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Cataluña, 2012

Anda por ahí una de esas joyas catastrofistas que tanto gustan a los norteamericanos. La gente corre gritando porque el mundo se va a terminar, y 2012 es la fecha clave según una supuesta profecía. Por cierto, en tal año también se va a hundir la mitad sur de la isla de La Palma, que provocará un gigantesco tsunami en el Atlántico, con una ola supergigante arrasará Nueva York, Miami y medio mundo. El catastrofismo es un buen negocio para la pantalla, y después del 11-S los norteamericanos lo cultivan con un especial fervor, lo malo es que cuanto hacen los norteamericanos no lo hacen como producto interno sino que lo esparcen a los cuatro vientos con su poderoso márketing. Si a esto se añade el hecho de que los rumores sobre la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña son alarmantes según la prensa catalana, ya estamos ante el día del Juicio Final.

¿Hacia dónde dirigir los esfuerzos de Cataluña en busca de una relación con España justa y sostenible en el medio y largo plazo? Es ya tradición que una burguesía que siempre fue pactista con Madrid, y que siempre supo sacar buenos resultados de tal actitud, amenace una y otra vez con desgajarse y buscarse la vida por su cuenta. Cierto que Cataluña hasta hace bien poco no ha recibido las inversiones en infraestructuras que necesitaba, cierto que había discriminación por parte de la Renfe, por parte de las autopistas estatales. Para entrar en Barcelona todavía hay que pagar peaje, para moverse por toda Cataluña hay que coger infinidad de carreteras de pago. La situación está cambiando con el AVE, en los últimos tiempos se ha modificado la tendencia pero a cambio los políticos catalanes -incluidos los socialistas- intentan arrinconar la cultura española.

Cuando se dicte la sentencia del Constitucional si no está en la línea de lo que espera el tripartito habrá una buena carajera del nacionalismo visceral. ¿Quiénes quieren ser españoles en esta España del siglo XXI? Dicen los periódicos de Cataluña, en el editorial conjunto suscrito por doce de ellos, que se abrirá una crisis profunda entre Cataluña y España. A la luz de lo acaecido en los últimos años, ha desaparecido el optimismo con el que se había acogido el intento de redefinición de España, un intento de redefinición que pasa más por el federalismo que por el actual sistema de 17 autonomías. Los articulistas de estos días en la prensa de Barcelona muestran una crispación evidente. Si el Tribunal Constitucional recorta el Estatut, se abrirá un nuevo proceso en con la deriva de Cataluña hacia posiciones más extremistas, advierten los editoriales.

Aunque choca frontalmente con el probado sentido común y pragmatismo de la burguesía catalana -el famoso seny- está claro que en el territorio cada vez se amaga más con la salida independentista. Se trata de una tendencia auspiciada desde muchas instancias, sin olvidar la deportiva. Y el presidente del Barcelona no para de mezclar fútbol y política, a pesar de que el Barça no es sólo de los catalanes, por cuanto constituye un modelo de buena gestión deportiva admirado en medio mundo. Con unas cosas y con otras, lo cierto es que el Tribunal Constitucional tiene por delante una papeleta más que complicada, un desafío que seguramente pondrán patas la política estatal. Este vaivén de un lado para otro, este desafío siempre sobre la mesa, debería cesar. De cualquier modo, tal como están planteadas las cuestiones, lo cierto es que en este instante la crisis catalana tiene mucho también de catastrofismo cinematográfico, al estilo de la película 2012 y de toda la mercadotecnia estilo "fin del mundo." 

 

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