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Corrupciones

Si la avaricia es un pecado capital, si atesorar dinero es algo que nos tienta y a todos nos hace brillar los ojos, es normal que las corrupciones sociales se extiendan como una lacra por España, y que afecten por igual a los nacionalistas y a los no nacionalistas, a la derecha, a la izquierda y al centro, si lo hubiera. A fin de cuentas los políticos hacen lo mismo que cualquier hijo de vecino: actuar con la manera picaresca de conducirse en la vida que nos describieron nuestros escritores desde el Siglo de Oro. Además, en esta época la ética ha sido jubilada de las prácticas ciudadanas, hace tiempo que caló el mensaje de que todo vale y de que el fin justifica los medios. La mirada sobre el panorama económico y social no es estimulante, el déficit patrio se dispara mes tras mes, Bruselas lanza advertencias que nuestros políticos no escuchan. Se destruye empleo a marchas forzadas, caen empresas grandes, chicas y medianas, cada vez que se formulan nuevos vaticinios sobre cuándo saldremos de la crisis el pronóstico es mucho peor que el anterior. El gobierno está en precario, y la oposición parece que no se encuentra, también con escándalos internos, con dimes y diretes de fuerte calado. ¿No sería bueno que además de PP y PSOE existiera un tercer partido serio y poderoso?

No vamos a ponernos apocalípticos ni tremendistas, pero lo cierto es que con el caldo de cultivo actual, y a pesar de que no corre el dinero como lo hacía hace cinco años, parece que las corrupciones se extienden como una lepra por todas las administraciones. Los bancos españoles, sobre los que se habían hecho tantos vaticinios en cuanto a su solvencia y su seguridad, son un queso de Gruyère con más agujeros que el Real Madrid. El paro y el déficit público crecen sin parar y el diálogo económico, político y social sin perspectivas serias. Si no nos vamos a recuperar hasta el 2012 ¿lo soportaremos? Pues cada día en los periódicos, las radios y las televisiones, se destapan actuaciones judiciales, detenciones preventivas, medidas administrativas en este o aquel ayuntamiento contra quienes presuntamente se han apropiado de caudales públicos.

Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Y nadie es capaz de tirar la primera piedra puesto que sabe que esa piedra tiene rebote y -como un bumerán- puede regresar a la mano que la lanzó, para pringarle durante mucho tiempo. Es posible que España sea uno de los países con mayores niveles de corruptelas sociales dentro de Europa Occidental, el récord lamentable en estas cuestiones poco transparentes lo tienen -según todos los analistas- los países del antiguo bloque soviético, desde Rusia a Rumanía pasando por la República Checa, Hungría, y un largo etcétera. Pues allí ahora florecen los negocios, ha entrado con fuerza avasalladora un gran caudal de inversión extranjera y la burbuja inmobiliaria se extiende que es cosa fina. Los gobiernos de estos países del Este practican operaciones sigilosas, reparten comisiones, se guardan importantes sumas. Y, claro, los ciudadanos de a pie repiten el modelo mientras los ancianos se quedan con pensiones devaluadas, viviendo muchos de ellos por debajo del umbral de la pobreza.

Volviendo a lo nuestro, cada semana se destapan escándalos aquí y allá, que ahora afectan a los populares, más tarde lo hacen con los socialistas, los de Convergencia i Unió, y un largo etcétera. Si en Canarias llegáramos a conocer el verdadero estado de la cuestión sabríamos a las claras que aquí tampoco se escapa ni el gato.

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