Aunque las estadísticas no siempre dicen la verdad, puesto que pueden ser elaboradas variando distintos criterios, no cabe duda que nos aproximan a lo que está sucediendo. La consejera de Educación del Gobierno de Canarias reconoce ya que los resultados en las islas del diagnóstico educativo son malos, peores de lo que estábamos pensando. Los recortes presupuestarios se hacen notar: en La Palma y en otros lugares se están eliminando ofertas educativas importantísimas. Las estadísticas vienen a decir que estamos a la cabeza en fracaso escolar, índice de divorcios y madres precoces, apartado este último que compartimos con Andalucía. Doña Milagros Luis Brito está al frente de una consejería muy conflictiva para cualquier gobierno, y no ha contribuido precisamente a apagar los fuegos. Sus enfrentamientos aquí y allá han dejado alguna huella, los conflictos no sólo no se han apagado sino que en algunos casos se han multiplicado por cien. Pero ahora ha hecho un examen de conciencia, y se lo agradecemos. Pues el archipiélago está en los últimos puestos tras analizar a los alumnos de cuarto de primaria.
Canarias mantiene un ramalazo de ignorancia, marginalidad y crisis social. Desde los tiempos de la presidencia de Saavedra y Olarte el ejecutivo regional ha puesto el acento en la educación, como pilar básico para la construcción regional, y aunque han mejorado mucho las dotaciones económicas los resultados no son los que debieran. ¿Por qué falla tanto el proceso? La desintegración familiar, la inmigración, el proceso de formación del profesorado y un largo etcétera son elementos que influyen.
Aunque nos duela reconocerlo, tenemos bajos índices de estructuración social, cultural y de conocimiento. Sin embargo, hay por ahí otras estadísticas más triunfales que vienen a señalar que en las islas el índice de lectura es superior a la media nacional, aunque suponemos que el baremo se refiere a la lectura de prensa deportiva y de revistas de marujeo. Bien, a lo que íbamos: parece claro que esta sociedad no va a levantarse si entre todos no se produce un esfuerzo hacia la calidad. Más interesante que fomentar el pleito y la autocastración debería ser entender que el siglo XXI requiere formación, competividad, avanzar en el camino hacia la cualificación e incluso hacia la excelencia.