Pilar Rey y Antonio Abdo son una pareja especial. Animadores de todos los saraos culturales de La Palma, teatreros empedernidos, personajes generosos donde los haya. Recogen la tradición cultural de la isla y la potencian: ahí están para hacer teatro en la calle y animación para que la gente participe en cualquier evento, una exposición, una presentación de un libro. Cualquier cosa sirve para que Antonio y Pilar, cariñosamente apodados los Marqueses de Mirca, se metan en cualquier aventura cultural. Con sus premios a nivel nacional, con sus montajes del teatro español del Siglo de Oro, con su Don Juan Tenorio en las plazas y en las calles de Santa Cruz de La Palma. Con su mecenazgo en la promoción del premio Félix Francisco Casanova para jóvenes autores. Con los libros de poesía de Antonio Abdo: un hombre humilde, discreto, que con Playas escribió un libro hermoso para hablar de nuestro mar.
Como dice Anelio Rodríguez Concepción, otro palmero más que ilustre, Antonio y Pilar se jubilan dichosamente de su larga labor en la Escuela Municipal de Teatro, que fundaron y dirigieron en la capital palmera desde 1981, por iniciativa de un alcalde comunista, Antonio Sanjuán. Pilar y Antonio se jubilan, pero sólo a nivel teórico porque siguen estando en la vida cultural de La Palma, y más ahora que es año de Bajada. Paco Paredes hereda la Escuela, pero Pilar y Antonio siguen implicados en muchos proyectos teatrales y editoriales. Como dice Anelio, "ellos son la naranja perfecta dando vueltas sobre sí misma hacia la felicidad, premio sólo al alcance de la gente buenas. Sí, la naranja. La redondez del amor cómplice, físico, químico, espiritual, morrocotudo." Son también el verso de Pedro García Cabrera, la vida de Viera y Clavijo, son sus dramatizaciones y recitados sobre los valores de la literatura de nuestra tierra. Y la elegancia de los oriundos del Líbano, personificada en Antonio, y el mestizaje cultural que trajeron desde Aragón los antepasados de Pilar, joven y bella radiofonista en La Voz de la Isla de La Palma, aquella emisora que se escuchaba mejor en El Hierro y el norte de Tenerife que en el Valle de Aridane.
Pilar y Antonio, Antonio y Pilar, son el emblema de una isla que intenta recuperar parte del prestigio perdido animando a la gente a acudir a los actos musicales, al teatro, a las exposiciones, a las presentaciones de libros. Pues en La Palma hoy en día sucede lo que en todas partes: se da una gran desmovilización de la sociedad, acude poca gente a los actos. Actos que si no fuera por los extranjeros allí residentes, sobre todo alemanes, se verían ausentes de público. Como dice Anelio, ellos practican la asunción de la cultura como un derecho y como un gozo que habría de ser compartido entre los diferentes estratos sociales. Por eso la Escuela Municipal se transformó pronto en un proyecto docente y vivencial que atrapó a mucha gente, un foco de emisión de liberaciones personales. La vida a bocanadas, con entusiasmo y alegría, con generosidad, con espíritu crítico y atento, con rigor y conocimiento. Como lo hacen cuando acuden a festivales importantes desde los que son llamados, en Almagro, por ejemplo, donde han dejado buena nota de su profesionalidad, y de donde se trajeron importantes galardones.
Ahora el ayuntamiento de la capital palmera los honra una vez más, y en nombre de sus muchos amigos les enviamos nuestra felicitación más sincera. Pues la isla no se entiende sin ellos dos, porque a ellos dos te los encuentras donde hay cualquier acontecimiento digno de ser visitado, desde la feria de ganado de San Antonio del Monte, en Garafía, a los encuentros orales y teatrales de Agüimes y en cien eventos más. La cultura, un gozo y un derecho de una sociedad palmera que por desgracia ahora está algo dormida, un tanto alienada con la TV basura y el ocio audiovisual. Que la gente acuda, que la gente lea, que la gente escuche música, que la gente sea adulta. Eso persiguen.