Tenemos abundancia de viento y sol, pero no les sacamos suficiente partido a las energías alternativas porque los intereses de las eléctricas son poderosos y devastadores, cotizan en bolsa y asaltan el bolsillo, son uno de los mejores negocios, por eso la tarifa eléctrica no para de crecer. Hubo un ministro canario, el señor Soria, buen alcalde y mucho peor ministro, que en su gestión cortó muchas expectativas para las energías renovables y ahora el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, lo dijo alto y claro, apuntando a los líderes mundiales que se cruzan de brazos ante los riesgos del cambio climático: Lo que falta es voluntad política a la hora de parar la guerra contra el planeta, advirtió. Se trata de una de esas reuniones estelares de la que se espera mucho y que normalmente acaba deshaciéndose en agua de borrajas; los países en desarrollo como India y China no quieren renunciar a alcanzar el estatus del Primer Mundo, y para ello van a seguir utilizando las energías contaminantes. Explicó Guterres que hay que ponerle un límite al carbono, parar los subsidios a los combustibles fósiles, dejar de construir plantas eléctricas de carbón o empezar a cobrar impuestos por contaminar. Y sin olvidar las contradicciones. Por ejemplo, se nos están ofreciendo vehículos eléctricos y vehículos híbridos cuando lo cierto es que en Canarias la casi totalidad de la electricidad que recarga las baterías de esos vehículos proviene de quemar energías fósiles. Solo El Hierro es la excepción.
La cumbre del clima de Madrid intentará algo imposible: pasar de las declaraciones retóricas y de la hipocresía institucional para alcanzar algún objetivo. Los enemigos son poderosos: de un lado la perversidad de Donald Trump, favorecedor del consumo de energías fósiles porque cotizan en bolsa y dan excelentes resultados para los poderosos y de otra parte el presidente de Brasil, que tiene el cinismo de acusar al actor Leonardo DiCaprio de financiar entidades que incendian la Amazonía, así como los partidos políticos como Vox, para todos los cuales el cambio climático es una farsa.
Los depredadores de la selva amazónica serían, entonces, las organizaciones no gubernamentales y los activistas ambientales y no la ambición desmedida de Bolsonaro. Ya en 2012 Donald Trump aseguraba que el cambio climático era un invento de los chinos para hacer menos competitiva la economía estadounidense. La unanimidad internacional del Acuerdo de París que por supuesto refrendó el presidente Obama fue rota por Trump, cuando, desoyendo las recomendaciones de la comunidad científica de su propio país, decidió salirse de un acuerdo que sí han ratificado la Unión Europea y países como China y Rusia. El negacionismo de Trump y su defensa de los combustibles contaminantes se ha convertido en una seña de identidad del presidente y de sus votantes. El carbón es “limpio y hermoso”, llegó a asegurar. Lo cierto es que mientras los activistas impulsan manifestaciones y acciones para sembrar conciencia, la clase política internacional se cruza de brazos. Los glaciares se evaporan, hay lluvias descomunales, inundaciones y sequías, la subida del mar se acentúa de año en año y las ciudades costeras son amenazadas pero no se actúa.
Cuando un amigo se va sentimos esa soledad malvada que nos va restando energías. El escritor Antonio Lozano se fue antes de tiempo por esa cruel enfermedad que es el cáncer. Él, que vino de Tánger con su carga de mestizaje cultural, con todo ese aroma andaluz y norteafricano, fue un lujo para la actividad teatral y para la narrativa oral y además tuvo la claridad de ideas suficiente para lanzarse a escribir sobre el continente vecino, las miserias y contradicciones de esa tierra devastada. Donde mueren los ríos es el título de uno de sus libros más significativos, y fue la base de un acto de homenaje celebrado en el Teatro Pérez Galdós y en Agüimes con la presencia de compañeros de la docencia y amigos. Hubo interpretaciones de canciones francesas y un largo recitado de fragmentos de la novela. Su llegada a Agüimes como docente influyó en su implicación y entrega en sus últimas tres décadas de vida. Fue nombrado Hijo Adoptivo del municipio y ocupó el cargo de concejal de Cultura entre 1987 y 2003, con Roque Aguayro, siendo alcalde Antonio Morales.
Dejó una huella profunda no sólo por su carrera profesional, sino también por su constante trabajo a favor de la cultura. Siendo concejal creó e impulsó, entre otras acciones, el Festival del Sur-Encuentro Tres Continentes, del que fue director 22 ediciones y en el que consiguió un desfile de grupos de distintas procedencias, hasta el punto de que recibió el premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España, distinción que alcanzó en 2007, por propiciar la convivencia y el diálogo intercultural. El Festival se convirtió en una fiesta ciudadana y participativa del disfrute teatral, y también el jurado valoró su tenacidad por mantenerse fiel a esta filosofía durante más de veinte años. Ese sentimiento de confraternización y amistad constituye la verdadera esencia del teatro y de la cultura, pues a fin de cuentas la cultura es una propuesta para vivir mejor, para entender los conflictos humanos. Gracias a esta iniciativa de aproximar el teatro de tres continentes, el público de Agüimes y del resto de la Isla pudo disfrutar de grupos de teatro de Guinea Ecuatorial, de Burkina Faso o bailarines senegaleses, convirtiendo a este encuentro en un espacio inédito de intercambio entre muchas orillas. No contento con esto puso en marcha también en la Villa el Festival Internacional de Narración Oral, abriendo así la puerta a cuentacuentos de todos los rincones del mundo, por supuesto de África y Latinoamérica. En 2003 dejó la Concejalía y se incorporó al Instituto de Educación Secundaria (IES) Joaquín Artiles de la localidad suroeste donde, igual que el poeta Luis Natera, ejercía como profesor de francés.
Era también buen novelista, un hombre atento que escribió sobre las conspiraciones y la explotación que el mundo desarrollado ejerce sobre el continente negro. Así su obra El caso Sankara narraba cómo Thomas Sankara, presidente que fue de Burkina Faso, fue asesinado en 1987 porque pretendía cambiar las cosas. El libro mereció el I Premio internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona. Animador cultural, mostró en toda su vida su gran amor por África, además de difundir su variedad y su riqueza literaria. Además de traducir al español a autores como Amadou Hampaté Bâ, Moussa Konaté o Ken Bugul, Antonio Lozano era, ante todo, buena gente.