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Referéndums

Quienes advirtieron que tendríamos un otoño animado no se equivocaron. A la vista de lo que sucede, quizá deberían prohibirse los segundos mandatos presidenciales: tal es el riesgo de que entremos en periodos erráticos, confusos. Pues los hombres que en nuestro país llegan al poder y se mantienen en él tras pasar nuevamente por las urnas tienden a padecer el síndrome de La Moncloa, un mal que genera desajustes mentales. Le pasó a Aznar y le sucede ahora mismo a Rodríguez Zapatero, también le sucedió a Felipe González en sus últimos años.

En Cataluña unos cuantos montan un referéndum para la independencia y con gran algarabía otros ayuntamientos anuncian acciones paralelas. ¿Esa euforia colectiva será consecuencia de lo bien que juega el Barça y de su sonoro triplete? Bromas aparte, lo cierto es que se percibe un cierto clima de zozobra y desasosiego: como si andaran ya sueltos los cuatro jinetes del Apocalipsis anunciando terribles acontecimientos para los próximos meses. Los catalanes presionan con su Estatut, y menos mal que en el País Vasco parece que se está llegando a una cierta supresión de los miedos cotidianos. Los nacionalistas siempre piden, y cuando obtienen vuelven a pedir, siempre más. ¿Es el soberanismo una vía que se va a contagiar igual que la gripe A sin que todavía exista una vacuna suficientemente comprobada? Por estos lares, tanto el matutino tinerfeño como el señor Zerolo y la corte santacrucera están preconizando la misma vía como mejor manera de huir hacia adelante por si al fin se culminan los procesos judiciales en marcha. Lo peor de todo esto es el espectáculo: el saltarín Rajoy que ya da por conseguida la victoria y  se relame en el poder que ya atisba, y la adolescente Leire Pajín cuando agarra el micrófono y empieza a recitar sus salmos. El presidente no sabe/no contesta, debe ser que está haciendo un cursillo acelerado de budismo zen y sexo tantra. La función es de tercera fila y lo malo es que a sus protagonistas hemos de pagarles como si fueran estrellas.

Verdaderamente, ni los partidos políticos que disfrutamos ni los conspicuos representantes del pueblo están dando la talla. Más bien muestran sus desafecciones, su falta de compromiso, su insuficiente nivel ético, su visible prepotencia. España, ya se sabe, es tan diferente que seguimos en plena recesión, con un paro juvenil del 40 por ciento y con un paro adulto que se encamina al 20 por ciento. Cifras por supuesto poco convalidables con los países del entorno.

Algo parecido sucede con los niveles del conflicto educativo. El comienzo de un nuevo curso pone de manifiesto las contradicciones y las carencias de un sistema que no da una a derechas. Si estamos a la cabeza de Europa en fracaso escolar, si el conflicto entre alumnos malcriados y profesores que ya no tienen autoridad en el aula, la cosa tendría que ser investigada con cierta profundidad. Si nuestras universidades se siguen degradando, si continuamos improvisando reformas a corto plazo sin promover los cambios de fondo que se precisan, todo ello viene a indicar que seguimos estando muy despistados. La crisis económica nos golpea, pero no es el único asunto que debiera preocupar a la ciudadanía. Hay otros muchos frentes abiertos para los que tampoco encontramos ni siquiera esparadrapo.

La cosa anda tan simpática que se nos viene a la memoria aquel manifiesto del ayuntamiento de Tazacorte, en la isla de La Palma, que quedó registrado en actas para la posteridad. La cosa decía así: Con bicheros, palos y cañas / gritemos con voz de calibre / Viva Tazacorte libre / e independiente de España.

 

 

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