He vivido más de cuarenta años entre La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, Londres, Telde, Las Palmas de Gran Canaria, Santa Brígida y Madrid pero nunca he olvidado las raíces. Hasta tal punto me relacionan con Telde que cada vez que me encuentro con José Manuel Soria me dice: "Nosotros los de Telde"… Telde es un lugar al que estoy ligado con una especie de cordón umbilical, allí tengo excelentes y valiosos amigos siendo Antonio González Padrón el primero y más significado. Pero recientemente el Cabildo Insular de la isla de La Palma me ha concedido el inmenso honor de nombrarme Hijo Predilecto del lugar en que nací. Una iniciativa que arrancó del Partido Popular y que fue secundada por el resto de las fuerzas políticas allí representadas: Coalición Canaria y el Partido Socialista. Un honor grandioso, desmedido casi, que me incita a ahondar en el compromiso de querer todavía más a mi isla, su naturaleza y su gente, sus cultivos, sus tradiciones, sus fiestas populares, sus caseríos, su arte de Flandes que puedes ver hasta en las más humildes ermitas. La Palma es una isla especial, la Isla Bonita la llaman, que llama la atención a miles de alemanes y británicos, ciudadanos del mundo que compran propiedades y allí se instalan todo el año o al menos en los duros inviernos de Europa. Una belleza que llama a muchos foráneos a comprar allí propiedades para disfrutar aquel espacio. La Palma fue una isla avanzada en el periodismo y en la cultura, y pese a su pequeñez -y a la intensa emigración a América- tuvo una importancia en el contexto del archipiélago mayor que la que ahora posee.
Buena parte de los palmeros hemos tenido el instinto y la necesidad de emigrar: la isla es pequeña, es agrícola, los que salen a estudiar fuera difícilmente vuelven. Así han venido siendo las cosas desde siempre. Pues bien: La Palma tiene una significación especial dentro de las letras canarias, desde los poetas barrocos del XVII hubo en la isla núcleos culturales muy activos, evidentes sobre todo en el Romanticismo con Antonio Rodríguez López, el inventor de leyendas inolvidables. En La Palma se desarrolló un periodismo muy activo hasta la guerra civil, y la masonería tuvo una significación muy relevante. En ese contexto, he de rememorar la figura de mi padre, un hombre que -como tantos otros- tuvo sus problemas después de la guerra civil y que tenía una pequeña biblioteca con libros sobre la Historia de Canarias, con el Quijote -que me obligó a leer siendo muy niño-. Mi padre, Anastasio León Capote, fue un hombre muy metido en su tiempo; en un grueso libro de contabilidad iba anotando cuidadosamente las mil y unas anécdotas locales que lograba averiguar, y en especial anotó sus vivencias del volcán de San Juan en 1949, y así como una infinidad de acontecimientos de la crónica local que luego entregué a mi amiga de la infancia María Victoria Hernández, una mujer que ha hecho muchísimo por rescatar la historia viva de su isla, las fiestas, las tradiciones, todo el anecdotario misterioso y mágico de un pueblo que se ensambló en el mestizaje bereber, europeo y americano. Africa, Europa y América en apenas 700 kilómetros de volcanes en medio del Atlántico, tal es la singularidad de La Palma. La fusión de etnias y de culturas, con agentes comerciales europeos, con esclavos africanos para los ingenios azucareros, con una aristocracia culta, con un pueblo llano pobre, con actuaciones de la Santa Inquisición.
Y La Palma, que fue un lugar donde siempre hubo caciquismo, donde las comunicaciones eran muy malas, donde el atraso social fue evidente, donde la condición periférica y la soledad se hacían muy visibles, y donde la Iglesia y una aristocracia dirigente tenían mucho poder, sin embargo fue también un espacio donde arraigaron núcleos culturales de nivel, pequeñas élites que cultivaron la música y las letras con mucha dedicación. Ahora la isla tiene varios debates por delante, el primero de los cuales consiste en la definición del modelo económico a seguir para las próximas décadas. Andar pidiendo soluciones al gobierno autonómico, al central o a Europa no resuelve toda la cuestión. Los palmeros han de recuperar la capacidad de iniciativa que tan valorados hizo a sus emigrantes en Cuba y en Venezuela, donde era conocido el dicho de que donde había un palmero y había un erial al poco se convertía en un vergel. No al conservacionismo a ultranza, y no también al cemento que ha destruido el paisaje las otras islas. Empresas alrededor del Astrofísico con el observatorio del Roque de los Muchachos, impartir estudios universitarios, industria agro-alimentaria, conservación de los espacios naturales y un turismo no masivo como el modelo de Madeira. Eligiendo cuidadosamente, La Palma es posible.