Hay algunos escritores que pelean contra las verdades de siempre, los hay disconformes, contradictorios, y sobre todo rebeldes. En estos tiempos de pensamiento ligero, de crisis económica y de auge de la banalización que nos trae la industria del entretenimiento, está mal visto el antiguo concepto del compromiso. Los escritores que verdaderamente aportan valores literarios y extraliterarios pueden ser brillantes en la pluma y contradictorios en el plano personal, pues a fin de cuentas tan sólo son hombres, es decir: sombras. Dicho esto, comprobado queda que la muerte de Saramago ha destapado el cajón de los truenos, los odios inquisitoriales, los fundamentalismos. En todas partes cuecen los planteamientos sectarios repletos de ira y rencor. Pero el diario oficial del Vaticano se ha pasado un par de pueblos, pues ya ni se aprecia en él aquel viejo axioma de la caridad cristiana.
Por otra parte, en estos mismos días se está celebrando el centenario de la primera estancia de Miguel de Unamuno en Canarias. El escritor vasco -tan disconforme, tan fustigador de la diestra y la siniestra- estuvo por primera vez invitado a unos juegos florales, pero en su segunda estancia, 1924, fue deportado a Fuerteventura por la dictadura de Primo de Rivera. Allí conoció la "soñarrera insular", la incomunicación, el sentimiento de lejanía. Pero también conoció y aprendió a amar el mar. Allí, sus expresivos sonetos que nos regaló en el libro De Fuerteventura a París. Un leve ejemplo: Ruina de volcán esta montaña / por la sed descarnada y tan desnuda / que la desolación contempla muda / de esta isla sufrida y ermitaña. Y como sentencia final nos obsequia con estos versos que hablan de la inmovilidad isleña, de la falta de esperanza, de la incomunicación a comienzos del siglo pasado: Y arraigado en las piedras, gris y enjuto, / como pasó el abuelo pasa el nieto: / sin hojas, dando sólo flor y fruto.
Aunque sean profundamente diferentes, hay ciertas similitudes entre Saramago y Unamuno. Creo que en ambos pesan el inconformismo, la angustia espiritual, el dolor que provoca la injusticia humana, la banalización de los medios de comunicación, la superficialidad de eso que llaman el pensamiento débil. Saramago nos dio unas cuantas novelas que son obras maestras, y no olvidemos que la ira de los obispos cuando publicó El Evangelio según Jesucristo hizo que recalara en Lanzarote, donde encontró su espacio volcánico. Cierto que Saramago fue un escritor irregular, igual que Unamuno, cierto que sus Cuadernos de Lanzarote tienen un toque ligeramente infumable. Pero no es menos cierto que tanto uno como otro fueron gallitos de pelea que quisieron despertar el sopor entregándonos provocaciones. Saramago cometió el error de apoyar ciegamente a Fidel Castro y su dictadura, pero creo que en el 2004, a raíz de fusilamientos dictados por el emperador caribeño, cambió de actitud. Unamuno cometió el error de apoyar el levantamiento franquista contra la República, pero al poco tiempo se desdijo y murió en arresto domiciliario un 31 de diciembre, en plena guerra civil.