toda duda, pero no como un concepto aséptico y vacío, sin referentes ni identidad, sino como un habla viva llena de sonoras resonancias y silencios de un mundo interior y exterior." Así, Arroyo viene a ser una especie de Saulo Torón de la nueva era, y en sus versos hallamos una consigna elemental: amar la vida. Pues su arte poético está asentado en la comprensión de nuestra condición humana. Todos somos timoneles y soportamos la furia del vendaval y el impacto de las olas, porque sin la navegación ni la tragedia no aprenderíamos a encontrar el corazón de la autenticidad, ni el sentido de la existencia. La poesía, ya digo, sigue siendo consustancial al alma insular, diríase que la una se proyecta en la otra con una gran normalidad.

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