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Palmero de ida y vuelta
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Sangre en Bangkok

Bangkok.

Disparos, sangre y muerte. Tailandia ya no es el país de las sonrisas porque el caos se ha instalado y no parece irse. Esta es una ciudad ruidosa, caótica y atractiva. Sus mercados callejeros son un espectáculo añadido, se preparan guirnaldas de flores amarillas para las ofrendas en las casas de los espíritus, se matan animales en directo delante del comprador, hay olores repulsivos. Al lado de vistosos rascacielos, que se multiplican como los hongos, hay rincones miserables, barrios que te recuerdan el drama de los países emergentes. Nos alojamos justo frente del mercado de Patpong, célebre por su oferta sexual y por el regateo, donde ahora hay soldados en vez de multitudes. Un hervidero humano repleto de extranjeros. Muy cerca de aquí se han establecido las barricadas.

Los camisas rojas son gente humilde, campesinos, reivindican el freno a la sistemática corrupción del gobierno. Piden elecciones anticipadas. Para no ser menos, el líder al que siguen también está acusado de corrupción. El rey, octogenario y con cáncer de próstata, es una especie de esfinge sagrada. Internado en un hospital desde hace meses, no se pronuncia sobre la situación que viven las calles. Bangkok es la ciudad de los masajes y del turismo erótico. Es fácil ver a hombretones occidentales de setenta años de la mano de veinteañeras. Pero la ciudad es mucho más: su arquitectura del pasado, su Palacio Real con el Buda esmeralda, el río Chao Phraya surcado velozmente por los taxis acuáticos, el Templo del Amanecer.

El budismo es una filosofía que preconiza armonía, humildad del hombre frente a la naturaleza, ofrendas en los templos, rezos y pacifismo. Debe ser que los militares tailandeses no son muy budistas que digamos porque tienen una gran afición a dar golpes de estado. De ahí que Bangkok ya no sea esa "ciudad de los ángeles" a la que alude su nombre en tailandés. Ahora las calles se han teñido de sangre, los muertos se multiplican y el conflicto se enrabieta semana tras semana. Por sólo unos días tuvimos la suerte de esquivar este desorden, y no cabe duda que este verano el turismo hacia las idílicas playas de Phuket puede resentirse. Batallas campales en la calle y el gobierno intentando aplastar el atisbo de oposición. ¿Guerra civil?

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