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Las 100 mujeres y el coronavirus

María del Carmen Reina Jiménez, Chicha Reina, es una mujer entusiasta y tenaz que desde hace tiempo rastrea la presencia de la mujer en las letras canarias. Fue profesora y concejala de Cultura en Santa Brígida, y en todas sus facetas se interesó vivamente por potenciar la literatura hecha en esta tierra. Fruto de su ardua investigación ha sido el libro Antología de cien escritoras canarias, que se presentó en la Casa de Colón con motivo de los actos del 8 de marzo ante una masiva asistencia de público, más de 150 personas. En realidad son 112 las mujeres que aparecen en esta publicación, editorial Mercurio de Jorge Liria, quien mantiene su sello con tenacidad y buen hacer a pesar de que todo el trabajo de maquetación y edición recae sobre su persona.

La autora ha demostrado mucha paciencia y una labor casi de arqueología para recuperar la obra de mujeres que vivieron hace mucho tiempo y de la que apenas teníamos noticia. Dicho esto, conviene recordar que las antologías siempre son obras polémicas porque es casi inevitable que en ellas falten nombres y que en ocasiones sean discutibles algunos de los que aparecen. Mencionaremos el escándalo que se generó el año pasado cuando la editorial tinerfeña Baile del Sol publicó una antología de 78 escritoras españolas, sin que en ella figurase ninguna voz insular. Fue elaborada por el antólogo Alberto García-Teresa. Al respecto la escritora y profesora universitaria Alicia Llarena dijo que tratándose de una editorial canaria el autor de la obra debiera conocer la producción de poetas de aquí, o bien asesorarse al respecto. En el mundillo literario hay quienes piensan que las antologías se hacen para excluir a alguien y también para que el antólogo incluya a la fuerza a alguien. Chicha Reina no es sospechosa de tales artimañas, su trabajo siempre ha sido muy generoso.

En Canarias, como en toda España, las mujeres han estado relegadas en el mundillo literario hasta que en los años 80 dieron un salto y evidenciaron su protagonismo, sobre todo en poesía. Eso fue posible porque la mujer se fue incorporando masivamente a la universidad, y a partir de entonces ha sido frecuente la formación de grupos, las lecturas y publicaciones, bien sea a través de editoriales o en autoediciones. Como señala Berbel en el prólogo hay muchas narradoras, poetas, dramaturgas, ensayistas, investigadoras y periodistas. Y en esta antología es importante el rescate de autoras históricas como Leocricia Pestana Fierro y de otras recientes como Dulce Díaz Marrero o Natalia Sosa que tuvieron una muerte temprana. Existieron escritoras como la teldense Mireya Suárez López, con el seudónimo de Hilda Zudán, cuya recuperación es difícil porque apenas constan referencias. Parece que en la reciente antología faltan algunos nombres y también se podrían poner objeciones a la inclusión de otros. Existe alguna desproporción en la dimensión de los textos de las autoras y podríamos anotar que entre las que echamos en falta citaríamos a Silvia Rodríguez, Olga Luis Rivero, Lucía Rosa González o Teca Barreiro, unas de Gran Canaria, otras de Tenerife y La Palma, todas las cuales mantienen dedicación al trabajo literario y cuentan con obra consolidada. ¿Y si en el libro figura María Rosa Alonso, que esencialmente fue una ensayista, las ensayistas destacadas, como Yolanda Arencibia, no deberían figurar también? También nos podría sorprender el hecho de que en el libro figure alguna autora con un solo libro publicado.

Es normal que haya erratas y algún fallo de coordinación, pero eso no es obstáculo para reconocer que el libro está bien editado y va a permanecer como referencia. La propia Chicha Reina señaló que si el tiempo se lo permite haría una nueva recopilación para dar entrada a nuevas voces que están surgiendo con fuerza. Resaltó también que figuran autoras de las 8 islas, puesto que también halló una poeta nacida en La Graciosa. Y habría que añadir que recoge 9 islas porque Josefina Pla es hija del farero de la isla de Lobos, y supuestamente nació allí.

Ahora mismo es evidente la abundancia de escritoras surgidas muchas veces de los numerosos talleres literarios. La escritura se ha democratizado, cualquiera puede publicar un libro, aunque en ocasiones se advierta una insuficiente formación e investigación literaria por parte de los autores y autoras. En su columna habitual el escritor Juan José Millás contaba que le preguntó a uno de los asistentes a su taller literario por qué se había apuntado a esa actividad. La persona le contestó que estaba en paro y pensaba que escribir es una tarea sencilla y que él podría hacerla. Millás le replicó que para escribir hay que estudiar, hay que formarse, hay que conocer literatura clásica y contemporánea. En definitiva: hay que leer, porque un escritor que no lee tiene las manos baldadas. Hay que leer, hay que romper páginas, hay que reelaborar. Un verdadero trabajo que no está al alcance de cualquiera, aunque por supuesto cualquiera tiene derecho a publicar su libro, y cualquier libro merece respeto.

Por otra parte, el coronavirus va a crear muchos dolores en la economía y en la vida cotidiana. La epidemia se extiende de día en día afectando muy seriamente al turismo y a los servicios. La prohibición de eventos deportivos y de acontecimientos internacionales como el Mobile de Barcelona nos hacen ver la verdadera dimensión de esta pandemia que puede producir un colapso global. El alarmismo que esta nueva enfermedad ha creado es visible, pero sería mucho más peligroso no adoptar todas las medidas de control. Algunos se empeñaron en presentar el coronavirus como una gripe algo más correosa, de baja letalidad. La sociedad china ha dado una lección al mundo, asumiendo un autoaislamiento que, dadas las circunstancias, es una prueba de solidaridad con los más vulnerables.

Atajar la proliferación del virus exige la colaboración de toda la sociedad, en Tenerife la clausura del hotel de Adeje generó alarmismo y muchas anulaciones pero seguramente era necesaria. El coronavirus requiere información pedagógica, que rechace la alarma infundada, la histeria colectiva, pero que descarte también toda forma de negacionismo. Se pide que la UE adopte protocolos comunes que permiten cercenar el virus a escala continental y evitar unos daños colaterales que podrían fragilizar nuestras sociedades. Estamos en la lista negra de la pandemia y la lista de contagios y  muertos seguirá disparándose. En Madrid se ha descuidado la prevención, el 8 de marzo hubo actos masivos con mucho riesgo de contagio. Se ha actuado con retraso, con excesiva prudencia, con falta de determinación.

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